El Centro Islámico denuncia una campaña de difamación

El Centro Islámico denuncia una campaña de difamación

Advirtió que "fanáticos" pretenden enemistar a musulmanes, judíos y cristianos y poner en peligro la paz social en el país. Apuntó contra referentes de la opinión pública. El texto del duro comunicado.

El Centro Islámico de la República Argentina (CIRA), denunció en un comunicado de prensa “una gravísima campaña de difamación llevada a cabo por fanáticos que pretenden enemistar a musulmanes, judíos y cristianos y poner en peligro la paz social en la Argentina”.

Texto completo del comunicado del CIRA:

Desde hace menos de una semana se viene orquestando una campaña difamatoria a través de la publicación de manera irresponsable de artículos donde se compara a los nazis con los árabes y los musulmanes, buscando fomentar el odio, la división y el enfrentamiento entre comunidades como la islámica, la judía y la cristiana que viven en paz, concordia y armonía en nuestra patria desde hace más de cien años.

Un prueba concluyente de lo que decimos es el abrazo fraternal que tuvo lugar en la Ciudad de Jerusalén el lunes 26 de mayo de 2014 entre el Papa Francisco I, el Sr. Omar Abboud, socio del Centro Islámico de la República Argentina, y el Rabino Abraham Skorka, Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano. Tres argentinos, uno católico, uno musulmán y otro judío unidos por la paz, el diálogo y el entendimiento mutuo.

Sin embargo, en las antípodas de esta posición, el escritor Marcos Aguinis, el viernes último (8 de mayo) en una nota publicada en el matutino La Nación, intitulada “La hipocresía que nutre al islamismo” (http://www.lanacion.com.ar/1790857-la-hipocresia-que-nutre-al-islamismo), y el periodista Federico Gaon en un artículo llamado “El macabro legado de Hitler en el terrorismo árabe” (http://opinion.infobae.com/federico-gaon/2015/05/11/el-macabro-legado-de-hitler-en-el-terrorismo-arabe/), publicado el lunes 11 de mayo de 2015 en el diario digital Infobae, basándose en falsedades, calumnias y tergiversaciones, acusan gratuita e impunemente a la dirigencia árabe (es decir, musulmanes y cristianos por igual) de tener como modelo político a Adolf Hitler y a su Estado criminal, racista y genocida.

El Sr. Aguinis es novelista pero es obvio que no tiene el menor respeto por la historia. Fueron los musulmanes los primeros en combatir el fascismo europeo. El Sheij Abd el-Krim al-Jatabi (1882-1963) fundó un estado democrático, la República del Rif (1921-1926) en Marruecos, y se vio obligado a luchar contra notorios fascistas españoles como los “africanistas” José Sanjurjo, Gonzalo Queipo de Llano, José Millán-Astray y Francisco Franco, y el mariscal francés Philippe Pétain, jefe de estado del tristemente célebre régimen pronazi de Vichy (1940-1944). Seguidamente, el Sheij Omar al-Mujtar (1862-1931), conocido como “El León del Desierto”, combatió al fascismo italiano de Benito Mussolini en Libia durante diez años pagando con su propia vida y con las de miles de sus compatriotas.

La película “Indígenas” (2006) del director francés de origen argelino Rachid Bouchareb, basada en hechos rigurosamente históricos, revela como los soldados musulmanes argelinos, marroquíes y tunecinos alistados en el ejército de la Francia Libre lucharon con el mayor valor contra el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial en Europa liberando extensas regiones de Francia y Alemania. Eso sí, su esfuerzo nunca fue reconocido y sus viudas jamás cobraron las pensiones que les correspondían por sus servicios patrióticos.

Y por último, un dato no menor. Nosotros los musulmanes tenemos también una heroína como Ana Frank. Se llamaba Nur Inayat Jan (1914-1944). Era una hermosa, tierna, inteligente y valiente muchacha musulmana de origen indostano que se alistó en el servicio de inteligencia británico y se infiltró en el París ocupado por los nazis llevando a cabo riesgosas labores de radiotelegrafista para ayudar a la resistencia clandestina francesa. Debido a una delación, fue arrestada y fusilada en el campo de concentración nazi de Dachau (Alemania) en septiembre de 1944 con sus florecientes 30 años. Ejemplos como estos abundan y son harto elocuentes respecto de que los musulmanes fueron siempre enemigos acérrimos del nazifascismo y defensores de la libertad, la democracia, la justicia y la independencia.

Marcos Aguinis también comete un grosero error (¿un acto inducido tal vez?) al usar el vocablo “islamismo” que para el lector común y desinformado es sinónimo de Islam. El término para identificar a los elementos terroristas del autodenominado “Estado Islámico” y otros grupos similares (yihadistas, etc.) es de seudomusulmanes, o simplemente de terroristas, ya que aquí la religión del Islam no tiene absolutamente nada que ver. Esos mercenarios criminales del ISIS no solamente asesinan cristianos, y otros grupos minoritarios como los yazidíes, sino que se ensañan particularmente con los musulmanes, sean hombres, mujeres, niños o ancianos.

La primera expansión del Islam en los siglos VII y VIII no significó para los pueblos del Cercano y Medio Oriente, de Asia Central, África del Norte y la Península Ibérica, una renuncia a su identidad cultural, dado que una de las reglas del juego era la igualdad, lo cual implicaba que el Islam no significaba superioridad de los árabes sobre el resto. Ya lo había anticipado el Profeta Muhammad (ByP) cuando dijo: “Todos los hombres y mujeres son iguales como los dientes del peine del tejedor: no hay superioridad del blanco sobre el negro ni del árabe sobre el no árabe”. Una prueba indiscutible de esa tradición es que el primer muecín o almuédano (el responsable de convocar a viva voz las cinco oraciones diarias) del Islam fue Bilal Ibn Rabah al-Habashi (580-640), un negro etíope.

Marcos Aguinis incluso se atreve a negar la islamofobia apelando a la falacia de que «La confusión y la hipocresía se manifiestan con intensidad al acuñarse la palabra “islamofobia”. No hay tal. En Europa viven más de veinte millones de musulmanes que pueden acceder a todos los derechos.», afirma. En muchos lugares del mundo viven millones de judíos que tienen todos los derechos, pero todos sabemos que existe el antijudaísmo. Precisamente, son los artículos que Marcos Aguinis acostumbra a publicar en La Nación los que se caracterizan por sus contenidos islamofóbicos y arabofóbicos que están penados por la legislación nacional argentina y que son rechazados por las mujeres y los hombres de ideales plurales y espíritu democrático.

Como corolario, Aguinis termina con una mentira sin aportar prueba alguna: “En el Medio Oriente, cuando ocurrió la invasión árabe del siglo VII, casi todos los habitantes eran cristianos. Por las buenas o por las malas fueron obligados a convertirse”. Es proverbial la historia de Al-Ándalus-Sefarad (711-1492), donde convivieron e interactuaron cultural y religiosamente judíos, cristianos y musulmanes. Hubo visires judíos de emires musulmanes como Ibn Shaprut y sabios cristianos como el Papa Silvestre II que estudiaron ciencias exactas en la Córdoba califal, y la filosofía de Ibn Gabirol, Avempace, Ibn Paquda, Ibn Tufayl, Averroes y Maimónides no fue otra cosa que la armonía de la fe con la razón. A ese período ejemplar se lo conoce académicamente como la Edad de Oro del Islam y la Edad de Oro del Judaísmo. Incluso personalidades venerables como San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y el Cardenal Nicolás de Cusa tuvieron el mayor de los reconocimientos por la espiritualidad del Islam y los musulmanes. Pero la mayor impostura de Aguinis es sobre que los cristianos fueron convertidos a la fuerza por los musulmanes. El Sagrado Corán es muy claro al respecto: «No cabe la coacción en la religión» (2:256)

Qué mejor que el testimonio del escritor y sociólogo libanés cristiano Amin Maalouf (nacido en el Líbano en 1949), galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2010, que nos plantea algunos interrogantes que deberíamos tener en cuenta a la hora de hacer el balance final sobre la historia de las relaciones de las tres religiones monoteístas y proponernos la construcción de un genuino multiculturalismo en este nuevo milenio. Dice así: «Si mis antepasados hubieran sido musulmanes en un país conquistado por las armas cristianas, en vez de cristianos en un país conquistado por las armas musulmanas, creo que no habrían podido vivir catorce siglos seguidos en sus pueblos y ciudades conservando su fe. ¿Qué fue de los musulmanes de España? ¿Y de los de Sicilia? Desaparecidos, desde el primero hasta el último, eliminados, forzados al exilio o bautizados contra su voluntad. Hay en la historia del Islam, desde sus primeros tiempos, una notable capacidad de coexistir con el otro. A finales del siglo pasado (XIX), Estambul, la capital del estado otomano que ocupaba tres continentes, aglutinaba en su población una mayoría de no musulmanes, sobre todo griegos, armenios y judíos. ¿Podemos imaginarnos que en esa misma época más de la mitad de los habitantes de París, Londres, Viena o Berlín no fueran cristianos, que fueran musulmanes o judíos?» (Amin Maalouf, Identidades asesinas. Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 71.)

Los musulmanes siempre han protegido a los cristianos en el Medio Oriente. Un ejemplo clásico y famoso es el del Sheij Abd al-Qádir (1808-1883) que salvó a los cristianos de Damasco. En julio de 1860, en la capital siria, mostró la nobleza de su carácter salvando a diez mil cristianos autóctonos y extranjeros (entre ellos varios cónsules) de las masacres perpetradas por mercenarios bajo instigación británica. Abd al-Qádir intervino personalmente con su guardia personal en el salvataje del barrio cristiano de Damasco.

Por esta noble acción, le fueron concedidas al Sheij Abd al-Qádir numerosas condecoraciones. Francia le otorgó la Gran Cruz de la Legión de Honor, Grecia le concedió la Gran Cruz del Redentor; también recibió la Orden de Medjidie Primera Clase del Imperio Otomano, y la Orden del Pontífice Pío IX (1846-1878) de la Iglesia Católica. Entre los que agradecieron su intervención, se contó al entonces presidente de los EE.UU., Abraham Lincoln (1809-1865).

Es interesante señalar que una ciudad del condado de Clayton en el estado de Iowa, ostenta la denominación de Elkader. La razón fue que sus fundadores, Timothy Davis, John Thompson y Chester Sag quisieron llamarla así, curiosamente, en honor del líder musulmán argelino que por entonces había salvado la vida de miles de cristianos. Elkader tiene cerca de 1500 habitantes y una superficie de 3.6 km² y ha firmado un convenio con su homóloga argelina Mascara, la capital del estado independiente argelino de Abd al-Qádir, declarándose mutuamente “ciudades hermanas”.

Marcos Aguinis (La Nación) y Federico Gaon (Infobae) no representan a nadie y viven a contramano de la sociedad argentina democrática, fraterna y pluralista. Con sus panfletos agresivos y difamatorios importan conflictos y buscan enemistar los corazones. Está muy claro que ambos no coinciden con la prédica de Francisco I. El Sumo Pontífice de El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica recomienda enfáticamente el diálogo interreligioso, la paz y la comprensión entre todas las confesiones religiosas, y en ese sentido la Comunidad Islámica Argentina está profundamente comprometida con el mensaje papal.

Aguinis y Gaon en lugar de apostar a la paz, al entendimiento y al diálogo optan por el odio y la perfidia y persiguen intereses inconfesables. En lugar de tender los puentes del encuentro y la concordia, buscan los abismos de la cizaña y la discordia. Rechazan el amor y proclaman el odio, ejerciéndolo sin reparos. Sin embargo, siempre hay tiempo para admitir el error y la retractación. Todo puede ser comprendido y enmendado. Se trata de reemplazar la obstinación con la sensatez y la hostilidad con la fraternidad. Ojalá así sea.

El Centro Islámico de la República Argentina seguirá firme con su consigna de que “Argentina es un ejemplo mundial de diálogo y convivencia”. Como musulmanes, nuestra obligación es erradicar la ignorancia, el odio y la violencia y que se establezcan la Paz, la Justicia y la Fraternidad entre todos los pueblos, culturas y religiones, ya que eso significa nada más y nada menos que proteger las criaturas de Nuestro Señor y Creador, Uno y Único, Graciabilísimo y Misericordiosísimo. Por eso el Corán sintetiza nuestra misión más encomendada: «Dios invita a la Morada de la Paz.» (Sura Yunus, Capítulo “Jonás”, 10:25).

El verdadero musulmán o musulmana no es aquel que recurre a la violencia o al crimen para defender su religión. El propio Corán revela cómo los creyentes deben contestar las provocaciones u ofensas contra su fe: «Los verdaderos siervos del Misericordioso son los que van por la Tierra con delicadeza y humildemente y cuando los ignorantes e imprudentes se dirigen a ellos con insolencia o vulgaridad, responden con palabras de paz.» (Sura Al-Furqan, Capítulo “El Criterio”, 25:63)

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