“Una visita a la Argentina como sostenedor de una de las partes no le interesa al Papa”

“Una visita a la Argentina como sostenedor de una de las partes no le interesa al Papa”

José Luis Narvaja es sacerdote jesuita, como su tío Jorge Bergoglio, hoy Francisco. En esta entrevista exclusiva con Infobae expone los principios de la política papal. “Él promueve la unidad”, dice

Por Claudia Peiró

Civiltà Cattolica, la revista italiana de los jesuitas, publicó recientemente un artículo del padre Narvaja, "El significado de la política internacional de Francisco", que tuvo mucha repercusión: en opinión del sinólogo italiano Francesco Sisci, que vive y trabaja en Pekín, el análisis de Narvaja demuestra que ciertas concepciones de la China de hoy -que ha dejado en el pasado la lucha de clases para adoptar una visión de "sociedad armonizada"- pueden llevarse muy bien con el pensamiento papal: "el todo es superior a las partes"; "el tiempo es superior al espacio"…

Narvaja, habitualmente alejado de los medios -lo suyo es el estudio y la docencia-, accedió a explayarse en esta entrevista con Infobae acerca de la concepción política del Papa, la paz como finalidad de sus acciones, los puentes que busca tender en el mundo, la autoridad que ha adquirido en la escena internacional, pero también las dificultades para interpretar sus gestos que no deben ser leídos desde una perspectiva política partidaria.

De sus palabras se desprende que el Papa sólo vendrá a Argentina cuando pueda ser prenda de unidad y nunca para consagrar la supremacía de ninguna de las partes por encima del todo.

Como buen jesuita, también José Luis Narvaja comparte la atracción por el Oriente: "La sabiduría china enriquecería mucho a la Iglesia y al mundo", dice, al hablar del deseo de Francisco de reanudar lazos con ese país.

El padre Narvaja (51 años) divide su tiempo entre Roma y San Miguel (provincia de Buenos Aires), ya que enseña un semestre en Argentina, donde es profesor de Teología en las Facultades de Filosofía y Teología de San Miguel, y otro semestre en Europa, como profesor invitado en varias instituciones, a saber: el Institutum Patristicum Augustinianum, el Pontificio Instituto Bíblico y la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), además de la Pontifica Facolta' Teologica dell'Italia Meridionale (Nápoles) y la Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen (Frankfurt).

— Hace unos días, un periodista italiano de visita en Buenos Aires, dijo: "Ningún político italiano habla como el Papa". Lo mismo puede decirse de los políticos de acá. ¿En qué sentido puede verse una diferencia entre el discurso del Papa, que es muy político, y el de los políticos en general?

— Yo diría que la diferencia está en el concepto de política. El Papa tiene un concepto de política más vinculado a los orígenes de la política, como un arte de la polis, que significa ciudad en griego. Los griegos desarrollaron este arte para defender la ciudad. Defenderla en dos niveles, en el nivel interno y defenderla también de los peligros externos con la política exterior.

 Para el Papa, la polis es el mundo

— ¿Cuál sería el equivalente a la polis hoy?

— La sociedad, lo que querramos determinar como polis. Para el Papa, la polis es el mundo. En su caso, hablar de política externa no tiene sentido. Él piensa el mundo como una unidad, como una polis. Mientras que la política, como se ha desarrollado a lo largo de la historia, como la entendemos hoy, es el arte de las partes. Se llama el arte de lo posible, que es tratar de que cada una de las partes logre sus intereses o sus fines particulares. Pero no se piensa en el bien del todo sino en el de la parte. Y se trata de imponer los propios intereses, las propias necesidades, como si fueran el todo. Si uno piensa la política así, lo que no está dentro de esa parcialidad queda excluido. Nosotros sabemos que el Papa habla de una política inclusiva, habla de defender, de proteger, de incluir a los que quedan en la periferia. 

— ¿Cómo se compatibiliza ese concepto de unidad, de totalidad, con las diferencias que siempre van a existir? ¿Cómo se encara el conflicto a partir de ese concepto de totalidad?

— El Papa desarrolla cuatro principios: el tiempo es superior al espacio; la unidad es superior al conflicto; el todo es superior a la parte; y la realidad es superior a la idea. Que la unidad es superior al conflicto implica que el conflicto se resuelve en un nivel superior. Entonces, hay que encontrar ese nivel superior. Hoy el Papa trata de promover la misericordia y el amor como ese nivel superior. Para separarnos, para dividirnos, siempre vamos a encontrar una razón. Y eso requiere un esfuerzo intelectual, un esfuerzo, sí, de poner energías en aquello que nos une y no lo que nos separa. Por eso el Papa sale constantemente a buscar a aquellos que están en la periferia y nos invita a hacerlo. Porque ése es el trabajo político.

 Cuando Jesús lava los pies a los discípulos es un momento mítico en la historia porque se establece una nueva forma de poder que es el servicio

— ¿Esa sería la traducción del Evangelio a la política? Porque también el Papa les dice a los católicos que deben participar en política.

— Sí, podemos decir que esa es una traducción. Podríamos decir mucho más. Es clave, y el Papa lo dijo en una entrevista a (el diario católico francés) La Croix, el pasaje en que Jesús lava los pies a los discípulos. Eso no es solamente una anécdota; Jesús tuvo la intención fundante de una forma de poder que es el servicio. Porque Él dice "si yo que soy el Maestro y el Señor y hago esto, ustedes tienen que hacer lo mismo". Eso establece una línea de la que no se vuelve atrás. Es un momento mítico en la historia porque se establece una nueva forma de poder que es el servicio. Y eso es el Evangelio. Por otro lado, podemos decir también, si queremos precisar un poco aquello que propone Jesús en el Evangelio, o lo que hace Jesús, porque lo hace prácticamente, es salir, salir. Él sale, sale del Padre y vive en nosotros. Sale a buscar a las ovejas perdidas. Y sale de Jerusalén incluso para morir, porque Él muere afuera, no muere adentro. Muere fuera de la Alianza, fuera de la Ciudad Santa, como un excluido, como un abandonado.

— Extramuros.

— Sí. Esa sería un poco -podríamos hablar más- la traducción del Evangelio. Lo podemos decir en clave política pero política entendida como la entiende el Papa Francisco, no como parte. Porque podríamos decir también que la Iglesia se transforma en una parte y busca sus propios intereses y no los del todo, pero el Papa hace un esfuerzo constante para que no pase eso.

 Forzar los procesos es hacer violencia

— Un concepto interesante es el del tiempo. En la concepción de muchos políticos, y no sólo en el marxismo, está la idea de la voluntad: yo hago un, dos, tres, y consigo tal resultado. Y cuando ese resultado no se da, cuando las circunstancias les juegan una mala pasada, no entienden por qué. Porque no tienen conciencia de que no pueden controlar todas las variables, ni torcer el destino a piacere. Es un voluntarismo que lleva a la frustración.

— Bueno, que el tiempo es superior al espacio quiere decir que hay que respetar los procesos. El proceso lleva tiempo. Y forzar los procesos es hacer violencia.

— Sangre…

— Sangre… Tenemos en la historia infinidad de estos ejemplos, de este apurar los procesos o violentar los tiempos para conseguir un fin, para hacer en el corto plazo lo que requiere un largo plazo. Ahora, volviendo a los políticos. Ellos tienen un tiempo limitado y sabemos que la política partidaria busca el apoyo. Entonces yo, político, tengo poco tiempo para lograr convencer a la gente de que me dé su voto.

— Es una visión individualista, porque también podrían plantearse contribuir a que otro tome la posta y siga el camino, pero no tienen esa concepción.

— Porque en el fondo no buscan el bien común. Identifican el bien con el bien del partido. Y eso no es la política que propone el Papa: el bien común, el bien del todo es superior.

 El Papa dialoga con todos; aquel que quiere hablar con él con buen espíritu él lo acepta

— Podemos tomar su propia trayectoria como ejemplo porque en el momento en el que él fue elegido Papa podía no haberlo sido, podría haberse retirado al hogar de Flores. Y me atrevo a decir que hubiera seguido siendo el mismo Bergoglio de siempre. Consagrado a sus tareas y confiando en lo que Dios dispusiera para él. La mayoría de los políticos no tiene esa templanza.

— Sí, él siempre trató de cumplir lo mejor posible su misión, donde él sentía que se lo necesitaba y se lo misionaba. Eso incluye también la misión como Sumo Pontífice. Cuando él, antes de ser elegido Papa por el colegio cardenalicio, describe en su intervención la figura y las calidades del Pontífice que se requería en este momento de la historia, lo describe como un hombre muy cercano a Dios, muy cercano a la gente, un hombre que no se cierre sino que se abra, en el diálogo, en el proceso. Y eso es lo que está haciendo. Hay un elemento más en el tiempo, muy importante, que es el diálogo. El Papa dialoga con todos. Aquel que se le pone a mano y quiere hablar con él con buen espíritu él lo acepta y dialoga y le explica. Le explica, y va y viene, porque el diálogo no es magistral, el diálogo es hablar, exponer las propias ideas y escuchar al otro, y juntos ir descubriendo nuevos aspectos de la verdad.  

— Es llamativo que mucha gente que es atea, agnóstica o que, como mínimo, no tiene en cuenta a Dios en su cotidianeidad, espera sin embargo todo del Papa. Le pide que intervenga en todos los conflictos y lo responsabiliza, por acción u omisión, si éstos no se resuelven. ¿Por qué se da esta demanda desproporcionada?

— Porque reconocen la autoridad que tiene el Papa. Los Papas en general y éste Papa en especial, porque tiene una autoridad auténtica que viene de su forma de vida, de su forma de obrar, de sus propuestas, y le exigen que él las ponga en práctica. A veces desde abajo es difícil juzgar porque el que está a un cierto nivel de responsabilidad puede ver muchas perspectivas, muchas facetas, que el que está abajo no las comprende o no las ve y entonces a veces nos desilusionamos. Y la política como dije es diálogo y hay que aceptar y respetar el tiempo.

 El que busca su bien particular y juzga desde una perspectiva partidaria la política del Papa no lo va a entender

— Esta idea papal de política que contempla el todo no se lleva muy bien con el actual estado de crispación que hay en la Argentina, ¿no? De división o de grieta como la llaman algunos. La crítica al otro es casi invalidante. ¿Se vincula esto con la decisión de Francisco de no venir a la Argentina por ahora?

— Te voy a decir primero una cosa. Vos hiciste mención a la unidad y a las diferencias. La unidad no significa una destrucción de la diversidad. Por eso el Papa dice "la realidad es superior a la idea", porque la idea que es el concepto abstracto poda todas las diferencias para decir esta es la abstracción de todo. Y eso no es lo que propone el Papa, él propone la unidad de todos, aceptando las diferencias, pero sin poner como prioridad esas diferencias. Lo prioritario no es lo diferente, sino lo que nos une. Es lo primero que quería aclarar. Y ahora la situación argentina. La política del Papa es una política kerigmática; es un término poco usado, es un anuncio del Evangelio. No es teología, la teología podría llegar a ser ideológica, por distintas escuelas o por distintas posiciones. No, el kerigma es un anuncio de Jesucristo. Y él hace política como un anuncio evangélico. Y, así como el kerigma de la primera Iglesia es "Jesús está vivo, murió y resucitó y nos salvó", ahora el Papa dice "sí, este Cristo que está vivo nos llama y el amor es posible". Este es el punto de su mensaje, el amor está vivo y el amor es posible. Entonces, el que busca su bien particular y juzga desde una perspectiva partidaria la política del Papa no lo va a entender. Por eso se lo critica. Y por eso se lo usa. Porque el Papa habla con uno, habla con otros, sonríe a uno, sonríe a otros, no dice nada, hace silencio… todos esos son gestos del Papa. Sí, son políticos, pero si uno los lee mal, si los interpretan desde una política partidaria: por qué a una parte… no, el Papa es un Pastor y considera al mundo una ciudad,pero el mundo es la ciudad de Dios.

— ¿Pero entonces cree que por eso no viene? ¿Espera algún gesto de los argentinos o algún cambio en la Argentina?

— Evidentemente. Él habla y promueve la unidad, la búsqueda de unidad. Y no estamos buscando la unidad. Una visita a la Argentina en un momento en que tratarían de usarlo como un sostenedor de una de las partes; eso no le interesa al Papa. Porque eso destruiría su propósito político.

— Francisco ha hecho muchos gestos de "salida", ha visitado países que no son mayoritariamente católicos, quizás vaya a Rusia pronto, y expresó su deseo de ir a China. Recientemente, a raíz del artículo que usted escribió sobre la política del Papa, algunos expertos señalaron que ciertas concepciones de la dirigencia china de hoy, como la de "una sociedad armonizada" -a diferencia de otras etapas de la historia en que China privilegió la lucha de clases-, podrían llevarse bien con el pensamiento papal. ¿Hay algo de esto en el deseo de Francisco de tender puentes con China? Aunque ellos tienen una minoría cristiana que, como son muchos, 80 millones…

— (Risas) Más que cualquier país tradicionalmente cristiano.

— Claro, van a terminar siendo el país más católico (Risas). Pero, ¿por qué el Papa tiene tanto interés en ir a China?

— Él dijo "me gustaría ir a China, primero, porque China es un país sabio". Eso lo dijo él, lo demás lo puedo suponer yo.

 Esta sabiduría de China podría dar al mundo y a la Iglesia una perspectiva distinta que la enriquecería

— ¿Que sería…?

— Que la Iglesia necesita la sabiduría y las diferentes formas y expresiones de la sabiduría. Cuando la Iglesia romana se separó de la Iglesia oriental, no solamente perdió geográficamente: perdió una forma de ver la existencia que era totalmente distinta de la nuestra, no opuesta por supuesto pero era otro aspecto. Nosotros somos más pragmáticos, el Oriente europeo y el Oriente en general es más espiritual si queremos, es más contemplativo. Era una riqueza enorme para formar un pensamiento más armonizado. Esta sabiduría de la China podría dar al mundo y a la Iglesia una perspectiva distinta que la enriquecería. No sería exclusiva tampoco, pero enriquecería mucho a la Iglesia y al mundo. 

— También imagino factores geopolíticos, porque sabemos de las tensiones en el mundo presente, de las guerras que se libran a veces algunas potencias en terceros escenarios, entonces todos los puentes que se puedan tender contribuyen a bajar…

— …las tensiones. Claro, la paz es una de las prioridades del Papa. Los lugares que él visita y tiene interés en visitar son aquellos donde hay más tensión, donde la gente sufre más. Quiere llevar un mensaje de esperanza y de paz. Dentro de esta concepción unitaria, el Papa piensa que cuanto más se pueda sumar es mejor. Cuanto más se pueda mostrar a los otros que sumando se gana, que la suma de las partes no forma simplemente un todo, es una potenciación de cada una de las partes, donde el todo es más que la suma de las partes. Y hay otro aspecto, que es el discernimiento. La Iglesia escucha también cuál es la voluntad de Dios. Dios a veces calla, va hablando, va mostrando. Y eso requiere tiempo, no es automático. Y vemos que a veces decide un viaje de un día para el otro, como el de Lampedusa. El Papa leía el diario y veía lo que pasaba y se preocupaba, y un día, él me lo contó, dijo "tengo que ir". Y fue su primer viaje. Fue paradigmático para todo su pontificado. Fue una inspiración. Sintió que Dios le decía "ahí tenés que ir, porque ahí es donde está el sufrimiento hoy". Hay viajes organizados con tiempo, otros son repentinos. Porque es esto lo que se le impone a él también: tengo que ir ahí porque ahí pasa algo.

— ¿Le gustaría a usted ir a China? Parece que los jesuitas tienen especial atracción por el Asia.

— Bueno, hay una gran historia de China. Uno de los primeros compañeros de San Ignacio, murió en la puerta de China, sin poder entrar. Poco después, otro jesuita, Mateo Ricci, fue el primer misionero que entró en China. Hizo una labor enorme gracias a sus capacidades lingüísticas e intelectuales. La China aceptó. Luego de la muerte de Ricci hubo un retroceso en las relaciones, la Iglesia tomó una postura con respecto a los ritos que se habían desarrollado y esto alejó a China de la Iglesia. Entonces los jesuitas tenemos siempre ahí latiendo esa nostalgia por ese pueblo…

— ¿Usted ha ido?

— No, nunca he ido a China.

— ¿Le gustaría ir?

— Sí, ciertamente, a China, sí. Cuando era joven estudiante pedí ir a Japón.

— Igual que Bergoglio…

— Sí. De Argentina iban a Japón, por eso. Tengo compañeros en China también,  amigos que están allá. Sí, me encantaría. La China es fascinante, es compleja, pero es fascinante.

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