«Hay que distribuir equitativamente a los prófugos que huyen de la guerra»

«Hay que distribuir equitativamente a los prófugos que huyen de la guerra»

Llamado de Francisco durante el Ángelus a una «respuesta coral» de Europa: «Se necesitan negociaciones». Y animó al cese «de las hostilidades en Siria» que provocan la tragedia de los refugiados

GIACOMO GALEAZZI - CIUDAD DEL VATICANO

Confirmando la geopolítica de la misericordia que es la base de su Pontificado, Papa Francisco sintetizó el cuidado pastoral y su mirada sobre el mundo durante el Ángelus de hoy. El Pontífice animó los esfuerzos de paz en Siria e insistió en el drama de los prófugos que huyen de las guerras y de otras situaciones inhumanas. Recordó también a «Grecia y otros países que están primera línea les están dando una ayuda generosa, que requiere la cooperación de todas las naciones», y exhortó a «una respuesta coral» que « puede ser eficaz y distribuir equitativamente los pesos». Por ello es necesario apostar «con decisión y sin reservas a las negociaciones». El origen de las tragedias de las migraciones es principalmente la guerra en el Medio Oriente, por lo que el Papa recibió «con esperanza la noticia acerca del cese de las hostilidades en Siria, y los invito a todos a rezar para que este resquicio pueda dar alivio a la población sufriente y abra el camino al diálogo y a la paz tan deseada».

Francisco aseguró su cercanía «al pueblo de las Islas Fiyi, duramente afectado por un «ciclón devastador»: «Rezo por las víctimas y por quienes que están comprometidos con las operaciones de socorro». Hoy también, «frente a ciertas desgracias y eventos luctuosos, puede venirnos la tentación de descargar la responsabilidad sobre las víctimas o incluso sobre Dios mismo». Pero «el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿Qué idea de Dios nos hemos hecho? ¿Estamos realmente convencidos que Dios es así, o esto no es otra cosa que nuestra proyección, un dios hecho “a nuestra imagen y semejanza”?».

Al contrario, «Jesús nos llama a cambiar el corazón, a hacer una inversión radical en el camino de nuestra vida, abandonando los compromisos con el mal (y esto lo hacemos todos), las hipocresías (yo creo que todos hacemos hipocresías), para emprender la vía del Evangelio. Pero he aquí de nuevo la tentación de justificarnos: ‘¿De qué debemos convertirnos? Todos nosotros somos gente buena’». Jesús, recordó Francisco, es semejante al campesino del Evangelio que, con una paciencia sin límites, obtiene una prórroga para el higo infecundo diciendo al dueño: «Déjalo todavía este año, veremos si da frutos en el futuro». Según el Papa, el del buen chico del Evangelio, como el Jubileo, es un «año de gracia: el tiempo de ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su regreso glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por cierto número de Cuaresmas, que nos son ofrecidas como ocasiones de arrepentimiento y de salvación. Este es el Año del Jubileo de la Misericordia».

Francisco dijo que la paciencia de Jesús es «invencible», su preocupación por los pecadores «irreducible», y de la misma manera tendríamos que preocuparnos «¡por nosotros mismos!». «Nunca —aseguró el Papa citando a Santa Teresita que rezaba por un criminal condenado a muerte que no quería recibir el consuelo del sacerdote, pero al momento de ir al patíbulo se dirigió hacia el sacerdote y besó el crucifijo— es demasiado tarde para convertirse, pero es urgente, ¡es ahora!. Lo sabremos en el Cielo, pero quién sabe cuántas veces nos encontramos ahí, ahí, y Él nos salva. Que la Virgen María nos sostenga para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y que nos ayude a no juzgar nunca a los demás, sino a dejarnos provocar por las desgracias cotidianas para hacer un serio examen de consciencia y arrepentirnos».

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