El Papa Francisco recibió el 12 de diciembre en la Ciudad del Vaticano a una delegación del Ejército de la Salvación, movimiento internacional evangélico fundado en 1865 que está presente en más de 120 países con la finalidad de promover, junto a la predicación de la Palabra de Dios, obras sociales en favor de los más pobres.
Que la común fe en Jesucristo “se convierta cada vez más en el fundamento sólido de la amistad y de la colaboración” entre los católicos y con los demás cristianos. Con palabras cordiales Francisco recibió a los dirigentes de este movimiento que el Papa bien conoce desde su infancia en Buenos Aires, tal como él mismo lo recordó:
“Cuando yo tenía cuatro años – era en el año 1940 – ninguno de ustedes había nacido, ¡eh!; iba por la calle con mi abuela. En aquel tiempo, la idea era que todos los protestantes se iban al Infierno. Y en la otra parte de la verada, venían dos mujeres del Ejército de la Salvación, con ese sombrero que tenían ustedes… ¿Usted lo ha usado? Y yo recuerdo como si fuera hoy, que le dije a mi abuela: ‘¿Quiénes esas? ¿Monjas, religiosas?’. Y mi abuela me dijo: ‘No. Son protestantes. Pero son buenas’. Y así mi abuela gracias al testimonio de ustedes, me abrió la puerta al ecumenismo: la primera predicación ecuménica que he recibido fue ante ustedes. Muchas gracias. Thank you very much”.
Francisco subrayó los proficuos contactos que en los años se han ido desarrollando entre el Ejército de la Salvación y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de losCristianos, tendentes a “promover un mayor conocimiento recíproco, respeto mutuo y colaboración regular”. De ahí que les haya manifestado su deseo de que católicos y miembros del Ejército de la Salvación continúen “dando testimonio común de Cristo y del Evangelio en un mundo que tiene tanta necesidad de experimentar la misericordia infinita de Dios”, puesto que “reconocen que los necesitados tienen un lugar especial en el corazón de Dios y por esta razón “se encuentran frecuentemente en las mismas periferias humanas”.
El Papa Francisco destacó al final de su alocución que “las diferencias entre católicos y miembros del Ejército de la Salvación sobre cuestiones teológicas y eclesiológicas no deben obstaculizar el testimonio de nuestro amor compartido por Dios y por el prójimo, un amor que es capaz – dijo – de inspirar esfuerzos enérgicos en el empeño de restaurar la dignidad de los que viven marginados por la sociedad”.
El deseo – añadió – es que tantas personas con dificultades sigan contando con la acción del Ejército de la Salvación “que permite a la luz de Cristo resplandecer en los rincones más oscuros de su vida”.
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