¿Por qué no aparece Dios en la Economía de Francisco?

¿Por qué no aparece Dios en la Economía de Francisco?

- La Economía de Francisco es el nombre de una iniciativa del Papa Francisco en la que invita a «jóvenes economistas, emprendedores y agentes de cambio del mundo» a abordar los problemas económicos del mundo. El proyecto pretende ser una fuente de energía y nuevas ideas para un mundo cansado y necesitado de cambios.

El principal vehículo para comunicar este mensaje es un sitio web multilingüe del mismo nombre que presenta los resultados de «escuchar» a los «pueblos» y a los «corazones» para construir un mundo mejor. Los eventos online y los vídeos ocupan

 una parte importante de la web y le dan una apariencia juvenil.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Si miramos bajo la superficie del proyecto, descubrimos viejos y conocidos errores. Aunque los objetivos declarados pueden parecer loables, la ideología subyacente es cuestionable. Todo lo que aparece en la página web parecería mucho más fresco si sus ideas recicladas no fueran tan rancias.

La Economía de Francisco es como nadar por una mezcla confusa que parece ser un revoltijo de informes de comisiones de la ONU, el manifiesto ecológico de Laudato Si, el activismo del Green New Deal y el caldero tribal del Sínodo de Amazonas. Y como la mayoría de los proyectos de «escucha» del Papa Francisco, éste sólo toma nota de lo que quiere escuchar.

El núcleo de la Economía de Francisco se encuentra en un mensaje hecho «en nombre de los jóvenes y los pobres del mundo«. Aunque el sitio web está diseñado para parecer juvenil, tiene un tono infantil y se lee como a Greta Thunberg. El mensaje introductorio de la web pide el cambio con el mismo tono desesperado y urgente: «Nuestros tiempos son demasiado difíciles para pedir nada más que lo imposible«.

Sin embargo, el llamamiento ofrece lo que parecía ser algo imposible: un mensaje inspirado por el Vaticano que no contiene nada que lo identifique como católico, ni siquiera como religioso. De hecho, en ninguna parte de este llamamiento de casi 900 palabras aparecen las palabras «Dios», «Jesús», «María» o «católico». Tampoco se menciona el pecado ni el vicio. El documento ni siquiera se dirige a los miembros de la Iglesia, sino a «economistas, empresarios, responsables políticos, trabajadores y ciudadanos del mundo«.

El proyecto es totalmente sobre la humanidad y ni menciona la divinidad. Tiene la voluntad de ser inclusivo, pero excluye a Dios de la solución de los problemas del mundo.

El aspecto materialista es especialmente evidente, ya que el único objetivo del proyecto es construir un mundo mejor a través de la economía. El proyecto está dividido en doce «aldeas», que son grupos de trabajo que discuten temas específicos.

Los doce temas de las aldeas son la gestión y el don, las finanzas y la humanidad, el trabajo y los cuidados, la agricultura y la justicia, el CO2 de la desigualdad, la vocación y el beneficio, la empresa y la paz, las mujeres para la economía, la energía y la pobreza, las empresas en transición, la vida y el estilo de vida y, por último, las políticas y la felicidad.

Estos temas ponen de manifiesto algunos ámbitos legítimos de preocupación. Además, el lenguaje empleado para expresarlos refleja los esquemas secularistas, ecologistas, socialistas y «woke». Para describir el proyecto con mayor precisión, quizás sería mejor consolidar las doce aldeas en cuatro grupos o koljoses con temas que reflejaran mejor la realidad igualitaria de sus propuestas.

Así, el primer koljoz podría destacar el tema de la lucha de clases y la igualdad. Un tema que se repite constantemente en la Economía de Francesco es la división del mundo en ricos y pobres o los conflictos generados por las políticas de identidad. En lugar de armonizar la sociedad, este grupo trata de destacar la lucha de clases como medio de realizar la justicia social.

[…]El koljós a favor de la ecología y la sostenibilidad promueve una nueva dictadura ecológica que busca orientarlo todo hacia el culto a la tierra. Así, se reclama una administración de los bienes comunes, en concreto los ámbitos de «la atmósfera, los bosques, los océanos, la tierra, los recursos naturales, todos los ecosistemas, la biodiversidad y las semillas«. Estos temas están en el centro de las preocupaciones para lograr la «justicia climática«.

La Economía de Francisco hace un llamamiento a las instituciones nacionales e internacionales para que promuevan e incluso «proporcionen premios» a aquellos que mejor puedan llevar a cabo «la sostenibilidad medioambiental, social, espiritual y, no menos importante, de gestión» que hará posible «la sostenibilidad global de la economía.»

Los objetivos y planes del koljós para el socialismo y la regulación global van más allá de las meras sugerencias. El socialismo engendra regulación y acción ejecutiva. Como todas las planificaciones socialistas, este grupo imagina leyes, acuerdos y tratados globales para hacer cumplir las buenas intenciones de los autores del proyecto.

Así, se piden políticas sociales «reconocidas en todo el mundo por una carta acordada que desaliente las opciones empresariales basadas únicamente en el beneficio«. Hay que hacer un nuevo pacto fiscal mundial para abolir inmediatamente los paraísos fiscales, que roban «el presente y el futuro«. No se menciona para nada la eliminación del comunismo de los países en los que gobierna.

Las nuevas instituciones financieras, y las ya existentes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, deben «reformarse en un sentido democrático e inclusivo para ayudar al mundo a recuperarse de la pobreza y los desequilibrios producidos por la pandemia«. Las grandes empresas y los bancos deben «introducir un comité de ética independiente en su gobernanza con derecho a veto sobre el medio ambiente, la justicia y el impacto en los más pobres«.

El último koljós pide la abolición de la guerra y la instauración de la paz. De este modo redondea el conjunto de reivindicaciones de la Economía de Francisco. «Los jóvenes no podemos seguir tolerando que se detraigan recursos de las escuelas, de la sanidad, de nuestro presente y de nuestro futuro para construir armas y alimentar las guerras necesarias para venderlas«.

La guerra se ve desde la perspectiva materialista marxista de las causas sistémicas. La desigualdad, la pobreza y la vulnerabilidad económica ponen en peligro la paz. La guerra nunca es justa. La guerra no es consecuencia del pecado, de la naturaleza humana caída o de ideologías perversas.

Por ello, los mercados se tachan de desequilibrados y se consideran fuentes de conflicto, mientras que las estructuras sociales más igualitarias fomentan la paz. La sostenibilidad social y medioambiental traerá la paz y eliminará la guerra para siempre.

La Economía de Francisco es un proyecto sin alma. Es una colección de frases hechas tomadas de la ecología, el socialismo y la política «woke». Su página web refleja ese forzado entusiasmo que caracteriza las «actividades juveniles» modernas propuestas por los clérigos progresistas posteriores al Concilio Vaticano II. Pero tras la apariencia de exuberancia juvenil se esconden los manidos errores materialistas, marxistas y ecológicos de tiempos pasados y presentes.

Estos proyectos son superficiales y poco atractivos porque no están centrados en fines eternos. No hay una llamada a la vuelta a la virtud personal y a la santidad ni a la lucha contra el pecado y el vicio. El llamamiento inicial de la Economía de Francisco no invoca a Dios ni busca la ayuda de su gracia.

El resultado es un llamamiento anodino a una existencia material igualitaria. Se pide a los jóvenes promotores del proyecto que se comprometan «a vivir los mejores años de nuestra energía e inteligencia de modo que la EdF pueda aportar cada vez más sal y levadura a la economía de todos«.

Este tipo de llamamiento es contrario a la tradicional llamada de la Iglesia a la santidad. En tiempos en que los principios del Evangelio informaban a la sociedad, los corazones y las mentes de la cristiandad se volcaron en el sublime espíritu del Vía Crucis. Este espíritu impregnó la economía, el arte y el pensamiento, y dio valor, significado y belleza a todas las cosas humanas. Así, la economía del «Vía Crucis» se expresó en los sacrificios y la austeridad vinculados a la satisfacción de las necesidades económicas humanas.

La humanidad nunca encontrará la paz -la tranquilidad del orden- hasta que vuelva a Dios, el centro de todas las cosas. Debe obedecer una vez más el consejo divino: «Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura» (Mateo 6, 33).

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