Veinte juninenses vivieron la experiencia de estar junto al Papa Francisco en Brasil

Veinte juninenses vivieron la experiencia de estar junto al Papa Francisco en Brasil
El padre Leandro, vicario de la Iglesia San Ignacio de Loyola y uno de los veinte integrantes de la delegación que viajó a Río de Janeiro, reveló detalles de un acontecimiento al que calificó como emocionante e inolvidable.

Veinte juninenses formaron parte de una de las delegaciones nacionales que viajó a Brasil para dar el presente en la Jornada Mundial de la Juventud que se desarrolló en Río de Janeiro y que fue encabezada por el Papa Francisco.

El padre Leandro, vicario de la Iglesia San Ignacio de Loyola y uno de los que participó de esa experiencia, habló con Democracia y brindó pormenores de un acontecimiento al que calificó como emocionante e inolvidable.

-¿Cómo define la experiencia vivida?

-No digo que haya sido el acontecimiento de mi vida espiritual o personal, pero sí el más importante a nivel de iglesia universal. Si bien me acuerdo que cuando era un joven de parroquia asistí al Encuentro Intercontinental de Jóvenes que se hizo en Chile, que fue muy importante, este acontecimiento adquiere una relevancia mundial y es ahí donde uno dimensiona la universalidad de la iglesia. Se pone de manifiesto el cómo a pesar de hablar distintas lenguas manejamos un mismo mensaje, y eso es lo impactante. La noche del Vía Crucis, no entender lo que se estaba rezando en chino o en otro idioma que uno no alcanza a reconocer pero sabiendo qué oración se está realizando, eso fue conmovedor. Se me hacía presente a cada momento ese relato de Pentecostés que dice que todos hablaban diferentes lenguas pero se entendían. Fue un gran Pentecostés este encuentro.

-¿Quiénes integraron la delegación que viajó desde esta zona?

-Participamos como pastoral juvenil de la arquidiócesis Mercedes – Luján. Fue gente de Vedia, Junín, O´Higgins, Chacabuco, Mercedes, Suipacha, Lobos, Jáuregui, Luján, General Rodríguez, Marcos Paz, Carmen de Areco y todas las localidades que componen la diócesis. De esta ciudad fuimos veinte, con integrantes de las parroquias Cristo Redentor, San José, San Francisco de Asís y San Ignacio.

-¿Cómo se prepararon para formar parte de este acontecimiento?

-Nos veníamos preparando desde el año pasado, porque esto conlleva no sólo una disposición espiritual sino también en lo referente a lo organizativo: reservar pasajes con anticipación, conseguir las inscripciones, acordar lo que íbamos a llevar y a dónde íbamos a ir, porque cada jornada es muy intensa. También nos preocupamos por ordenarnos como grupo, porque imaginate que en tres millones y medio de personas no es fácil que cien coordinen para ir juntos al mismo lado, en un mismo momento. Implicó una logística basada en celulares, handies, megáfonos, gorros blancos tipo piluso, sogas para ir sosteniéndonos en la masa y que nadie se perdiera, banderas y todo lo que ayudara a mantenernos juntos, porque te perdés en Río y te perdiste.

-¿Tuvieron la posibilidad de acercarse a Francisco?

-Lo que no pudimos fue dialogar con él. La Pastoral Nacional pidió un encuentro con Francisco, que no se dio. Pero él mismo pidió encontrarse con los argentinos, y fue un caos. El organismo que organizó las jornadas dijo “nosotros no nos hacemos responsables” de la seguridad, porque no estaba programada esa reunión. El consulado y la Pastoral Nacional tomaron el asunto por su cuenta, asistidos por la seguridad militar. La cita fue en una catedral con una capacidad para 20.000 personas amontonadas, pero acá la condición era que estuviéramos sentados. Francisco llegaba a las 12.30, así que desde la madrugada hicimos vigilia para no quedar afuera. El grupo nuestro fue el último que entró, aunque sólo pudimos ingresar quince de los cien. Fue un momento emocionante, inolvidable, y después caímos en la cuenta de que fuimos el primer grupo de argentinos a los que el Papa le habló.

-¿Qué sensaciones se percibían en el ambiente ante semejante acontecimiento y ante la presencia misma del Papa?

-Anoche en una cena con amigos me preguntaban justamente qué me había pasado al ver al Papa. Por cierto, Francisco es el vicario de Cristo y el hecho de que sea argentino es motivo de orgullo, pero no me emocionó tanto la presencia de él sino lo que iba generando a medida que iba pasando por los diferentes lugares que visitó en Brasil: el llanto, la euforia, el grito, el sentimiento respetuoso y religioso. Uno hasta se llega a preguntar qué estarán buscando de una persona que es como nosotros, pero a la vez es Cristo en la Tierra. En rigor de verdad, todos lo somos, lo que ocurre es que en su caso se torna más significativo por ser la cabeza de la Iglesia.

-Puede pasar que por tratarse de un Papa argentino, estemos muy obnubilados y hasta nos parezca que es lo mejor de la historia. Tratando de ser objetivos, ¿cuál es su visión sobre el mensaje de Francisco?

-Lo primero que no podemos hacer es un anacronismo y comparar con parámetros actuales a Pío XII o a un papa del Medioevo. El espíritu sopla donde quiere, cuando quiere y de la mejor manera posible, en las luces y en las sombras de la Iglesia. Si nos ponemos a revisar toda la Historia, Francisco no dice nada nuevo. No sólo porque lo que expresan sus palabras ya lo ha dicho Jesús sino porque es un mensaje muy conocido, lo que pasa es que lo dice el Papa, y que lo diga él implica que llegue de inmediato a todos lados.

-¿Francisco llegó con un discurso que era necesario?

-Era necesario en dos aspectos: por un lado, ad intra (hacia adentro), en el sentido de movilizar ciertas estructuras caducas o que no estaban respondiendo al ciclo del tiempo. Esto me hace acordar a la renovación necesaria que llevó adelante Juan XXIII cuando nadie se lo esperaba, una especie de sacudón; y por otro lado, ad extra (hacia afuera), ya que la gente estaba necesitando, no otro mensaje (porque lo que dice él lo puede manifestar cualquier otro cura), otra manera de que le transmitan las ideas y valores. Vos fijate que lo que él dice llega de manera concreta, sencilla.

-A Brasil asistió gente de todo el mundo. ¿Qué dicen de Francisco los sacerdotes y la comunidad católica del exterior?

- Mirá, hablando con franceses, ingleses y de algún otro país, me di cuenta que todos tienen la misma mirada: era necesaria una reforma. No por el hecho de que los curas estaban allá arriba, “achanchados”; la exhortación es más que nada interna, va hacia los curas, los obispos, los cardenales y también va a hacia la familia. O sea, moviliza a todos y nos despierta algo que teníamos dormido. Cuando pide que salgamos a la periferia significa que levantemos un poco la mirada, que observemos lo que está pasando a nuestro alrededor, incluso en nuestras propias familias. Cuántas personas hay que no saben lo que ocurre con sus hijos, con su pareja, con sus padres o sus hermanos, porque la inercia los va llevando.

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