Votos en todo el país, el foco en Buenos Aires

Votos en todo el país, el foco en Buenos Aires

Se vota en 24 provincias. Lo que se decide hoy y lo que se prefigura para octubre. Listas únicas: táctica preferida. Las ambiciones de Cambiemos. La centralidad de Cristina Kirchner. Los gobernadores peronistas, sus jugadas. Un vistazo a varias provincias. Las reglas vigentes, el contexto político que preocupa, el valor de la participación ciudadana.

 

Más de 33.193.000 ciudadanos tienen hoy el derecho-deber de votar en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales. Se cumplirá la primera etapa para renovar 127 diputados y 24 senadores, esto es, la mitad y un tercio de las respectivas Cámaras. La elección que define los cargos se realizará el 22 de octubre, con igual padrón. En ese momento podrán votar incluso los que no lo hayan hecho hoy: rigen sanciones para la abstención injustificada pero no la pérdida de ese derecho esencial. 

 

Todas las provincias eligen diputados, en tanto ocho renuevan senadores: Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz. 

El número de diputados varía en proporción (en parte desactualizada)  a la cantidad de habitantes de cada distrito. 

En el Senado la representación es igualitaria: cada provincia es representada por tres senadores, llegan dos por la primera minoría y uno por la segunda.

Los diputados salientes ingresaron en 2013, elección poco propicia para el Frente para la Victoria (FpV) que gobernaba por entonces. Los senadores entraron en 2011, año de la mejor performance del kirchnerismo nacional en las urnas. Los datos explican quiénes arriesgan más en el recambio, en cada Cámara.

En dos tramos se perfilará la nueva conformación del Parlamento nacional. Son 24 votaciones con candidaturas para cada distrito, no hay ninguna nacional. Todas son importantes porque, además de ungir autoridades, miden la legitimidad de los respectivos oficialismos, se insinúan escenarios para 2019. 

La clásica preeminencia de Buenos Aires se multiplica por presentarse allí la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “La provincia” define 35 de los 127 diputados, tiene empadronado a más del tercio del total nacional. Por eso, ha sido definitoria y muy predictiva del porvenir desde 1985. La irrupción de Cristina potencia esa característica y será (ya es) el foco de atención principal.

Lo que se juega: Las PASO rigen por imperativo legal desde 2011 inclusive. Esta es la cuarta experiencia, la segunda en comicios parlamentarios, “de medio término”.

Desde que se implantaron se puso en cuestión su funcionalidad. La mayor objeción es que pocos partidos realizan primarias, apelando a listas únicas. De cualquier modo, dada la multiplicidad de votaciones, siempre hay internas aunque es cierto que, en esta ocasión, son especialmente contadas para los cargos de mayor relevancia. Las hay en el peronismo santafesino o en el de la provincia de Chubut. Aclaramos que estos y otros ejemplos que se dan en esta nota son muestrales, incompletos. Es imposible abarcar la totalidad de las ofertas electorales, que se tratan en otras páginas de esta edición. Volvamos al eje.

Las PASO, en esos supuestos, definirán las listas para octubre, excluyendo sectores o distribuyendo espacios entre mayorías y minorías internas. Hay entonces, fuerzas y protagonistas que se juegan mucho hoy.

Los partidos “chicos” deben saltar una valla: el umbral del uno y medio por ciento de los votos válidos emitidos en la provincia en que participan. El piso es condición de supervivencia para octubre. Se polemiza acerca de la cifra y del método. Este cronista opina que es razonable exigir un mínimo de apoyo popular para intervenir en las elecciones decisivas. Mucho mejor que cualquier criterio o escollo judicial o administrativo. El porcentaje no luce excesivo ya que aun con esta limitación quedan centenares de partidos en la pista, muchos más que los proyectos de país o de provincia que puedan existir.

Hay quien afirma que las PASO son una encuesta sobreabundante y enorme. Es una exageración porque, como se dijo, existen algunas disputas. También porque la decisión soberana, aún en esta instancia difícil de comprender, es mucho más “sólida” que las respuestas a un sondeo. Una fracción importante de las preferencias expresadas hoy se repetirá en octubre. Imposible saber cuánto será, caso por caso. 

La medición emitirá una señal para los comandos de campañas y para los gobiernos municipales, provinciales y nacional. Cómo remachar o re direccionar mensajes, mostrar o esconder candidatos, repartir bienes o hacer actos. Los oficialismos en cada nivel están en condiciones de redoblar su “ventaja deportiva”: ejercer distintas formas de distribución de bienes, sea de modo sancto (leyes, derechos amplios o universales) o mediante el clientelismo más o menos craso.

Los votantes dispondrán en octubre de una oportunidad para reorientar o confirmar sus preferencias. La tendencia dominante en precedentes empíricos argentinos o internacionales es que se ratifiquen en buena medida las opciones elegidas, que los que puntean mejoren su cosecha y que los que cosechan poco estén en riesgo de diezmarse. Pero las tendencias sociológicas distan de ser inexorables, la casuística es enorme aun en la corta experiencia de las PASO. Por ejemplo, a la hora de la verdad, Cristina (presidenciales 2011) y el diputado Sergio Massa (parlamentarias 2013) mejoraron su excelente desempeño en las PASO. Pero la ahora gobernadora María Eugenia Vidal dio un batacazo en las generales dos años atrás, superando lejos su marca en las Primarias.

Por último: son los manejos de los partidos los que diseñan la competencia. Si se llegó a una instancia con pocas internas es porque muchos jugadores así lo quisieron. Entre ellos Cambiemos, la mayor parte de los gobernadores de otras banderías, la propia Cristina y el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Cada cual tuvo sus motivos para redondear la coincidencia no pactada.

Método y pretensiones: El presidente Mauricio Macri optó por la misma táctica predilecta del FpV cuando gobernaba. Imponer listas únicas sin internas, mezclando el peso del poder y la persuasión. Otra lógica compartida entre adversarios… 

Con un poco de buena voluntad puede decirse que Cambiemos se presenta en las 24 provincias, siendo la única fuerza que tiene ese recurso. Podrá argüir que primó en la sumatoria global de votos. No mentirá pero está por verse si expresa genuinamente el cuadro de situación.

El oficialismo ambiciona congregar a un tercio del electorado nacional, repitiendo grosso modo la performance de Macri en la primera vuelta de 2015. Con esas cifras, puede engrosar su dotación de diputados y senadores. PRO, a su vez, puede mejorar su proporción respecto de sus aliados, los radicales.

Una hipótesis óptima, de máxima, sería ganar en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad Autónoma (CABA), la única que pinta como asegurada, con amplio margen. 

Un resultado así implicaría una ratificación rotunda aunque seguramente no incidiría tanto en el diseño de las Cámaras del Congreso. Cambiemos seguirá en minoría en las dos, su aspiración (accesible) es que el peronismo en conjunto disminuya su mayoría en el Senado, sin dejar de ser la bancada más numerosa. 

Los cierres de lista dejaron algunos heridos, en particular correligionarios radicales que armaron alternativas en distritos importantes: CABA, Santa Fe y Entre Ríos, por ejemplo (ver asimismo nota aparte).

Otro precio de la unidad y de ser gobierno es quedar con pocos candidatos conocidos y con capacidad para adicionar votos a la coalición. Los más conspicuos “carenciados” son Esteban Bullrich (Buenos Aires) y Albor Cantard en Santa Fe. Al ex ministro de Educación ya lo aúpan Vidal y la diputada Elisa Carrió para hacerlo conocer y, dentro de lo accesible, callar. En Santa Fe, se intuye, habrá que aplicar el mismo método desde el lunes.

La mencionada Lilita y Héctor Baldassi son el caso contrario. Figuras con arrastre propio, tanto que el ex referí figura en la boleta con su apodo, “La coneja”.

La dirigencia de Cambiemos se lee-sabe ganadora en Mendoza, Jujuy y la CABA. Se asigna pasables perspectivas para prevalecer “de visitante” en Santa Fe, Córdoba, Santa Cruz y Entre Ríos. Sus adversarios reconocen, fuera de micrófono, que prevén competencias reñidas, difíciles.

Los compañeros gobernadores: Los gobernadores de origen peronista, fuera cual fuere su actual alineamiento, interpretan que se están jugando una partida brava, en la que se inclinaron también por la lista única (o casi) tratando de contener a todas las vertientes de compañeros en dispositivos frentistas.

Cercanos o distantes del macrismo desde 2015, ponen toda la carne en el asador. Varios “hacen jugar” a su actual vicegobernador como primer candidato en alguna lista: el cordobés Juan Schiaretti, el chubutense Mario Das Neves, el formoseño Gildo Insfrán y el tucumano Juan Manzur. 

El sanjuanino Sergio Uñac pulseó para que su hermano Rubén fuera primer candidato a senador. El apellido familiar se deja ver en las boletas, en tipo bien grande. 

Uñac prevaleció en la pulseada con(tra) su predecesor José Luis Gioja. El fenómeno se expande fuera de Cuyo. Los mandatarios de esta horneada tallaron más en el diseño electoral que sus antecesores, así fueran figuras de fuste provincial y nacional como el citado Gioja, el chaqueño Jorge Capitanich o el entrerriano Sergio Urribarri.

Schiaretti combinó las dos metodologías para implicarse: su pareja es la segunda candidata.

El salteño Juan Manuel Urtubey ha sido el más mimoso con Macri. Schiaretti le fue a la zaga, de cerca, pero ahora (asediado por “la Coneja”) defiende su reducto con uñas y dientes, valga la expresión.

Sabiduría de manual que privilegia la contienda inmediata que despunta hoy y cierra en octubre. Los gobernas miran de reojo a Cristina que, de vencer, quedaría posicionada como principal referente del archipiélago pan peronista. Desistió de intentar conducirlo desde que dejó la Casa Rosada, renunció a usar el sello del Partido Justicialista, escatima sus símbolos… pero la única verdad es el peso específico. Si “ella” gana, convulsionará la horizontalidad (bastante chata) de los principales dirigentes pejotistas.

Locales y visitantes: Cristina Kirchner cuenta con pocos gobernadores aliados. Alicia Kirchner en Santa Cruz, por cierto. Insfrán en Formosa, un pertinaz compañero de ruta del ala conservadora popular del PJ. El sanluiseño Alberto Rodríguez Saá se arrimó recientemente en maniobra cuya astucia se medirá andando el tiempo.

 Son escasas las listas con predominio kirchnerista con ambiciones firmes “de visitante”, en territorios que no gobierna. Las más destacadas participan en la CABA y Santa Fe. Daniel Filmus debe afrontar una interna sencilla en los papeles. La lista del ex ministro de Educación se insinúa como segunda, lejos de Carrió pero delante del neo radical Martín Lousteau (ver nota aparte).

Agustín Rossi enfrenta a la ex jueza Alejandra Rodenas en una disputa atractiva. La expectativa del sector del “Chivo” Rossi es lucirse en las PASO, garantizar la banca de diputado para el notable jefe de bloque del FpV y horadar su techo provincial.

De nuevo: la centralidad es de Cristina quien (se) juega en cancha ahora ajena. Arriesga mucho más que su invicto en elecciones nacionales, en las que se impuso por goleada, aprovechando el bonus de ser oficialista.

En circunstancias normales se daría por hecho que superara el largo 35 por ciento que logró Aníbal Fernández frente a Vidal. Y aún el 37 obtenido por Daniel Scioli en la primera vuelta. Sus oponentes confían en haberla limado mediante la incomparable embestida judicial mediática que la cercó desde diciembre de 2015. 

Los medios dominantes, el Gobierno y la temible “City” se arriesgaron a las PASO como una general. Las secuelas se anticiparían a octubre, de hecho están ocurriendo. Arguyen que el dólar se disparó por temor al revival K. Niegan que sea consecuencia de una política alocada del Banco Central que fomentó la bicicleta financiera, cuyo remate (por ahí su objetivo inconfesado) es siempre la fuga de capitales y el desmadre de reservas.

La vulgata macrista explicó hasta apenas ayer que CFK estaba desahuciada políticamente. Luego que su techo era bajo, ahora mismo que jamás podría imponerse en 2019. En simultáneo, con escasa coherencia y mucha malicia, vaticinan que si Cristina vence el regreso del populismo es casi un hecho. Todo está por verse.

Otros jugadores: Massa inició carrera ascendente en 2013 cuando llegó primero en Buenos Aires. Aliado con el PRO consiguió 16 escaños. Le quedan doce tras sucesivos movimientos del libro de pases, tan dinámico por deserciones o adhesiones plagadas de oportunismo. 

Hace dos años, apalancado en la provincia, se catapultó como presidenciable, logrando un llamativo tercer puesto. Fue aliado con el “cordobesismo” de José Manuel de la Sota y Schiaretti. Es impropio hacer proyecciones o hablar de encuestas hoy, lo posponemos para el inminente diario del lunes. Pero podemos insinuar que la base nacional de Massa se ha diluido. El hombre regresa a su reducto originario, en fórmula para el Senado con la diputada Margarita Stolbizer. Su situación es extraña: podría quedar bien parado saliendo tercero con un porcentaje razonable. En particular si CFK no ganara porque eso le habilitaría virtualidad para interpelar al pan peronismo desde su espacio post peronista, según la ingeniosa designación del diputado Felipe Solá.

El FIT es la más consistente representación de la izquierda, gracias a la sagacidad de haber armado una coalición que persiste y a la capacidad de algunos de sus jóvenes emergentes, en especial Nicolás del Caño y Myriam Bregman. 

Un cúmulo tal vez exagerado de partidos de izquierda sobre oferta representaciones. Todas deberán sudar la gota gorda para llegar a octubre.

La gente y el contexto: Diferentes tiendas políticas concuerdan en un diagnóstico: “la gente” está en otra, distraída o ajena a las elecciones. Nada excitada, lo que se equipara con la apatía. Los indecisos son multitud susurran los consultores que divulgan encuestas que informan otra cosa. Tal vez sea verdad, tal vez los votantes se definan en las últimas horas: no sería ninguna novedad. En el peor de los casos dispondrán de un lapso mayor a dos meses para ponerse en tema, involucrarse. 

Son, en el extremo, variantes de la capacidad de decidir del soberano. 

El contexto muestra circunstancias más afligentes con responsables políticos precisos. Al momento de cerrar esta columna, en la tarde del sábado, Milagro Sala sigue presa por decisión política de los gobiernos nacional y jujeño. Santiago Maldonado está desaparecido sin que el gobierno nacional tome nota, adopte las medidas determinadas por protocolos internacionales, aleje a la Gendarmería de las víctimas de su ataque armado. Hay responsabilidades públicas ahí mientras demasiados referentes políticos miran para otro lado.

La participación ciudadana es la savia del sistema democrática y el voto su máxima expresión, nunca la única. Ojalá se viva hoy una jornada intensa, garantizada por el sufragio universal y por el activismo de fiscales y autoridades de mesa, gentes de a pie. Y que el gobierno garantice el cumplimiento de las reglas, la participación y la buena fe. 

Si todo se conjuga, se vivirá una fiesta, más allá del variado conjunto de contingentes resultados. Hasta mañana.

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