10 claves del Papa para “curar al mundo” de un virus más dañino que la Covid-19

10 claves del Papa para “curar al mundo” de un virus más dañino que la Covid-19

Pueden resumirse en una propuesta: superar la indiferencia, efecto colateral del individualismo

 

La indiferencia ante el sufrimiento de los demás, efecto colateral del individualismo en esta pandemia, se han convertido en un virus tan peligroso para la sociedad como la Covid-19, ha explicado este miércoles el papa Francisco en su tradicional audiencia semanal.

 

El Pontífice ha continuado su ciclo de intervenciones sobre el tema “Curar al mundo”, iniciado la semana pasada, con una meditación centrada en el argumento “Fe y dignidad humana”.

Presentamos en diez puntos el análisis y las propuestas del Papa Francisco, como camino de curación espiritual y social en esta pandemia.

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La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los últimos, por los que están más afectados, incluso de la creación, no podemos sanar el mundo.Es loable el compromiso de tantas personas que en estos meses están demostrando el amor humano y cristiano hacia el prójimo, dedicándose a los enfermos poniendo también en riesgo su propia salud. ¡Son héroes! Te puede interesar:Enfermera de 28 años embarazada muere por Covid, los médicos salvan a la bebéSin embargo, el coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias. Una de estas es la visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional. A veces miramos a los otros como objetos, para usar y descartar.A la luz de la fe sabemos, sin embargo, que Dios mira al hombre y a la mujer de otra manera. Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar; nos ha creado a su imagen y semejanza. De esta manera nos ha donado una dignidad única, invitándonos a vivir en comunión con Él, en comunión con nuestras hermanas y nuestros hermanos, en el respeto de toda la creación.Pidamos al Señor que nos dé ojos atentos a los hermanos y a las hermanas, especialmente a aquellos que sufren. Como discípulos de Jesús no queremos ser indiferentes ni individualistas, estas son las dos actitudes malas contra la armonía.Queremos reconocer la dignidad humana en cada persona, cualquiera que sea su raza, lengua o condición. La armonía te lleva a reconocer la dignidad humana, esa armonía creada por Dios, con el hombre en el centro. Te puede interesar:¿En qué consiste la dignidad humana?El ser humano, de hecho, en su dignidad personal, es un ser social, creado a imagen de Dios Uno y Trino.  Nosotros somos seres sociales, necesitamos vivir en esta armonía social, pero cuando hay egoísmo, nuestra mirada no va a los otros, a la comunidad, sino que vuelve sobre nosotros mismos y esto nos hace feos, malos, egoístas, destruyendo la armonía.El creyente, contemplando al prójimo como un hermano y no como un extraño, lo mira con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Y contemplando el mundo a la luz de la fe, se esfuerza por desarrollar, con la ayuda de la gracia, su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas de la historia.Mientras todos nosotros trabajamos por la cura de un virus que golpea a todos indistintamente, la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente para contrarrestar la indiferencia delante de las violaciones de la dignidad humana.Esta cultura de la indiferencia acompaña la cultura del descarte: las cosas que no me tocan no me interesan. La fe siempre exige que nos dejemos sanar y convertir de nuestro individualismo, tanto personal como colectivo; un individualismo de partido, por ejemplo.

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