Cambiemos se reorienta con la llegada de Massa al gabinete

Cambiemos se reorienta con la llegada de Massa al gabinete

La alianza descree de un éxito en la nueva gestión económica producto del “dilema de los márgenes”. El mayor desafío pasará por mantener la unidad, sobre todo en el Congreso, funcionar como meros espectadores y marcar la diferencia, sobre todo en el “plan de estabilización”.

Por

CARLA PELLIZA

Conveniencia, cautela, unidad y expectación. La inclusión de Sergio Massa al gabinete nacional no sólo reconfiguró el funcionamiento del Frente de Todos sino la estrategia de la oposición. El posicionamiento de Juntos por el Cambio sentó sus bases sobre la creencia de un fracaso prácticamente escrito para el oficialismo, no sólo por el poco tiempo que resta hasta las elecciones sino, sobre todo, por el “dilema” en la coalición gobernante: tomar las medidas que haya que tomar para garantizar un plan de estabilización, y pagar un fuerte costo político, o quedarse a medias y no lograr una transformación profunda que permita llegar con chances al 2023.

Sin distinción, la alianza entendió que el mejor escenario posible es el de un FdT que llegue al 10 de diciembre del año que viene para entregar el poder después de perder en las elecciones. El arribo de Massa habría logrado ese objetivo, o por lo menos generó el clima para creer que sucedería eso. Evitar la catástrofe. Una perspectiva favorable para todos, por varios aspectos. El más destacado, la necesidad de terminar los planes de gobierno y ordenar las internas cambiemitas. Si bien Juntos por el Cambio apuesta por un acuerdo, al menos partidario, todavía el cuadro pareciera mostrar PASO incluso dentro de las fuerzas miembro. 

Por otro lado, ninguno quiere ser el responsable de una gestión de emergencia, con baja legitimidad. Finalmente, el fracaso de Todos podría implicar cierta derrota de los extremos y propiciar una inclinación hacia opciones más moderadas. Un punto que no le convendría a los halcones. Por lo tanto, la llegada de Massa no sólo serviría más a los intereses de las presuntas palomas sino a la gran mayoría de los partidos integrantes de la alianza. Siempre y cuando, la gestión no derive en resultados extremadamente favorables.

La expectativa generada en la previa a la asunción se borró y volvió la nula esperanza. La previsión completamente negativa, aquélla que indica que Sergio Tomás no podrá generar modificaciones sustanciales. Esto sería así, básicamente, por un motivo y dos subdivisiones. El motivo: para la oposición, Massa está acorralado dentro de las distintas posiciones del Frente de Todos, mezclado con una alta imagen negativa en las encuestas.

Las subdivisiones: si el ministro hiciera lo que es necesario hacer para salir de la crisis –ordenar las cuentas y reducir el déficit -, el costo político sería muy alto de cara a la sociedad, ante la base electoral del Frente de Todos y frente a la vicepresidenta Cristina Kirchner. Por lo tanto, en caso de no querer confrontar, el funcionario no podría avanzar con ninguna de las reformas profundas y no modificaría el escenario de crisis. Contendría al núcleo duro pero mostraría fisuras por el otro costado. El dilema de los márgenes y, nuevamente, la teoría de las elecciones anticipadas ante el colapso.

En caso de optar por tomar las medidas que Cambiemos considera necesarias, la oposición no sólo acompañaría sin militar sino que evitaría pagar el costo político de avanzar con decisiones antipáticas. La alianza entiende que las correcciones de la macro necesitarán de avances para nada populares pero, aún así, planifica tomarlos en 2023 en caso de ser gobierno. De adelantarse el proceso, se compartirían las culpas y JxC saldría airoso por no ser responsable de la gestión. Que el Frente de Todos haga el trabajo sucio.

En ese escenario, el riesgo. Juntos por el Cambio debería hacer lo posible para preservar la unidad de una coalición diversa. En Congreso, por ejemplo, votar todos de forma unánime, ya sea a favor, en contra o por la abstención, como sucedió con la elección de Cecilia Moreau como presidenta de la Cámara de Diputados. La alianza no militará el ajuste, si Massa llegara a hacerlo de facto o mediante leyes en el parlamento, pero tampoco votaría por la negativa. Por ejemplo, en caso de llegar proyectos de baja de retenciones, tendría que acompañar. En caso de enviar iniciativas de creación o suba de impuestos, rechazaría. Según el caso, la respuesta, pero siempre en conjunto. El desafío. Sin embargo, por el momento nadie consideró posible que el ministro pueda pedir legislaciones vinculadas a la reducción del gasto porque tendría el rechazo del oficialismo. De vuelta, el dilema de los márgenes.

En ese escenario, entonces, el riesgo mayor sería el de la posibilidad de una división. Massa conoce las internas de Juntos por el Cambio y podría potenciarlas. Por el momento, las amistades de distintos líderes cambiemitas con el ministro quedaron suspendidas, en el Congreso se empezó a aceitar la muñeca interna, se compraron tapones de oídos para resistir el canto de sirenas y buscarán votar igual en cada ocasión para preservar la unidad.

Por eso, la oposición intentará ser un espectador de la realidad mientras arma su plan de gobierno para el año que viene. No hacer nada, sólo prepararse para intentar ganar la elección. Es que no vieron, por el momento, un discurso que pudiera robarles el lineamiento estratégico. Massa, al no poder hacer nada por el dilema de los márgenes, fracasaría. Al no impulsar las medidas publicitadas por Cambiemos, el punto de diferencia estaría ahí. Hasta ahora, eso se marcó con la crítica a la ausencia de un plan de estabilización concreto. Pero en caso de efectivamente presentar un programa, la tranquilidad radicaría en que el costo político lo terminará pagando el FdT. En la coalición opositora, entonces, el panorama sería win-win.

Que ese escenario ocurra dependerá pura y exclusivamente del fracaso de Massa y del Frente de Todos en general. “Mientras no salga bien” el cambio de gabinete y el planteo esbozado por el gobierno, podría servirle a la oposición. Sobre todo, a los más moderados, aunque ninguno manifestó desear un caos total. Sin subestimar, la opción de una transformación real quedó prácticamente descartada por la coalición justamente por la teoría del “acorralamiento”. 

Una variable. Si la gestión diera malos resultados, los halcones podrían esbozar que la moderación no sirvió y que es necesario adoptar medidas con mayor coraje y firmeza. Pero a un año de las PASO, la división entre halcones y palomas quedó un tanto desdibujada. Los duros son cada vez menos. Jorge Faurie, ex canciller de Macri que tuvo fotos con el equipo de gobierno de Patricia Bullrich, estuvo con Horacio Rodríguez Larreta en Rosario. El diputado Waldo Wolff también tuvo su encuentro con el jefe de Gobierno y se entusiasmaron los moderados. 

La ex ministra de Seguridad de Macri, sin embargo, mostró papiros importantes en imagen positiva y en aceptación territorial, con la gente. Pero Larreta empezó a aglutinar apoyos de la superestructura y de la dirigencia, sobre todo segundas líneas. A Bullrich le falta, hasta el momento, equipo de campaña. Algo muy importante para conseguir apoyos clave en la carrera electoral. Pese a ello, todavía la interna PRO no se mostró ordenada. Un apoyo de Macri al jefe de Gobierno no necesariamente implicaría una baja de la referente amarilla. Faltan muchos meses.

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