El acuerdo con China fue buscado por todos los últimos pontífices

El acuerdo con China fue buscado por todos los últimos pontífices

Las tentativas de diálogo se remontan a la llegada de Mao, recordó. Durante el papado de Pío XII se hicieron cuatro borradores que fracasaron. Finalmente, Benedicto XVI aprobó el convenio que recién firmaría Francisco. Cuál es su alcance y sus límites.

El acuerdo provisional que la Santa Sede ha firmado con la República Popular China en 2018 y que se refiere al nombramiento de obispos "es sólo un punto de partida", que ha dado algunos resultados: para que "el diálogo dé frutos más sustanciales es necesario continuarlo", afirmó el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, a días de que el convenio pierda vigencia y sea posiblemente renovado.

El purpurado lo dijo en el discurso de apertura de la conferencia organizada en Milán por el Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (PIME) sobre "Otra China. Tiempo de crisis, tiempo de cambio" con motivo de los 150 años de presencia de los misioneros en China.

Parolin explicó que todos los pontífices anteriores hicieron sucesivos intentos por acordar con China y hasta Benedicto XVI aprobó el proyecto de acuerdo sobre el nombramiento de obispos que finalmente firmaría Francisco en 2018.

El intento de Pío XII

El cardenal hizo un poco de historia, remontándose a la presencia del jesuita Matteo Ricci en China a finales del siglo XVI, y luego recordando la llegada de los misioneros del PIME hace un siglo y medio en Henan.

Parolin citó luego las tentativas de diálogo que llegaron con el ascenso al poder de Mao y la República Popular China.

El 17 de enero de 1951 -dijo el secretario de Estado- las autoridades invitaron a algunos obispos y sacerdotes católicos a una reunión con el primer ministro y el ministro de Asuntos Exteriores Zhou Enlai. Se estableció que los católicos podían continuar siguiendo la autoridad religiosa del Santo Padre, pero tenían que asegurar una completa lealtad patriótica a su país.

Entonces comenzó el intento de redactar un documento que contuviera estos dos principios, en el que participaron no sólo obispos y sacerdotes sino también el secretario del internuncio Antonio Riberi y este último lo envió a Pekín. En los primeros meses de 1951 se redactaron cuatro borradores de un posible acuerdo, pero no se consideró satisfactorio.

Esto demuestra que desde los tiempos de Pío XII la Santa Sede sintió la necesidad de dialogar, aunque las circunstancias de la época lo hacían muy difícil.

"Creo que el fracaso de tal intento contribuyó -además de las tensiones internacionales: eran los años de la Guerra de Corea- a los malentendidos entre ambas partes y a la desconfianza mutua. Es un fracaso que marcó toda la historia posterior", reflexionó Parolon.

La reapertura del diálogo

Después de ese ensayo, pasaron casi 30 años antes de que se pudiera reabrir el camino del diálogo. "Recuerdo en particular el viaje realizado por el cardenal Echegaray en 1980 cuando China acababa de empezar a salir de la dolorosa experiencia de la Revolución Cultural. Desde entonces se ha iniciado un camino que, en medio de altibajos, ha llevado hasta el día de hoy", relató.

El cardenal explicó que todos los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han buscado lo que Benedicto XVI ha indicado como la superación de una "pesada situación de incomprensión" que "no beneficia ni a las autoridades chinas ni a la Iglesia Católica en China".

Citando a su predecesor Juan Pablo II, Benedicto XVI escribió en 2007: "No es ningún misterio para nadie que la Santa Sede, en nombre de toda la Iglesia Católica y -creo yo- en beneficio de toda la humanidad, espera que se abra un espacio de diálogo con las autoridades de la República Popular China, en el que, superados los malentendidos del pasado, podamos trabajar juntos por el bien del pueblo chino y por la paz en el mundo".

Precisamente en esos años, como escribió el cardenal Giovanni Battista Re hace unos meses, el Papa Benedicto XVI aprobó "el proyecto de acuerdo sobre el nombramiento de obispos en China, que fue posible firmar en 2018".

Malentendidos sobre el acuerdo

Parolin precisó también los alcances del acuerdo netamente pastoral refutando las lecturas políticas.

"Han surgido algunos malentendidos. Muchos de ellos se atribuyen al Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China objetivos que este acuerdo no tiene, o retornando al acuerdo, de acontecimientos relativos a la vida de la Iglesia Católica en China que le son ajenos, o de nuevo, vincularlo con cuestiones políticas que no tienen nada que ver con este acuerdo.

“Recuerdo una vez más - y en este punto la Santa Sede nunca ha dejado lugar a malentendidos o confusiones - que el acuerdo del 22 de septiembre de 2018 se refiere exclusivamente al nombramiento de obispos", aseveró.

El Secretario de Estado dijo que era consciente de la existencia de muchos otros problemas relativos a la vida de la Iglesia Católica en China. “Pero no ha sido posible tratarlos todos juntos y sabemos que el camino hacia la plena normalización será todavía largo, como predijo Benedicto XVI en 2007. Sin embargo, la cuestión del nombramiento de obispos es de particular importancia. Es de hecho el problema que ha hecho que la Iglesia Católica en China sufra más en los últimos sesenta años", subrayó.

Un primer objetivo alcanzado

"Por primera vez después de tantas décadas, hoy todos los obispos de China están en comunión con el Obispo de Roma –señaló-. Los que conocen la historia de la Iglesia en China saben lo importante que es que todos los obispos chinos estén en plena comunión con la Iglesia universal. Muchos de los que no estaban en plena comunión con el Papa en las últimas décadas fueron entrenados por misioneros, que conocían bien sus corazones y su fe". Muchos de estos obispos ilegítimamente consagrados "han pedido el perdón del Papa y la plena reconciliación". Esto demuestra que, al final, sus corazones no habían cambiado y su fe no había fallado".

Sin embargo, hasta hace dos años, la posibilidad de nuevas ordenaciones ilegítimas siempre ha estado abierta. Por eso era necesario, reiteró el Secretario de Estado, "enfrentar y resolver este delicado problema de una vez por todas".

La experiencia de tantos decenios demostró (y demuestra) que esa solución pasaba (y pasa) necesariamente por un acuerdo entre la Santa Sede y las autoridades de la República Popular China.

Por esta razón, la Santa Sede ha subrayado repetidamente que el objetivo del acuerdo es sobre todo eclesial y pastoral. “De su aplicación depende la posibilidad de evitar -esperemos que definitivamente- la eventualidad de otras ordenaciones ilegítimas. En otras palabras, trabajar para evitar que la Iglesia en China tenga otras experiencias similares a las dolorosamente vividas en los últimos sesenta años", explicó.

El objetivo de la Santa Sede es, por tanto, pastoral: "ayudar a las Iglesias locales a gozar de condiciones de mayor libertad, autonomía y organización, para que puedan dedicarse a la misión de anunciar el Evangelio y contribuir al desarrollo integral de la persona y de la sociedad".

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