Desde hace unos años, la DAIA ha implementado el programa de capacitación “Convivencia por la inclusión”, que tiene como propósito sensibilizar a la sociedad en la identificación de prácticas discriminatorias, con el fin de destacar la importancia del respeto por la diversidad de las personas y sus culturas en la vida cotidiana.
El programa implica la concientización sobre la existencia de diferencias culturales en cuanto a etnias, sexos, géneros y nacionalidades, entre otras, para lograr un espacio social inclusivo y democrático.
Las capacitaciones se llevan a cabo mediante talleres (un encuentro de 2 horas de duración) a cargo del Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA, y está dirigido a empresas, organismos públicos, instituciones educativas y sindicatos, entre otros.
Algunos de los objetivos de este programa son concientizar sobre los riesgos sociales que se desprenden de las prácticas discriminatorias y del desarrollo de prejuicios y estereotipos negativos; reforzar el valor social de la Diversidad Cultural, los Derechos Humanos y la no discriminación; y sensibilizar a los destinatarios del taller en el reconocimiento de prácticas sociales discriminatorias.
La directora del CES, Marisa Braylan, dialogó con laAgencia Judía de Noticias (AJN) sobre el funcionamiento de este programa de capacitación.
-¿Cómo surge el programa de capacitación “Convivencia por la inclusión”?
-En los últimos seis años, la DAIA fue ampliando su misión institucional hacia temáticas ligadas a la diversidad y la inclusión, más allá de su misión central que tiene que ver con la lucha contra el antisemitismo, teniendo una mirada del prejuicio en sí mismo, más allá de quién sea la víctima. Una mirada más amplia y a la vez más inclusiva, donde lo que entendemos como grave es que haya victimarios a disposición de tolerar o de perseguir y hostigar al otro. En el Informe sobre Antisemitismo (que anualmente elabora el CES y edita la DAIA) desde hace ocho años o más había un capítulo respecto de otros grupos que sufrían discriminación, que se fue ampliando y luego se separó y se edita por separado: “Exclusión e inclusión”. Previamente la DAIA estableció el programa de capacitación “Convivencia por la inclusión”, cuyo programa es muy genérico en los temas, pues se ajusta y se especifica al público que lo pide. Por ejemplo, si quienes contratan los cursos son docentes, se les agrega algún plus respecto a la particularidad de ese rol de la sociedad, distinto a que si lo reciben médicos de un hospital público.
-La DAIA, por intermedio de este programa que lleva a cabo el CES, está brindando un servicio a la sociedad argentina...
-Sí, claro, que tiene que ver con que la DAIA es una ONG, que si bien representa políticamente a la comunidad judía, por eso fue creada, ofrece un servicio de bien público para educar en estas temáticas, prevenir la violencia, que va de la mano, después, de gestiones políticas y de otro orden, pero el área del Centro de Estudios Sociales tiene justamente por misión generar el material académico para la misión institucional.
-Cuando están planificando estos cursos para empresas, instituciones y entidades públicas, ¿cuál es la manera de contactarse con ellos, ellos van a buscarlos?
-La dinámica viene siendo, de alguna manera, mixta. Ahora, un objetivo principal y central es aprovechar todos los contactos y todas las relaciones que la institución tiene desde hace años para ofrecer esta temática también, porque hay lugares de la sociedad que supone todavía, con razón, que solamente trabajamos temáticas ligadas a la comunidad judía y la Shoá. Entonces, en la medida de poderlo promocionar, poderlo contar, hemos tenido muy buenas experiencias en algunos lugares, que nos han vuelto a llamar. Por ejemplo Telecom, fue uno de los primeros, pero si este año volvemos a cerrar un nuevo convenio, hace 5 o 6 años consecutivos que lo estamos haciendo. Nos pasa mucho con las escuelas, algunos lo vuelven a pedir y otros se enteran por primera vez y después, obviamente, hay análisis de tipo presupuestario porque es uno de los recursos que tiene la institución.
-¿Quiénes son los que están trabajando en este programa de capacitación?
-El equipo del CES, la licenciada Verónica Constantino y yo; y después cuando son proyectos de más envergadura se recurre a otros docentes, pero mayormente somos nosotras dos. A algunas capacitaciones vamos al lugar y otras vienen acá, a la DAIA. Nosotras lo recomendamos mucho porque entrar a este edificio es en sí mismo un contenido. Hay mucha gente que nunca entró, porque que le daba miedo, incluyendo miembros de la propia comunidad. Entonces vienen, y hasta llegar a la DAIA, que está en el séptimo piso, hay que pasar por una plaza seca, donde se explican los monumentos, las marcas que hay, todo lo que pasó. Entonces llegan al séptimo, a la sala de sesiones de la DAIA, que es donde transcurren los talleres, ya con una sensación distinta a si nosotros hubiéramos ido al domicilio de ellos, algo que también lo hacemos.
-Usted ha viajado al interior tanto para presentar el Informe sobre Antisemitismo como por los temas relacionados con este programa de capacitación, ¿cuál es la recepción que observó?
-Hay una necesidad, en realidad en todos lados, pero a veces en el interior se nota un poco más porque son comunidades más chicas y con más necesidades de que lleguen actividades, y tienen una altísima necesidad por revisar estas temáticas. Porque aparte nosotros tenemos una perspectiva en la que entendemos que la problemática del prejuicio y la discriminación empieza en las casas, y entonces todos nos sentimos identificados con algo. El que empieza ahí y después en las grandes tragedias de la humanidad, llevaron esas situaciones a las peores consecuencias. Si pensamos en la Shoá, para llegar a Auschwitz alguien estuvo diciendo barbaridades en la sobremesa a los hijos; algún docente se lo dijo a los alumnos; algún periodista lo escribió en un diario, por tomar esto como caso. Salvando las distancias, en la Argentina de hoy, que no estamos en una dictadura y no hay violación sistemática de los Derechos Humanos, ni nada que se le parezca, pero que se habla tanto del bullying, hay grados de discriminación que no son tan graves, pero estamos seguros que aunque no sean tan graves si no los páramos pueden ser un caldo de cultivo peligroso.
-Estuvieron haciendo muchos trabajos con alumnos de escuelas. ¿Es un trabajo mucho más difícil que hacerlo con adultos?
-Sí, el tema es exactamente el mismo. Como nosotras somos docentes tenemos la ductilidad y la plasticidad de adaptarse al público, y la verdad que los chicos lo pescan al vuelo. Uno tiene que adaptar algo el vocabulario y trabajar más en las problemáticas que hay entre ellos. Siempre vienen acompañados por un docente que los conoce y ayudan, porque tienen información que nosotras no tenemos. Pero los chicos en algunas cosas son más fáciles porque están más frescos y tienen menos pudor para contar cosas que les pasan, algo que un adulto, capaz porque le da vergüenza o es políticamente incorrecto, se cuida más de lo que van a pensar. Entonces el trabajo con chicos, a veces, es más desordenado, donde hay que implementar más metodología pedagógica, más de juego, pero son mucho más espontáneos para sacar afuera lo que les pasa.
-¿Cuál es la perspectiva para este año?
-La idea para este año es multiplicar este servicio, ser realmente los referentes a nivel nacional del expertis y el Know how que nosotros venimos teniendo en estas temáticas: el armado de guías de difusión y de consulta, y de saber que cualquier grupo humano, con las características que fuere, que tengan una cotidianidad para compartir, le puede ser útil tener un espacio de reflexión sobre estos temas, porque si es en una empresa van a trabajar mejor, si es en un sindicato van a defender mejor los derechos de los trabajadores, si es un docente va a enseñar en otro clima. Es decir, esto eleva la calidad de vida.
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