Una democracia llamada narración

Una democracia llamada narración

Así se titula el artículo de Colum McCann, que se publicó en el periódico de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, y que también recoge la página Web del Dicasterio para la Comunicación. En este texto su autor aborda “el valor liberador de contar las historias de otras personas”, en el marco de las iniciativas que se llevan a cabo ante la inminente celebración, el próximo 24 de mayo, de la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

 

En la página Web del Dicasterio para la Comunicación, que se ofrece en italiano e inglés, se ha publicado este artículo de Colum McCann del Periódico de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, en el que su autor aborda “el valor liberador de contar las historias de otras personas”. Y lo hace en el marco de las iniciativas que se llevan a cabo ante la ya inminente celebración, el próximo 24 de mayo, de la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Jornada para la cual, tal como se publicó el pasado 18 de septiembre del año pasado, el Papa Francisco eligió este tema:

“Para que puedas contar y grabar en la memoria (cf. Ex 10,2). La vida se hace historia”

En el verano de 1932, Albert Einstein – mientras exploraba el "impulso al odio" de los hombres – escribió una carta a Sigmund Freud, preguntándole si creía posible "dirigir la evolución psíquica de los hombres para que sean capaces de resistir a las psicosis del odio y de la destrucción para liberar a la civilización de la fatalidad de la guerra".

Einstein y Freud

Los dos hombres estaban, por supuesto, entre las mentes más influyentes de su tiempo. Einstein: el padre de la relatividad, el gran pacifista, el científico extraño interesado en la teoría del todo. Freud: el famoso neurólogo, el padre del psicoanálisis, un explorador de la mente y el cuerpo.

El mundo estaba al borde de la destrucción y ya había presenciado, a través de los horrores de la Primera Guerra Mundial, los primeros signos de la ruina. Einstein y Freud sentían la responsabilidad moral y pública de pronunciarse en contra de los perturbadores desvíos que veían que modelaban el mundo.

La idea de la paz mundial

Einstein tenía un enorme interés en cultivar la idea de la paz mundial, y creía que Freud podía ayudarlo a encontrar una respuesta. En la sucesiva respuesta oficial de Freud, que llegó por correo unas semanas después de la solicitud inicial, el austríaco manifestó que se sentía honrado por la pregunta que se le había planteado, pero respondió que consideraba más bien improbable que alguien fuera capaz de suprimir o modular las tendencias agresivas de los hombres. No hay muchas personas en el mundo cuyas vidas transcurran con serenidad, dijo. Es fácil contagiar a los hombres con la fiebre de la guerra, y la humanidad tiene un instinto activo hacia el odio y la destrucción. Según él, era muy improbable lograr suprimir las tendencias agresivas de la humanidad.

Mitología de las pulsiones

Sin embargo, al final de su carta Freud ofrecía un rayo de luz. Decía que la esperanza de que la guerra termine no es quimérica. Todo lo que creaba lazos emocionales entre las personas inevitablemente actuaba contra la guerra. Lo que había que buscar, argumentaba Freud, era "una comunión de sentimientos" y "una mitología de las pulsiones". En otras palabras: una historia.

El poderoso medio de la narración

Su Santidad el Papa Francisco recientemente, y con gran elocuencia, invitó al mundo a considerar la narración como uno de los medios más poderosos que tenemos para cambiar nuestro mundo. "Con los ojos del Narrador, el único que tiene el punto de vista final, nos acercamos después a los protagonistas, nuestros hermanos y hermanas, actores junto a nosotros de la historia de hoy", escribe.

“Sí, porque nadie es un extra en el escenario mundial y la historia de todos está abierta a posibles cambios. Incluso cuando contamos el mal, podemos aprender a dar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y darle espacio”

La narración es nuestra gran democracia

La narración es nuestra gran democracia. Es esa cosa a la que todos tenemos acceso. Contamos nuestras historias porque necesitamos ser escuchados. Y escuchamos historias porque tenemos necesidad de pertenecer. La narración trasciende las fronteras. Cruza los límites. Rompe los estereotipos. Y nos da acceso al pleno florecimiento del corazón humano.

Las historias también son peligrosas

Pero las historias son también cosas peligrosas. Las historias son armas. Las historias pueden hacernos daño. Las historias pueden romper nuestro corazón. Las historias pueden quitarnos nuestros hogares, nuestras tierras, nuestras naciones. Vivimos ahora en lo que cada vez más se llama una "época exponencial": una secuencia de evoluciones rápidamente puntuadas, una especie de carrusel de la aceleración, donde todo es más rápido / más pequeño, más veloz / más económico, más rápido / incompresiblemente reducido. Pero cada vez más estamos rechazando escucharnos recíprocamente. Muchos de nosotros estamos entrando. Estamos corriendo las cortinas. Estamos bloqueando los sistemas GPS sobre nuestra imaginación.

La idea de la narración

Nos gusta pensar que nos escuchamos recíprocamente, pero en realidad no es así. Nos gusta pensar que estamos permitiendo a nuestros hijos que abracen el mundo, pero la mayoría de las veces sólo queremos aislarlos. Escuchamos cada vez más: ¡Aléjate de mi verdad! ¡No entres en mi habitación! ¡Yo estoy a la izquierda, tú a la derecha! ¡Yo tengo razón, tú te equivocas! En muchos ámbitos – especialmente en la esfera política – vemos la necesidad narcisista de ser correctos. Nos hemos vuelto tan atomizados, tan pequeños, y estamos en creciente peligro de separar nuestras habilidades empáticas con muros, tanto literalmente como en sentido figurado. Entra, entonces, la idea de la narración.

Empatía radical

Hace ocho años, en 2012, tuve el gran privilegio de convertirme en uno de los cofundadores de Narrativa 4, una organización mundial para el intercambio de historias. Junto con muchos escritores y activistas – entre ellos Lisa Consiglio, Ishmael Beah, Terry Tempest Williams, Darrell Borque, Greg Khalil y Assaf Gavron – vimos que el mundo estaba construido sobre historias y que contar las historias de otras personas podía permitir esa "empatía radical" que tratábamos de cultivar. La premisa era simple: Tú cuentas mi historia, yo cuento la tuya. Nos preguntamos qué pasaría si los simples actos de escuchar y hablar se hubieran convertido en cosas capaces de fortalecer nuestras ideas de paz, igualdad, democracia y comprensión.

Narrativa 4

Narrativa 4  existe actualmente en doce países, entre ellos Irlanda, Estados Unidos, México, Sudáfrica y, con un programa aún en ciernes que esperamos ampliar en Italia. Cada año se organizan cientos de miles de intercambios, principalmente a través de profesores que, después de todo, son los verdaderos custodios de las historias y narraciones. Trabajamos principalmente con adolescentes, pero el programa funciona prácticamente con todo el mundo, incluso con niños muy pequeños.

Expandir los pulmones del mundo

Lo que pretendemos hacer en Narrativa 4 es expandir los pulmones del mundo. Eso es también de lo que hablaban Einstein y Freud. Y, por supuesto, eso es lo que el Papa Francisco reconoció tan profundamente. Una comunidad de sentimientos y una mitología de los impulsos. ¿Y qué es una historia sino una mitología de los impulsos? ¿Y qué es un oyente sino alguien que forma parte de una comunidad de sentimiento?

Nuestras historias son a prueba de balas

Lo que el Papa Francisco reconoce instintivamente es que, cuando contamos nuestra historia, ofrecemos como sacrificio lo que más queremos. Morando en nuestro corazón y en nuestra cabeza, las historias son una de las pocas cosas, junto con la fe, que no nos pueden ser quitadas. Nuestras historias son inexpugnables, incluso por las balas. Pero debemos ser capaces de contarlas. Se nos debe dar el espacio y el tiempo. Debemos ser escuchados. Y, al mismo tiempo, debemos convertirnos en oyentes.

La escritora Zora Neale Thurston dijo una vez que no hay mayor peso que soportar que el de una historia no narrada. La fuente de gran parte de nuestro sufrimiento nace de la incapacidad de expresar lo que habita en lo íntimo.

Es una de las verdades más extraordinarias de la experiencia humana contemporánea: nos volvemos verdaderamente vivos sólo si estamos dispuestos a escuchar lo que le pasó a alguien más, porque lo que le pasó a otro nos pasa, ahora, a nosotros. Así que relaten su historia. Y, sobre todo, escuchen a los demás. 

Comentá la nota