Cuando Vidal no se parece mucho a Vidal

Cuando Vidal no se parece mucho a Vidal

Por ELIZABETH PEGER

La campaña en el territorio bonaerense está en marcha. Y tomó temperatura desde el arranque. El oficialismo decidió encarar la pulseada, de la que depende en buena medida la reelección de Mauricio Macri, con la premisa de que parte de una situación de debilidad electoral. Esa convicción se tradujo en una decisión audaz y casi extrema de María Eugenia Vidal, y de efectos aún insondables: la gobernadora optó por correrse de la zona de confort que siempre caracterizó su desempeño ante la opinión pública, dejó de lado el tan mentado rol de 'Heidi', para asumir una posición confrontativa, determinada a darle batalla a su principal adversario opositor. "Kicillof es Máximo (Kirchner), no tengo dudas. Y el proyecto es Máximo 2023", desafió Vidal la noche del domingo en el reportaje con Jorge Lanata. "Me alarma de la gobernadora que en otras campañas se hacía la buenita", le respondió el ex ministro de Cristina K, sorprendido por el golpe de timón en la estrategia electoral de la gobernadora, aunque decidido a aceptar los términos de la nueva dinámica del enfrentamiento provincial.

El plan del vidalismo tiene un objetivo central: enfocar su ofensiva en la figura de Kicillof para fortalecer el corte de boleta en la elección por el máximo sillón bonaerense. Cerca de la gobernadora afirman que en una pulseada mano a mano con Kicillof, la intención de voto favorable a su reelección supera en más de 10 puntos a la del ex ministro. Pero el arrastre de la fórmula presidencial de Todos y en especial de la figura de Cristina en el conurbano termina dando vuelta la ecuación. "Hoy estamos entre 2 y 3 puntos debajo de Kicillof", admiten en los despachos de La Plata. La muy baja performance que asignan las encuestas a la candidatura de Mauricio Macri en distritos clave (en La Matanza no llega a 20 puntos, y José C. Paz no llega a 15) es la principal explicación de ese escenario. Y en el entorno de la mandataria consideran prácticamente irreversible la tendencia en la intención de voto del Presidente en esos distritos.

Desde esa interpretación hay que leer el cambio de Vidal. No la tiene fácil: el corte de boleta no es una práctica habitual entre el electorado bonaerense. La gobernadora logró hacer historia en 2015 cuando consiguió un récord de corte de casi 7 puntos, circunstancia que terminó favoreciendo las aspiraciones de Macri de forzar el ballottage. En La Plata admiten, sin embargo, que en esta oportunidad no alcanza con repetir esa producción (prevén que necesitan unos 10 puntos de corte). Y suman otras dos diferencias importantes a la ecuación: en primer lugar, la advertencia de que Kicillof está lejos de ser otro Aníbal Fernández, y por otro, la convicción de que el malestar de los intendentes con la unción del ex ministro como candidato está lejos, al menos por ahora, de replicar la disputa que dividió al PJ provincial en 2015. Aguijonear en la línea de la interna peronista sería el otro recurso de Vidal para apuntalar el corte

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