Cuando el Papa alertó de la infiltración del modernismo en la Iglesia

Cuando el Papa alertó de la infiltración del modernismo en la Iglesia

Un día como hoy, en 1903, era elegido Papa Pío X, quien sucedía así al anciano León XIII. El Papa Sarto, pasaría a la historia de la Iglesia, entre otras cosas, por su lucha contra el modernismo.

 

Este peligro real, que afrontaba ya la Iglesia de principios del siglo XX, quedó reflejado en la advertencia que el Pontífice plasmó en la más conocida de sus encíclicas: Pascendi Dominici Gregis. El próximo septiembre, se cumplen 114 años de su publicación, pero lo cierto es que no ha perdido actualidad.

El documento pontificio empieza alertando de la peligrosa amenaza sin ningún tapujo:

“Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.

Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”.

Más adelante, el Papa no baja la intensidad de la advertencia:

“Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”.

Durante la encíclica, el Pontífice italiano expone las doctrinas modernistas, muestra las causas ―explicando las tácticas manejadas por ellos― y propone los remedios.

Durante el año, el trabajo y nuestras obligaciones diarias hacen que nuestro tiempo se vea reducido y a penas podamos leer. En agosto, muchos tenemos el privilegio de poder permitirnos unos días de descanso. ¿No es el mejor momento ―por no decir el único― para leer textos como el que hoy les comentamos?

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