Con velas y llevando en andas la cruz penitencial, la tradicional manifestación de fe convocó a miles de personas en el centro de la Ciudad.
Extraño ver salir a Bergoglio de la boca del subte A en una fecha como esta", dice con un aire de nostalgia Margarita, vecina del barrio de Caballito. Es toda menuda y tiene el pelo color ceniza, más ceniza por la oscuridad que la rodea. "Estaba allí paradito, esperando a los fieles, recibiéndonos a medida que íbamos llegando. El Via Crucis no es lo mismo sin él", se lamenta.
Mientras en el Coliseo de Roma Francisco recordó las 14 estaciones de la cruz que recorrió Jesús desde Jerusalem hasta su crucifixión y a partir de un duro, pero sentido discurso cuestionó que "todavía hoy vemos a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe", en la otra punta del mundo, los fieles hacían lo suyo. A partir de las 20:30 de ayer, desde la Plaza Lorea ubicada en Avenida de Mayo y Sáenz Peña hasta la Plaza de Mayo, se preparaban para pedir y para agradecer. En la misma ubicación donde años anteriores, histórica y sistemáticamente Francisco participó avivando la tradicional procesión.
Desde temprano los vasitos de plástico empezaron a circular en la plaza de mano en mano (esos vasitos baratos, de cotillón y también de café, que se usan para los cumpleaños infantiles) se preparaban para cargar con el peso de cada velita encendida que empezaba a calentar la noche –ya de por sí bastante calurosa con 30 grados de térmica– a fin de iluminar la estación, emplazada en la Catedral. Tal era la consigna. "No hay tanta gente como en años anteriores, muchos se fueron a la costa, pero tampoco esa es una excusa para no estar acá y poner el cuerpo", decía Marta, quien estaba vigilando a su pequeña nieta, Suri, arrodillada al pie de la cruz gigante, iluminada por velas, de más de 130 kilos, desplegada en el piso. Suri estaba junto a otros niños. Muchos niños en esta convocatoria, más que en otros años. "Agarrá la cruz, Suri, tocala, levantala, no tengas miedo", ordenó la abuela con suavidad. Este año, además de la tradicional cruz que cargaron los adultos y los jóvenes, se incorporó una tercera cruz, la cruz penitencial para los niños. "Acá somos todos hijos de Dios y los niños que cargarán la cruz lo harán de manera espontánea porque lo sientan. Le vamos a ofrecer la cruz y ellos espontáneamente la van a llevar, como la llevan los jóvenes, como la llevan los adultos. Aquí el que quiere acá se manifiesta", comentó a Tiempo Miguel Amigo, presidente de la Asociación Amigos de Avenida de Mayo. El lema de este año fue: "con esfuerzo e ideales podremos aspirar o mejorar la convivencia de hoy".
Por su parte, el cardenal Mario Poli inauguró la ceremonia pidiéndole a la gente que sin pudor, le haga la señal de la cruz sobre la frente de aquel que tenía al lado y bendijo luego los rosarios que los fieles llevaban sobre su corazón. Pasadas las nueve de la noche y con una plaza colmada de gente, de micros, de vendedores ambulantes de café, estampitas y posters del Papa Francisco, arrancó el mismo ritual de todos los años, la gente empezó a caminar a paso lento. Custodiados de cerca por la imponente figura del Cristo de “Buen Amor” y la sufrida imagen de la Virgen Dolorosa.
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