Aprovechá la cuarentena para reciclar los residuos y salvar el planeta

Aprovechá la cuarentena para reciclar los residuos y salvar el planeta

La separación de la basura es el primer paso para comenzar a proteger nuestra “casa común”. Muchos tucumanos ya empezaron a hacerlo y lo incorporaron como un hábito saludable.

 

Mejor o peor, nos estamos a acostumbrando a la cuarentena. Nos dieron mil consejos; inventamos mil juegos para los chicos; probamos mil recetas en la cocina; aprendimos a teñirnos y hasta a cortarnos el pelo, y -quizás- hasta probamos el sexo virtual. No nos gusta estar encerrados, en general, pero la vamos remando.

Hay otra cuestión: el horizonte, lo que se viene, lo que nos espera cuando salgamos de esto. ¿Se impondrán el teletrabajo, las teleconsultas médicas; las recetas electrónicas, los pagos y las compras “de todo” por internet?; ¿seguiremos usando tanto delivery?; ¿habremos aprendido a no amontonarnos, a respetar los turnos? ¿Cómo será la vida “normal” después de todo esto? Los optimistas sueñan con que de esta pandemia salgamos mejores, y aunque lograrlo no sea sencillo, hay pruebas de que la naturaleza “disfruta” nuestra cuarentena: bajó la contaminación del aire, los animales recuperan espacios que habían perdido, las aguas de muchos ríos y canales están más limpias y claras...

“Estamos adquiriendo hábitos que tienen que llegar para quedarse”, señaló hace unos días el infectólogo Pedro Cahn refiriéndose al lavado de manos, al estornudo en el pliegue del codo... Deben quedarse porque nos ayudan a prevenir no sólo covid-19, sino un montón de otras enfermedades.

La salud del planeta

Hay otros hábitos que vale la pena construir en este período. Por ejemplo, separar residuos puede ser nuestro aporte a que la naturaleza siga “disfrutando” cuando todo pase. Porque pasará, y de todos depende que salgamos mejores.

 

 

“Nunca había tomado conciencia de lo que tiraba, hasta que empecé por cosas sencillas: lavar y guarda envases de yogur o de queso blanco; bandejas de telgopor; bolsas de azúcar, de arroz, de fideos; los sobrecitos de hamburguesa, de fiambre... Los plásticos flexibles los pongo en botellas de gaseosa y los presiono con un palo para que sigan entrando; si no logro llevarlos a Tafí Viejo (aquí no hay dónde dejarlos), al menos no los hará volar el viento desde el basural, desparramándolos por todos lados”, dice Cristina Mansilla (57), que vive en el centro de San Miguel de Tucumán.

“No hace falta mucho espacio; los cartones de huevos se aplastan, los tetrabricks de leche, se enjuagan y se pliegan; los vasitos van uno dentro del otro... -agrega-, así que puedo esperar a que termine la cuarentena”.

Osvaldo Díaz (45) y Sol Zerrizuela (31) en cambio, empezaron hace mucho. “De chica aprendí, en el colegio, la importancia de cuidar nuestro ambiente; y rápido descubrí que no es complicado -cuenta Sol-. De hecho, ahora que me cambié de casa y no tengo un espacio, lo sigo haciendo, y voy guardando todo en la caja de la camioneta, hasta que se pueda salir y vuelvan a funcionar los puntos de acopio”.

“Yo empecé a escuchar sobre este tema cuando iba a la universidad -cuenta Osvaldo, que se recibió de arqueólogo en la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT-. Y ya hace 20 años que lo hago. A esta altura, separo todo, hago compost y tengo mi huerta orgánica”. “Pero para empezar, y más si no se tiene un jardín, al menos es importante y muy sencillo separar lo que se puede reciclar: vidrios, papeles y cartones; metales, plásticos... -dice-. ¡Y el aceite de cocina usado! ¡Me había olvidado. Tengo guardados varios litros en unos bidones. No se echa a perder y en Tafí Viejo lo procesan para producir biodísel”.

Osvaldo y Sol viven en Yerba Buena, donde toda esta onda empezó hace años de la mano de muchos colegios. “En Yerba Buena hay mucha educación ambiental -destaca María Laura Paz Posse, de la Asociación Eco-solidaria Yunga de Pie-, y es un lugar ideal para estimular el proceso. Porque el reciclado es eso”.

El proceso -resalta- empieza con la separación de residuos y rescatar lo reutilizable; pero debe continuar en la cadena de acciones que permite dar valor a lo rescatado. Y en esto, la gestión del Estado (básicamente los Estados municipales) es crucial. “Separar es el primer paso, y es muy estimulante saber que intervengo en la cadena; pero si después todo termina en el basural, la gente no se prende en la iniciativa”, resalta, y lo sabe por experiencia.

Desde que a mediados del año pasado iniciaron el proyecto de recoger residuos secos (“por las fiestas, que aquí se hacen mucho, en Yerba Buena se descarta muchísimo vidrio”, informa al paso), el grupo que conduce María Laura llegó a colectar, días antes de que empezara la cuarentena, cerca de una tonelada y media de residuos secos por semana. Y por convenio con el CIAT, logran que su acción beneficie a tres merenderos. “Eso le da al proceso un nuevo giro -resalta-. Se logra la concientización sobre los beneficios para el planeta, y también la solidaridad para con el conciudadano que lo necesita asistencia alimentaria. Se arma una cadena virtuosa, y eso sí estimula la acción individual en casa”.

El sistema funciona así: por los residuos que se entregan al CIAT, la organización recibe unos bonos que le permiten, por canje, conseguir los alimentos para los merenderos. “Ahora estamos trabajando allí con un plan de emergencia, con donaciones directas pero si se flexibiliza el aislamiento (el tratamiento de residuos es tema prioritario) esperamos pode reabrir el ecopunto (Fleming esquina Imbaud) a fines de abril.

“El servicio de recolección de residuos es un servicio esencial, y el nuestro es complejo y completo -señala Alejandro Daniel Castillo, uno de los gerentes del Centro de Interpretación Ambiental y Tecnológico (CIAT), donde se cumple la gestión integral de residuos sólidos urbanos (RSU) de esa ciudad, y de algunas otras. La gestión de RSU es su especialidad: hizo la diplomatura en la Universidad I-Salud.

“Estuvimos cerrados las primeras dos semanas de aislamiento, pero la basura no puede amontonarse en las calles... Y menos con epidemia de dengue, como tenemos -resalta Alejandro, al que casi todo el mundo conoce como “Gaucho”-. Así que los dos puntos verdes (PV) que teníamos están funcionando de nuevo, y estamos construyendo el tercero”. Cuenta que los PV están ubicados en lugares accesibles, donde solían formarse basurales. Ahora hay en esos lugares una pequeña oficina donde promotores ambientales toman contacto con la gente y ayudan a concientizar (tomado todos los recaudos del caso), y hay cinco contenedores (“tipo escombreros”, describe): uno para todo tipo de vidrios; otro para papeles y cartones; un tercero para plásticos (“desde botellas de gaseosa a sillas rotas; todo sirve”, destaca): uno más para maderas, y el último para metales. “Y aquí también todo es bienvenido: desde latitas de cerveza hasta lavarropas que no anden más -insiste-. Todos los residuos separados son recursos”.

¿Y en la capital?

Hace unos años se habían instalado en diferentes lugares (plaza Independencia, las peatonales, entre otros) contenedores para que la población depositara la basura en forma diferenciada. Pero no funcionó. Los empleados de la empresa 9 de Julio le djeron en su momento a LA GACETA que no tenían en los camiones cómo separarla.

“ No es que no se pueda -asegura María Laura-. De hecho, organizaciones como Salvamos salvando, o Ecoser, de la Facultad de Bioquímica- han logrado ecocanjes muy exitosos. Pero hay que gestionarlo, barrio por barrio, junto con las organizaciones...”. “Los containers solos no convocan. Pero funciona bien cuando la sociedad civil, en una red en la que confía, se compromete -agrega- . Y el CIAT la recoge si está concentrada y separada apropiadamente. ¿No te parece una buena idea empezar ya a hacer lo tuyo para que el mundo no sea un gran basurero?

 

 

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