Nos inspira la revelación divina que nos muestra que, desde los orígenes, Dios creo a la mujer con igual dignidad que el varón y toda la historia de la salvación está llena de mujeres que, más allá del fuerte contexto cultural adverso, sobresalieron en coraje, sabiduría y valor, y como tales son hoy ejemplos para seguir. De igual manera Jesús nos dejó su ejemplo en el trato contracultural que tuvo con las mujeres, el lugar que ocuparon en su ministerio el legado que les dejó y la posición que ellas tuvieron en los momentos cumbre de la vida, muerte y resurrección de Jesús.

Como cristianos, herederos de esta tradición de honra y valoración de la mujer, profundizamos acciones en pos de resaltar estas virtudes en la mujer, somos respetuosos de sus espacios, y entendemos que es muy valioso que puedan desarrollar sus aptitudes y actividades en total libertad.

Vivimos tiempos nuevos y en pocos años se ha logrado lo que no se alcanzó en siglos. Sin embargo, la alegría por las conquistas no debe ocultar lo mucho que falta. Nos duele de manera muy particular la violencia física y emocional que muchísimas mujeres aun padecen. Queda mucho por hacer. Además, en este camino de reivindicaciones no debemos caer en la tentación de la violencia ni en la estigmatización del varón por el solo hecho de serlo. Juntos, mujeres y varones, debemos trabajar por una sociedad más justa e igualitaria, sin abuso ni discriminación, valorando la plena dignidad que cualquier ser humano tiene por el solo hecho de ser criatura de Dios.

Jesús le dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Ve en paz.»  Lucas 7:50 (La Biblia)