Confían en el Gobierno que cerrará en positivo la inspección fiscal del FMI

Confían en el Gobierno que cerrará en positivo la inspección fiscal del FMI

Se afirma en el Ejecutivo que el dato del primer trimestre (-0,3%) será aceptado, pese a la contabilidad especial.

Por Carlos Burgueño

Si bien lo que se refleja desde Washington en las pantallas del Zoom con el que avanzan las fiscalizaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) es prudencia y debates técnicos, desde Buenos Aires crece la esperanza. El Ejecutivo está cada vez más convencido de que el organismo financiero finalmente aceptará los datos del primer trimestre del año, especialmente en el capítulo más importante que el país debe cumplir: la evolución del déficit fiscal. Lo que se desprende de las primeras jornadas de fiscalizaciones es que no hay mayores cuestionamientos desde el otro lado de los Zoom, y el resultado de un desequilibrio entre ingresos y gastos de 0,3% entre enero y marzo será avalado y recibiría el tilde verde. Si esto ocurre, sólo restaría fiscalizar la evolución de las reservas en el mismo período, el nivel de crecimiento de la economía y la política monetaria aplicada desde el palacio de Hacienda, para que Argentina reciba la aprobación del primero de los tres exámenes que el gobierno de Alberto Fernández tendrá que superar para que el Facilidades Extendidas permanezca vivo. Si bien se reconoce en Buenos Aires que esta primera revisión es, en teoría, la más fácil de superar; el momento de recibir la aprobación será un espaldarazo a la gestión de Martín Guzmán para poder continuar con su estrategia fiscal, monetaria y cambiaria para el período abril-junio; el que, obviamente, presenta más complicaciones fiscales que el período en evaluación.

Lo importante del 0,3% de déficit del primer trimestre se ubica en sintonía con el 2,5% comprometido para todo el 2022. Incluso puede hablarse de algún sobrecumplimiento, ya que se trata de un desequilibrio de unos $192.700 millones, cifra que se ubica por debajo de la meta de $222.300 millones del resultado comprometido. Sin embargo, saben ambas partes, a la cifra se llega con algunos movimientos contables polémicos; los que a los ojos de Guzmán y su equipo estarían en sintonía con lo negociado con el FMI y lo aprobado por el organismo en la reunión del board del 25 de marzo pasado.

Se trata de la contabilización como ingresos por unos $124.000 millones (casi la totalidad del desequilibrio) y mucho más que el sobrecumplimiento de $30.000 millones, que son parte de las colocaciones de deuda que realizó el Gobierno durante los primeros tres meses del año, explicados por la diferencia entre el lanzamiento de la deuda y el valor nominal de mercado (el famoso Valor Presente Neto) de la misma. Se trata de una especie de “rentas de propiedad” de los activos del sector público, cuyo valor se incrementó por los movimientos del mercado, y que según los analistas no deberían ser tomados como ingresos genuinos del Estado Nacional; salvo que se aclaren como no disponibles o por fuera de las metas fiscales.

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Para Economía todo es lícito y abierto al análisis, sin contabilidades ocultas. O, dicho de otro modo, lo que importa que el FMI lo apruebe como válido. Al presentar los datos del primer trimestre, la secretaría de Hacienda de Raúl Rigo había dicho que hacia marzo “el incremento nominal del déficit primario se encuentra dentro de los valores previstos al inicio del ejercicio, incluso considerando los efectos del alza de los precios internacionales sobre las cuentas públicas, generados por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania”. Y que, lo más importante, entre enero y marzo se registró un aumento real del 9,1% interanual de los ingresos totales, lo que “se asocia a la mayor recaudación de tributos ligados a la seguridad social y a la actividad económica, en el marco del proceso de crecimiento acompañado por una mejora de los salarios y una recuperación del empleo registrado”.

La esperanza de Economía es que los datos se aprueben en la misión de la próxima semana, junto con la acumulación de reservas en el Banco Central y el crecimiento proyectado de 4% del PBI para todo el año. Y que sobre la base de estos datos se avalen el resto de las variables que el país debe cumplir, y cuyo tilde verde está seriamente comprometido. Especialmente el dato de inflación y, en menor medida de inconsistencias, la política cambiaria y la emisión monetaria, terrenos donde el Palacio de Hacienda no puede mostrar resultados positivos y esperanzadores para el futuro. O al menos datos que proyectados para todo el ejercicio se acerquen a lo pactado.

La estrategia desde Buenos Aires, es que los números de las variables que sí se cumplirían, sean lo suficientemente sólidos y lógicos, para que opaquen a las metas y objetivos que ya se sabe no se cumplirán. Sabe Guzmán y su equipo, que en algún momento del resto del año, quizá durante las próximas misiones del FMI que restan para lo que queda del 2022, habrá que recalcular varias de estos números y porcentajes; y se necesitará renegociar un waiver general.

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