A casi un año de confinamiento ¿cómo se encuentra la Iglesia en México?

A casi un año de confinamiento ¿cómo se encuentra la Iglesia en México?

Entrevista a Felipe Monroy, director de VC Noticias: "La imposibilidad de realizar o participar en las peregrinaciones a los templos y santuarios de México ha sido la expresión más clara de la crisis"

 

En febrero de 2020 se dio el primer caso de contagio de coronavirus en México. El confinamiento fue decretado por el Gobierno a partir del 23 de marzo, pero ya en muchos casos, la población se había recluido por el conocimiento que se tenía del ritmo de los contagios en Europa.

La Iglesia católica mexicana ha tenido que sortear este largo período sin un solo apoyo gubernamental, con cierres totales o parciales, con aforos restringidos y pagando un altísimo precio en lo que se refiere a muertes de sus ministros. Al 31 de enero de este año habían muerto cinco obispos; 172 sacerdotes y religiosos; diez diáconos y siete religiosas.

Para conocer de primera mano este panorama, Aleteia entrevistó al periodista católico Felipe de Jesús Monroy, quien fuera director de la revista Vida Nueva y actualmente es director del portal informativo VC Noticias.

Afectadas las obras educativas, caritativas y espirituales

¿Cómo se encuentran en general las diócesis de México a casi un año de confinamiento?

Afectadas profundamente en su funcionamiento, tanto en el institucional como en los servicios que proveen. Algunos de los obispos aseguran que la incertidumbre no ha afectado la vocación de servicio y compromiso de los pastores; sin embargo, la falta de celebraciones, peregrinaciones y otras dinámicas de movilidad dentro de la Iglesia, sí ha afectado las obras educativas, caritativas y de asistencia espiritual en medio de realidades siempre demandantes.

A esto se añade la muerte de ministros, religiosos, agentes pastorales y miembros activos de comunidades parroquiales quienes son el rostro concreto y cotidiano de la Iglesia, ¿no es así?

Sí, por supuesto; su ausencia se siente en las localidades y en el trabajo que se hacía; sin embargo, también se advierte que, en la confrontación de la desafiante realidad frente a la fe de los sencillos, ha propiciado la renovación de una espiritualidad que vuelve a lo esencial: a ser una Iglesia pobre, a edificar desde la minoridad y a vivir el compromiso infatigable por el bien común y las necesidades del prójimo.

Enfocar los esfuerzos

¿Dónde se pueden centrar los principales problemas económicos y de atención a los fieles?

Me parece que en el soporte y patrocinio de instancias de solidaridad intra e intereclesial. Por ejemplo, la imposibilidad de realizar o participar en las peregrinaciones a los templos y santuarios de México ha sido la expresión más clara de la crisis en las dinámicas económicas de las parroquias y las diócesis.

Muchas de las misas, donativos e intenciones cubiertas por los peregrinos auxilian no sólo al santuario visitado sino a otras parroquias de la región e incluso de otras diócesis en comunidades empobrecidas. La falta de asistencia de fieles y de estipendios en los templos afecta sin duda al templo en particular; pero la falta de las masivas peregrinaciones en los grandes santuarios del país ha afectado derivativamente a otras comunidades.

¿Ha disminuido la atención de la Iglesia a los más necesitados?

Indudablemente. Por supuesto, ante la crisis generalizada, la Iglesia católica ha elegido enfocar sus esfuerzos, sus recursos humanos y económicos, en las necesidades materiales visibles y acuciantes como la falta de trabajo, de alimento, de medicinas y bienes de consumo indispensable, incluso de bienes emergentes o de difícil acceso como el oxígeno medicinal o la vinculación con servicios médicos y hospitalarios.

Acción en el espacio público

¿Y con los más vulnerables?

En efecto, en otras áreas de atención que realiza la Iglesia mediante las cuales también ampara y promueve a los necesitados sí se reportan escenarios devastados: principalmente en los centros de formación y educación, refugios y albergues, sanatorios y dispensarios. Sin duda la silenciosa pero revolucionaria contribución social de la Iglesia católica en el espacio público sí se ha visto afectada en detrimento de quienes más lo necesitan y que, históricamente, no han tenido nada excepto la caridad de los cristianos

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