Monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, encabezó los ritos litúrgicos. Primero la bendición de ramos y la lectura del evangelio, en una pequeña tárima montada en Yrigoyen y San Martín y luego la misa en el altar armado en las escalinatas de la Catedral.
Se realizó al aire libre la celebración del Domingo de Ramos, con la que comienza la Semana Santa, la semana mayor de los cristianos. Monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, encabezó los ritos litúrgicos. Primero la bendición de ramos y la lectura del evangelio, en una pequeña tárima montada en Yrigoyen y San Martín y luego la misa en el altar armado en las escalinatas de la Catedral.
“Con esta celebración, entramos en la Semana Santa. Tiempo de gracia y ocasión de un crecimiento espiritual. Días en que podemos tener una experiencia más intensa de la misericordia de Dios. Horas de compromiso para convertirnos en testigos e instrumentos del amor misericordioso y redentor de Cristo”, inició diciendo el obispo en su homilía. Luego detalló, explicando el significado de este domingo de Ramos “la celebración de este domingo tiene este doble carácter: por un lado festivo, tratando de imitar con nuestros ramos y nuestros cantos a la muchedumbre que aclamó a Jesús como Mesías salvador; por otro, las oraciones y lecturas de la Misa nos sumergen en el clima de la pasión de Cristo, anunciada en Isaías, narrada por San Lucas e interpretada por San Pablo. La fiesta cede el paso a la seriedad. A la gloria de la resurrección se llega por el camino estrecho del amor crucificado”.
Más adelante, haciendo referencia a la realidad actual, el obispo remarcó “al contemplar con los criterios de nuestras convicciones cristianas la realidad social de nuestra patria y los acelerados cambios culturales, podemos sentir la tentación del desaliento. Así como los fariseos deseaban que Jesús impusiera silencio a sus discípulos, también hoy cierto laicismo cerrado se irrita cuando la Iglesia, además de defender la justicia social, predica también su doctrina sobre el evangelio de la vida o sobre el matrimonio y la familia”.
“El desaliento es una tentación que debe ser vencida por una adhesión más profunda y cordial a la verdad. Es oportuno recordar aquí palabras de San Juan Pablo II, en su carta Al comienzo del nuevo milenio: ‘Se debe prestar especial atención a algunos aspectos de la radicalidad evangélica que a menudo son menos comprendidos, hasta el punto de hacer impopular la intervención de la Iglesia, pero que no pueden por ello desaparecer de la agenda eclesial de la caridad’. En su peregrinación por la historia, a lo largo de veinte siglos, la Iglesia ha mostrado su capacidad de superar los desafíos culturales más profundos manteniendo su identidad en la fidelidad al Evangelio. De aquí sacamos nuestra fuerza. El camino no es disimular la verdad ni convertirnos en mundanos para ser aceptados”, enfatizó el pastor de la Iglesia Católica de Mar del Plata.
Por último ante la multitud de fieles, monseñor Marino invitó “a aprovechar estos días para una búsqueda más intensa de la intimidad con Cristo, mediante la oración y la meditación de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia de estos días, principalmente desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Pascua. El viacrucis del Viernes Santo es una ocasión para manifestar nuestra fe en los barrios de nuestra ciudad. Este Año de la Misericordia nos recuerda en forma especial la fuerza sanadora del sacramento de la Reconciliación con la confesión de nuestros pecados. En una palabra, reavivemos nuestra vocación bautismal de santidad y nuestro compromiso de testimonio misionero”.
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