Argentina; beatos Angelelli y compañeros, “mártires del Concilio”

Argentina; beatos Angelelli y compañeros, “mártires del Concilio”

El vínculo con el Vaticano II resaltado durante la ceremonia de beatificación en la ciudad argentina de La Rioja, presidida por el cardenal Becciu

Desde las 10.42 del sábado 27 de abril de 2019, séptimo año de Pontificado de Francisco, Angelelli y compañeros se encuentran formalmente inscritos en la lista de los beatos, como se acostumbra hacer en las celebraciones de este tipo. En el palco construido en el parque de la ciudad de La Rioja, al sol fresco de finales de abril, en una explanada rodeada por palmas y con las primeras montañas de la pre-cordillera de los Andes como telón de fondo, el enviado del Papa, el cardenal Giovanni Angelo Becciu se refirió al «testimonio cristiano ofrecido hasta el martirio», habló de «dictadura militar, caracterizada por un régimen que consideraba indecente toda acción por la justicia social, tendida a la promoción de los estratos más débiles de la población en el marco de la doctrina social de la Iglesia», recordó «una fe –que promovían los cuatro beatos de hoy– que tuviera una incidencia en la vida para que el Evangelio se convirtiera en fermento de la sociedad y generara una nueva humanidad».

 

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Becciu también habló sobre hombres «enamorados de Cristo y del prójimo, que vivieron y murieron por amor», retomando al final de la homilía la famosa frase pronunciada por Angelelli como síntesis de su visión pastoral: «Con un oído al pueblo y otro al Evangelio».

 

 

Lo primero que es evidente en las cuatro beatificaciones celebradas en la tierra de Bergoglio es la línea que conduce desde Angelelli hasta Francisco, pasando por el Concilio Vaticano II, en cuyas sesiones, además, el obispo asesinado participó desde el principio. Angelelli fue elegido auxiliar de la segunda ciudad argentina, Córdoba, a finales de 1960, casi contemporáneamente a la convocatoria extendida a la Iglesia por Juan XXIII para participar en la cumbre. Estuvo en ella como padre conciliar en tres de sus cuatro sesiones, en 1962, 1964 y 1965. «Intervino con el voto en las deliberaciones de los trabajos conciliares», recordó Marcelo Colombo, actual arzobispo de Mendoza y firme propugnador de la causa que el pasado sábado llegó a su solemne fin en tierras argentinas.

 

Después Angelelli se unió al trabajo de la Iglesia argentina en el esfuerzo de aplicar rápidamente el Vaticano II a la realidad del país. La Coepal, Comisión Episcopal de Pastoral, creada ad hoc por los obispos de la nación sudamericana, fue el ente mediante el cual Angelelli tendría un papel decisivo en la elaboración de esa reflexión que acabará englobada bajo el nombre de «Teología del pueblo» de la que también Bergoglio formó parte. «Esta comisión –aseguró Marcelo Colombo– sacó adelante la intención aplicativa del Concilio y Angelelli trabajó principalmente en el área de la religiosidad popular, fue presidente de la comisión misma y participó en la redacción del texto que se proponía traducir el Vaticano II a la sociedad argentina, conocido como “Documento de San Miguel”, divulgado en 1969, o sea hace cincuenta años».

 

 

El cardenal Becciu se refirió explícitamente al camino que vincula Angelelli con el Concilio durante la homilía de la celebración; en ella definió a Angelelli y a sus compañeros como verdaderos «mártires de los decretos conciliares». Por «la obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado al Vaticano, en favor de los más pobres y explotados, y aplicado a la luz del cambio del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el vivo deseo de aplicar los dictámenes conciliares».

 

También es significativo el pasaje en el que el enviado papal comentó que las autoridades civiles de la época obstaculizaban con todas sus fuerzas el compromiso por una justicia social y para la promoción de la dignidad de la persona humana. «Oficialmente, el poder político se profesaba respetuoso, es más defensor de la religión cristiana, y pretendía instrumentalizarla, exigiendo una actitud supina por parte del clero y pasiva por parte de los fieles, invitados con la fuerza a exteriorizar su fe solamente en manifestaciones litúrgicas y de culto. Pero los nuevos beatos se esforzaron por obrar una fe que incluyera también la vida; para que el Evangelio se convirtiera en fermento en la sociedad de una humanidad nueva, fundada en la justicia, en la solidaridad, en la igualdad».

 

Beatos del Concilio, pues, y beatos contemporáneos, muy presentes en la sociedad argentina y en su Iglesia. Han pasado 43 años desde que murieron violentamente Angelelli, Murias, Longueville y Pedernera; han pasado 4 desde que comenzó el proceso de beatificación, solo 6 desde la condena a la cadena perpetua para los altos oficiales que perpetraron el crimen y uno solo desde la declaración del martirio “in odium fidei” que ha abierto las puertas de par en par a su beatificación.Muchos de los que en estos días han participado en las celebraciones en los diferentes puntos de la provincia que fueron el escenario de la vida y de la muerte de los cuatro beatos, y con los que hemos podido hablar en Punta de los Llanos (en donde fue asesinado Angelelli), en Camical (en donde fueron secuestrados y asesinados los sacerdotes Murias y Longueville) y en Soñagasta (donde fue asesinado el “padre de familia” Pedernera) conocieron a Angelelli personalmente y formaban parte de sus comunidades.

 

 

Muchos vivieron con Murias y Longueville, recibieron el bautismo u otro sacramento de sus manos, presenciaron, por decirlo de alguna manera, en vivo su secuestro, vieron sus cadáveres deturpados; la esposa de Wenceslado Pedernera, Martha Ramona Cornejo, está viva, y con una de sus tres hijas, María Rosa, escuchó en el parque de la ciudad de La Rioja la proclamación de la beatificación de su esposo acribillado ante sus ojos el 26 de julio de 1976.

 

Al final de la ceremonia, Arturo Pinto, el chofer de Angelelli en el momento del accidente provocado en el camino que conecta La Rioja con Camical, recordó ese último viaje y dijo que Angelelli era un «tipo duro», que no abandonaba ni el camino ni a su grey: «Lo tuvieron que sacar así del camino, con las malas» para poder detenerlo.

 

Mientras el primero de los tres grupos de obispos argentinos viaja a Roma para encontrarse con el Papa y uno de ellos, el arzobispo de la ciudad de Paraná, monseñor Puiggari, anuncia que, entre los propósitos del viaje está el de invitarlo a su país, el Papa “viaja” en cierto sentido a Argentina mandando algo de sí, un mensaje fuerte sobre la Iglesia que desea y promueve: «sinodal», la llama el actual arzobispo de La Rioja, Dante Braida, «comprometida con los pobres, bien arraigada en el pueblo, atenta a la valoración del laicado, presente y activa en la vida pública».

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