Canarias ya no quiere ser un destino exclusivo de ‘todo incluido’ y busca un nuevo modelo turístico con la economía circular

Canarias ya no quiere ser un destino exclusivo de ‘todo incluido’ y busca un nuevo modelo turístico con la economía circular

Profesionales e investigadores del sector repiensan el modelo ante la amenaza del cambio climático y la caída del turismo de altas densidades por la pandemia, con rutas del vino, productos locales o la mejor gestión de residuos.

Sol, playa y un paquete turístico con todo incluido concertado a través de un turoperador. Es la forma de viajar que aún tiene, por lo general, el turista que viaja a Canarias; un modelo que ha llevado a llenar camas (15 millones de visitantes antes de la COVID), pero que ha demostrado su vulnerabilidad en caso de sufrir una pandemia como la actual y que lleva a ser replanteado ante la amenaza del cambio climático. La economía circular es la solución a la que apuntan profesionales del sector.

Para Masequera Almeida, emprendedora e impulsora de un negocio  turístico de Gran Canaria basado en actividades experienciales, se trata de una cadena de valor en la que empresas locales y un gran número de personas pueden ejecutar diferentes acciones que conformen una sola experiencia. Pero además, implica prácticas más sostenibles que lleven a tener una mayor resiliencia a los impactos del cambio climático y a futuras pandemias. Así lo expone, por ejemplo, Julia Martínez que es coautora junto a Francisco López del Pino de un artículo de investigación en el que detectaron 255 retos de la economía circular y que destaca que debe existir más apoyo político al sector para “fomentar la transición hacia un modelo de turismo circular que la haga rentable''.

Rutas del vino, circuitos gastronómicos y otras actividades experienciales se abren como posibilidades para un cambio de modelo. Precisamente, la de Gran Canaria se ha convertido en las últimas semanas en la primera ruta certificada del Archipiélago, un proyecto en el que ha venido trabajando desde el confinamiento Masequera Almeida, que se ha especializado en enoturismo. Explica que este tipo de actividades generan una nueva imagen de multidestino y permiten conectar directamente con los productores, conocer otras zonas de la isla y que se genere un impacto económico en esos municipios.

En su caso, impulsó en 2012 Handmade Tours, una empresa de turismo experiencial cuya idea surgió después de haber visto una noche en Televisión Española el programa Un país para comérselo. Al ver las localizaciones, producciones y paisajes pensó que sería capaz de aplicarlo al visitante del Archipiélago, de manera que fueran los propios agricultores, ganaderos y profesionales del sector primario quienes contasen su experiencia a los turistas y que estos pudieran degustar los productos durante las excursiones a queserías, cafetales y otras producciones. La actividad no está enfocada a que compren, ya que las producciones son pequeñas, pero sí a que se viva la experiencia. A su juicio, los canarios, son “los mejores anfitriones” porque son personas cálidas, cordiales y que abren las puertas de sus casas; un potencial que insiste que hay que aprovechar. 

Masequera defiende que apostar por la economía circular aplicada al turismo es también hacerlo por mantener vivas las tradiciones. Señala, no obstante, que toda la cadena de valor debe cuidarse y ser respetuosa con los animales y el medio ambiente y remarca que esas personas que dedican su tiempo a enseñar el producto y cómo se elabora deben cobrar por su tiempo. Entre los inconvenientes de este modelo subraya que todavía hay quien no está dispuesto a pagar un precio justo por la actividad y hay quien aún considera que es caro. Lamenta que una parte de la sociedad se haya “acostumbrado a lo gratis”, pero que no escatime en comprar a grandes marcas que no son respetuosas con el medio ambiente, por ejemplo. Y es que detrás de ese dinero que se invierte en las rutas que ofrece se encuentra el trabajo de todos esos productores que lo hacen posible. 

El modelo de Canarias aún está muy ligado a los turoperadores, lo que para la emprendedora refleja una mentalidad muy antigua, propia de los años 60. “Pero tenemos un turismo más activo, que existe y ya viene a Gran Canaria”, sostiene. “Llevamos 500 años produciendo vino y nadie lo sabe”, resalta Almeida, que considera que las sinergias con los hoteleros también son importantes para que animen a sus huéspedes a conocer otras partes de las Islas y no solo se venda esa imagen de todo incluido. “Nosotros mismos también tenemos que ser turistas más conscientes”, añade. Tanto ella como otros profesionales ya apuntan a que los viajes low cost irán siendo sustituidos por otros de mayor duración en los que se incluyan experiencias ya que en el norte de Europa la población está cada vez más concienciada en la lucha contra el cambio climático, por ejemplo. 

Empresas más sostenibles

Un reciente estudio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) ya advertía de que un 60% de las personas que visitan Canarias y Baleares están dispuestas a abonar un precio más alto por hospedarse si el establecimiento es ecológico y cuenta con política de ahorro energético. De hecho, Gonzalo Piernavieja, director del Instituto Tecnológico de Canarias, subrayó recientemente en la Universidad de Verano de Maspalomas que “en Canarias, el turista consume 2,5 veces más agua y energía, que el residente canario, pero también produce residuos”, por lo que la tecnología es clave en el reto de mejorar la gestión de residuos, algo que los expertos apuntan que ya hay establecimientos que trabajan en esta mejora. 

Otras investigaciones del Instituto de Turismo y Desarrollo Sostenible (TIDES) como la de Julia Martínez y Francisco López del Pino reflejan que debe existir un replanteamiento sobre la fiscalidad actual “que lamentablemente incentiva a las empresas a seguir con sus prácticas lineales y cambios en las normativas a nivel regional, nacional e incluso internacional que impiden una transición circular”, resalta la investigadora. Además, recuerda a este periódico que las regulaciones sanitarias sobrevenidas por la pandemia han impedido este último año las prácticas circulares en establecimientos turísticos o en la restauración, entre otros “donde se ha vuelto a los envases de un solo uso y a hábitos nuevos como envolver el mando de la televisión en plástico o poner los cubiertos envasados al vacío con una toallita higiénica. Lo que al final genera más residuos que no se van a poder reutilizar”, advierte. 

La investigación también detectó patrones que pertenecen al nivel microambiental referentes a los recursos como “falta de expertos y falta de ofertas de formación en economía circular” así como “sistemas, prácticas e infraestructuras insuficientes de gestión de residuos”. De hecho, en las encuestas realizadas a expertos, resaltaron que “los puestos en materia de sostenibilidad han sido los primeros en sufrir los recortes del COVID-19, con las consecuencias de una fuga de cerebros hacia otros sectores menos afectados por la pandemia”. Martínez añade que “si ya era complicado asegurar una adecuada gestión de los residuos (sobre todo en territorios insulares como el nuestro, que lo tienen más complicado por la orografía, la alta densidad de población y la presión añadida que ejerce el turismo),  la pandemia ha supuesto un aumento en la generación de residuos sólidos y de un solo uso”, entre los que enumera las mascarillas o los geles hidroalcohólicos. La COVID-19 también ha contribuido a que muchas empresas hayan tenido que cambiar sus prioridades, de manera que las cuestiones medioambientales han pasado a un segundo plano y su prioridad es sobrevivir ya que están al borde de la quiebra o se enfrentan a graves problemas de liquidez. 

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