Túnez; así viven en paz los cristianos y musulmanes en Ain Draham

Túnez; así viven en paz los cristianos y musulmanes en Ain Draham

Historias de convivencia entre los fieles de ambas religiones. Viaje a una pequeña ciudad del país africano, en la que viven seis cristianos y 40 mil musulmanes

Sor Bruna Menghini pertenece a la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María. Tiene 81 años y 50 de ellos los ha pasado en el Norte de África. En la actualidad vive en el noroeste de Túnez, en Ain Draham, una pequeña ciudad de montaña que sufre la pobreza y el desempleo. Ella, sus cuatro hermanas y un sacerdote son los únicos cristianos presentes: los demás habitantes, 40 mil, son musulmanes. 

  

Una pequeña grey 

  

Hablando desde Túnez, sor Bruna considera importante poner una premisa: «Aquí la Iglesia sufre una limitación para nada secundaria: podemos profesar nuestra fe solamente dentro de las iglesias y de los edificios de las Congregaciones religiosas, pero se prohíbe toda forma de público anuncio. Sin embargo, la Constitución ha introducido la libertad de conciencia, una cláusula importante que no aparece en las cartas constitucionales de otros países del Norte de África. Además, la convivencia entre los cristianos y musulmanes es buena. Me parece que el diálogo entre las religiones está progresando; en Túnez también se fundó una facultad de religiones comparadas. 

  

Las obras, la colaboración 

  

Las monjas se ocupan de una guardería, a la que van cien niños, aseguran acogida a los cristianos que están de paso y cuidan a las personas más necesitadas. Pueden contar con una red de voluntarios, todos musulmanes, que se entregan a su lado con generosidad. Además colaboran con algunas asociaciones locales de voluntariado: juntas buscan las mejores soluciones para las familias que más necesitan ayuda. «Ain Draham está habitada por gente simple, que llega desde aldeas paupérrimas de los alrededores buscando mejores condiciones de vida. Nosotras tratamos de estar al lado de todos, sobre todo de los que están postrados por la indigencia y se sienten sin esperanzas», dice sor Bruna.  

  

Vida cotidiana 

  

La Congregación de las Franciscanas Misioneras de María está presente en ciudades desde 1930: la población ya se ha acostumbrado a la presencia de las religiosas, que son parte integral de la sociedad. «Las relaciones con los musulmanes –afirma sor Bruna– son buenas, tanto con las autoridades como con la población, que siempre ha mostrado simpatía, benevolencia y respeto». Las monjas no dejan de visitar a las familias cuando nace un nuevo miembro, cuando llega un luto o cuando se festejan matrimonios. También con motivo del Ramadán, durante el cual, a menudo, son invitadas a cenar por las familias. «El diálogo interreligioso, las buenas relaciones entre cristianos y musulmanes aquí en la ciudad no están puestos en discusión: se viven en la cotidianidad, en los pequeños y grandes hechos de la vida». 

  

La amiga musulmana 

  

Entre las amigas y colaboradores de sor Bruna está Bournia Amiri, de 61 años. Es soltera y vive con sus dos hermanas. Durante 34 años trabajó en la guardería como cocinera: ahora se ha jubilado, pero a menudo acompaña a las monjas en las visitas a las familias más necesitadas. «He querido mucho a los niños y he trabajado con placer por ellos», dice. «Desempeñaba mi trabajo de cocinera con amor, sin pensar en que estaba trabajando con personas cristianas: es el trabajo hecho juntas lo que cuenta. Además trataba de dar una mano a quien estaba en problemas y se abría conmigo: ¡cuántas personas pasaron por mi cocina! A veces me contaban sus dificultades y me pedían que fuera a informar a las religiosas: ¡y yo siempre lo hice de muy buena gana!». 

  

El bien de los niños 

  

Bournia ha construido una sólida relación de amistad con las monjas: «No perdemos la ocasión para ayudarnos recíprocamente». Con ellas, dice, siempre puede hablar sobre la propia religión y ha tenido ocasión de leer la Biblia con interés. «Durante las décadas me comprometí también en la acogida de las religiosas que han llegado aquí, para ayudarles a comprender Túnez y la ciudad. Gracias a ellas también pude ampliar mis conocimientos». Bournia, que en Túnez no ve problemas entre cristianos y musulmanes, está convencida de que las personas sinceramente religiosas (a pesar de las diferencias) que viven y trabajan juntas en armonía por la educación de los niños «pueden enseñarle al mundo cuán importante es trabajar unidos por el bien de los niños, que son el futuro del mundo. Todas las religiones nos invitan a buscar el bien. Compartimos muchos valores, como la misericordia, la escucha, el respeto y la confianza. 

  

La “Revolución de los jazmines” 

  

En 2011, durante la Revolución de los jazmines, dice, fue enviado el ejército a proteger la guardería: «La población, sorprendida, reaccionó sosteniendo que era capaz de ocuparse personalmente de la protección de la escuela. Y así, durante esos días, fueron las familias las que vigilaron la guardería, que permaneció abierta y los niños asistieron regularmente». 

  

El futuro del país 

  

La guardería de las monjas es una de las nueve escuelas católicas presentes en Túnez. País en el que hay una única diócesis que puede contar con unos 40 sacerdotes de 15 diferentes nacionalidades y 90 religiosas de diferentes congregaciones. Las iglesias son cinco y hay alrededor de 40 mil católicos, principalmente extranjeros. La de Túnez es una Iglesia pequeña, pero muy viva y deseosa de demostrar el amor de Cristo trabajando por el bien de todos, dice sor Bruna. Y afirma, además, sobre este país: «El pueblo demuestra el genuino deseo de promover cambios, por ejemplo en relación con la condición de las mujeres, y se han aprobado varias leyes que demuestran una significativa apertura: espero que Túnez pueda seguir procediendo hacia esta dirección, gracias a hombres y mujeres de paz decididos a comprometerse. 

  

Todos hermanos 

  

Pensando en la propia experiencia en Ain Draham, añade: «Puedo vivir mi fe y puedo hablar de ella: claro, los diálogos con las personas, en la vida de todos los días, no son diálogos para profundizar grandes cuestiones teológicas, pero puedo hablar sobre Jesús, sobre el amor al prójimo, sobre Dios Padre. Lo hago con convicción, respeto, simplicidad. Y prestando orejas a lo que mi interlocutor musulmán dice, sin asumir un aire de superioridad, como si yo, por el hecho de ser cristiana, fuera mejor que él. Todos somos hermanos y caminamos hacia Dios. Cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios: esta semejanza está presente en cada persona, no solo en los cristianos. Hay que descubrirla. Entre más logremos vivir juntos en paz y en armonía, mucho más podremos contribuir en la construcción de un mundo más justo». 

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