Tras el acuerdo con la Santa Sede, los católicos chinos rezan por Francisco

Tras el acuerdo con la Santa Sede, los católicos chinos rezan por Francisco

"El Papa está con nosotros y nosotros para él. Nosotros estamos con él y para él", se escucha orar en las iglesias de Pekín y de otras diócesis. La cadena de oración también se transmite por la red social WeChat.

«El Papa está con nosotros y nosotros para él. Nosotros estamos con él y para él». Así es como rezan en estos días tantos católicos chinos, mientras se va difundiendo entre las comunidades desperdigadas por toda China el mensaje espiritual y pastoral que el Papa Francisco les envió después del acuerdo provisional suscrito por la Santa Sede y el gobierno de Pekín sobre los futuros nombramientos de los obispos chinos. La “cadena de oración” por el Papa también pasa por WeChat, la red social más utilizada por los chinos.

En las parroquias de Pekín y de muchas diócesis chinas, desde las misas del domingo pasado, los fieles se pusieron de pie y aplaudieron cuando los sacerdotes que celebraban pronunciaron la oración para agradecer por la firma del acuerdo, que se verificó un día antes. «Ahora», dice a Vatican Insider María Zhang, parroquiana pekinesa de la iglesia de San Salvador (Bei Tang), «estamos leyendo el mensaje que el Papa nos ha enviado. Nos conmueve el tono paternal con el que se dirigió a nosotros. Y por ello nos sacuden tanto las noticias sobre los que lo siguen atacando con furia precisamente en estos días y precisamente en la Iglesia. Rezamos por él. También rezamos por los que le agreden».

Obispos, sacerdotes, religiosas y laicos ofrecen misas y oraciones por el Papa Francisco y por la Iglesia en este tiempo que también todos ellos perciben como un momento de prueba. Agradecen por la nueva fase que ha comenzado en las relaciones entre China y la Santa Sede. Comienzan a verse los primeros gestos de comunión pública entre los miembros del clero “oficial” y los de las llamadas comunidades “clandestinas”, que todavía no cuentan con el registro de los aparatos políticos. Se ocupan desde hace décadas de los esfuerzos de quienes encuentran dificultades para salir de la desconfianza recíproca o del conflicto con los “hermanos separados” de la otra área eclesial; y están escandalizados por quienes, dentro de la Iglesia y fuera de China, no se avergüenzan de utilizar los sufrimientos y las dificultades del pasado y del presente que han vivido los católicos chinos para organizar ataques contra el Sucesor de Pedro.

 Tiene 84 años y no ha sido reconocido por el gobierno; Pietro Lin Jiashan, obispo de Fuzhou, reunió a todos los sacerdotes cladestinos de la diócesis para reflexionar juntos sobre la noticia del acuerdo entre China y la Santa Sede, y sobre el mensaje del Papa a los católicos chinos. La indicación, para todos, fue la misma: vayamos juntos por la dirección que ha indicado el Papa, esperando a los que más les cuesta dar los primeros pasos hacia la reconciliación. «Aunque el contenido del acuerdo es reservado –declara a Vatican Insider el obispo Lin–, sabemos que trabajaron mucho tiempo en el acuerdo China-Vaticano, que representa un hecho muy importante para la Iglesia en China. Se puede comprender que haya preocupaciones sobre la aplicación del acuerdo. Pero estoy seguro de que la Iglesia es de Cristo. Es Cristo quien la guía mientras camina en el peregrinaje por este mundo terrenal hacia la plenitud de los tiempos. Por ello debemos aprender cómo seguir la voluntad del cielo, haciendo todo lo que podamos hacer como hombres. Hagamos lo que podemos hacer y después encomendémonos al Señor».

Según el anciano obispo de Fuzhou se equivocan los pesimistas: «El Papa Francisco –añade Pietro Lin– aprobó el acuerdo entre China y la Santa Sede para obtener lo mejor para toda la Iglesia en China. Él y sus colaboradores llevaron a cabo un atento discernimiento para dejarse guiar por la voluntad de Dios y evaluar objetiva y razonablemente todos los pros y los contras». Hay muchos puntos que exigen mayor estudio y una confrontación sincera. Por ejemplo, cómo afrontar con equilibrio los problemas entre las comunidades “oficiales” y las llamadas “clandestinas” (sometidas en algunas áreas a la prepotencia de los aparatos de seguridad local que pretenden una “regularización” veloz). O cómo llevar a cabo la obra pastoral en la fidelidad a los criterios doctrinales que la deben inspirar. «La aplicación del acuerdo a la luz de la fe –concluye Lin– es una santa tarea, que exige paciencia. Primero hay que rezar juntos, para que, con la ayuda del Espíritu Santo y con la aportación de todos, el acuerdo pueda convertirse en una nueva piedra de toque en el camino hacia la plena unidad de la Iglesia en China y su plena comunión con la Iglesia universal».

 

«Finalmente han llegado las noticias que esperábamos desde hace tanto tiempo», revela a Vatican Insider Giuseppe Pietro Xu Honggen, obispo católico de Suzhou. «Lo que nos preocupaba no eran las indiscreciones sobre la inminencia del acuerdo, sino que se anunciaba pero tardaba en llegar». Xu Honggen tiene 56 años. No vivió la persecución de la época de la Revolución cultural, pero tuvo que esperar siete años para superar las dificultades que los aparatos locales ponían para su ordenación episcopal, de 2006. Y ahora dice a Vatican Insider que el acuerdo entre China y el Vaticano podrá «producir un resultado “win-win”, que sea positivo para ambas partes». Y cree que serán pocos los que tomarán una posición extrema de rechazo del acuerdo.

También Giuseppe Han Zhihai, obispo católico “ex-clandestino” de Lanzhou (ordenado en 2003, pero reconocido como obispo por el gobierno hasta noviembre de 2017) expresa consideraciones positivas sobre el acuerdo entre China y el Vaticano, «que fue esperado por diferentes Papas, mucho antes del Papa Francisco». Han se imagina que gracias al acuerdo se podrá archivar el prejuicio erróneo «que presenta la fe católica en china como una “religión extranjera”». Poco a poco, sanando las heridas, según el obispo de Lanzhou se podrán superar las divisiones en la comunidad eclesial que en las últimas décadas ha frenado la misión de anunciar el Evangelio. Y también el «clericalismo cerrado» que ahora quiere presentar el acuerdo como un compromiso destinado al fracaso: en ciertas situaciones «las cosas perfectas y sin defectos no existen», reconoce el obispo Han, «pero nosotros nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que nos lleva siempre adelante».

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