Actuar con premura ante la proliferación de micro basurales

Actuar con premura ante la proliferación de micro basurales

Se ha dicho otras veces que los micro basurales dispersos por la Ciudad forman parte del paisaje urbano y que, en esos casos, no se está hablando de ornamentos virtuosos sino de potenciales focos de infección, que proliferan sin que se atine a removerlos y sin que desde la órbita comunal se promuevan distintas campañas y acciones para evitar que se formen.

 

En las últimas ediciones se reflejó en este diario la existencia de esos focos en la zona de 18 y 44, con un contenedor desbordado de basura que actúa como verdadero “llamador” para residuos de diversa naturaleza; otro depósito de basura en la vía pública en la zona de 43 y 137; un tercero en el Barrio Hipódromo, con basura acumulada en las calles y un cuarto montículo de suciedad denunciado por algunos vecinos en 117 y 529, que atrae la presencia de roedores.

Una situación parecida se vive en la zona norte desde Ringuelet a Villa Elisa donde, en algunos sectores, desde hace dos semanas no se detecta la recolección de ramas producto de las podas de estación.

Nunca corren buenos tiempos para que ninguna ciudad permita la presencia de estos lugares malolientes, que hacen temer por la aparición de enfermedades como el hantavirus, entre otras, ya que son ámbitos propicios para generar todo tipo de infecciones, pero muchísimo menos ahora que se está luchando contra una de las pandemias más terribles de la historia. Se debe suponer, entonces, que todos los recursos sanitarios y de higiene deberían extremarse en todos los espacios, sin quedar circunscriptos a la higiene personal o a la de los domicilios.

Se ha señalado muchas veces, a lo largo de los años, que los micro basurales se conforman con bolsas de basura arrojadas donde no se debe, ramas, latas, vidrios, elementos en desuso como colchones o cualquier otro tipo de desperdicio domiciliario –y hasta con desechos de tipo médico- que vecinos desaprensivos arrojan en la vía pública. Está claro que la exposición a cielo abierto de esos restos origina la aparición de riesgos para la salud pública, entre ellos la proliferación de roedores e insectos que pueden convertirse en literales transmisores de enfermedades.

Aquí se ha se ha marcado, también en muchas ocasiones, que el tema involucra a la conducta ciudadana. Y que los propios vecinos tienen un alto grado de compromiso en el mantenimiento de limpieza pública. Hoy, más que nunca, incorporar hábitos ciudadanos que contribuyan a no ensuciar el espacio que es de todos, es una clave importante para garantizar la mejor calidad de vida de la población.

En ese sentido, no arrojar residuos a la calle; no contribuir a la formación de basurales; no suponer que uno “limpia” su propiedad arrojando los desperdicios propios a la vereda del vecino; respetar los horarios indicados para sacar la basura a la puerta; cumplir con un adecuado embalaje de los residuos, son todas conductas que cada habitante debería preocuparse por observar. En estos casos, la formación educativa y cívica de los niños y jóvenes debiera acentuar la divulgación de estos principios de convivencia.

Pero desde ya que la máxima e inmediata responsabilidad recae sobre las autoridades municipales, que deben ocuparse de garantizar un eficiente sistema de recolección de residuos y de limpieza general de la vía pública. En estas horas críticas que se viven, además, debiera promoverse una mayor presencia de camiones y móviles recolectores, que remuevan con presteza los peligrosos focos de infección existentes en la Ciudad.

 

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