Tedeum del 9 de Julio: Un llamado a la unidad y a construir un país más inclusivo

Tedeum del 9 de Julio: Un llamado a la unidad y a construir un país más inclusivo

Los obispos argentinos presidieron hoy tedeum por los 200 años de la Declaración de la Independencia Nacional en catedrales o templos significativos de cada diócesis, donde delante de autoridades provinciales destacaron las raíces católicas de la patria; exhortaron al diálogo, a la reconciliación y la cultura del encuentro, y llamaron a construir un país más inclusivo, que respete la vida en toda su extensión, fomente la educación y el trabajo digno para todos los argentinos.

Los obispos argentinos presidieron hoy tedeum por los 200 años de la Declaración de la Independencia Nacional en catedrales o templos significativos de cada diócesis, donde delante de autoridades provinciales destacaron las raíces católicas de la patria; exhortaron al diálogo, a la reconciliación y la cultura del encuentro, y llamaron a construir un país más inclusivo, que respete la vida en toda su extensión, fomente la educación y el trabajo digno para todos los argentinos. 

Mons. Andrés Stanovnik (Corrientes): “Para vivir dignamente en esta casa de familia, que es nuestra patria, debemos cuidarla entre todos de algunos males que la amenazan. En el mencionado documento señalamos el principal de nuestros males: el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos. Ese desconocimiento corre el riesgo de convertirse en desprecio del otro, a lo que sigue la corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido de la casa común. El desprecio del otro, consecuencia del desencuentro, es causado y corre el riesgo de ir en aumento, por una creciente clausura del hombre a la trascendencia. La verdadera libertad, que crea las condiciones del encuentro entre las personas, conlleva necesariamente la apertura a Dios, como Aquel con quien es posible establecer un verdadero vínculo personal, amoroso y libre, que es la base para iluminar y dar sentido a la vida del hombre, de la familia y de los pueblos”.

Mons. Héctor Aguer (La Plata): "Con el bicentenario puede arrancar un nuevo ciclo; poseemos valores culturales eximios y hay mucha más gente honrada que vivillos, aprovechados y mafiosos. ¿Por qué han de prevalecer siempre éstos? ¿Por qué han de repetirse los engaños electorales que mancillan la república? Las iniquidades que se van develando precisamente en estos días de nuestro bisecular aniversario tienen que desengañar a muchos y que activar los resortes de la decencia y del reclamo de una población sufrida a la que una justicia distraída no ha servido como era su deber".

Mons. Alfonso Delgado (San Juan de Cuyo): “Si con el compromiso y con el ejemplo nos empeñamos en trabajar por ponerlos en obra, muchos argentinos se entusiasmarán en sumarse, especialmente los jóvenes. Esto es el significado de ‘Ponerse la Patria al hombro’, como le gustaba decir al entonces cardenal Bergoglio. Pidamos a Dios el entusiasmo de trabajar juntos, de aprender a escucharnos, de acrecentar y, especialmente de tantos que por distintos motivos hoy sufren. Y que no dejemos de rezar y trabajar por la solidez y fortaleza de esta casa que es nuestra Patria argentina”.

Mons. Carlos Ñáñez (Córdoba): “El apóstol San Pablo invita al perdón mutuo, cuyo fruto es la reconciliación. ¡Cuánto necesitamos de esa actitud en nuestra Patria! La celebración del bicentenario de la Independencia puede ser una oportunidad propicia para abrir nuestro corazón a ella y para ejercitarnos en la práctica de un amor verdaderamente ‘perdonador’, que nos permita hacer la experiencia de un auténtico reencuentro y gozar de esa manera de una paz profunda”.

Mons. Juan Alberto Puiggari (Paraná): “Quiero pedirle a Dios, nuestro Señor, que conceda a todos sus dirigentes, un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común; que siempre priorice a la persona humana, que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad. Que nos ayude a recuperar el respeto por la vida en todas sus formas, la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Especialmente pienso hoy en la vida de los excluidos e indefensos, de los que más sufren en este momento. También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y a ser amado. Es la mejor escuela de virtudes cívicas”. 

Mons. Sergio Buenanueva (San Francisco): “Soñemos para ellos una libertad tan llena de salud como la de Cristo y la de nuestros mejores hombres y mujeres: joven, vigorosa, pujante, abierta al futuro, escrupulosamente respetuosa de la dignidad de cada ser humano, especialmente si menos favorecido, o mira la vida con mirada distinta de la mía. Pero también, una libertad generosa, capaz del heroísmo más grande: el de empeñar definitivamente la propia existencia en un proyecto de vida que busque siempre el bien mayor para todos. Una libertad que, en sus expresiones más logradas, se hace servicio y compromiso con la vida más frágil, débil o amenazada”.

Mons. Eduardo María Taussig (San Rafael): “En el crucifijo, aun el hombre agnóstico o ateo, pero de recta conciencia y de buena voluntad, puede entrever el misterio de un hombre libre, que, siguiendo los dictámenes de la auténtica libertad de conciencia y de la verdadera libertad religiosa, fue capaz de desafiar a las autoridades religiosas y políticas de su época y de dar la vida pidiendo el perdón “por aquellos que no saben lo que hacen”, como instrumento de paz y de genuina reconciliación de todos los hombres entre sí, con el Creador y con la misma naturaleza”. 

Mons. Luis Alberto Fernández (Rafaela): “Siendo conscientes que no hay otro camino para salir adelante, que es el del esfuerzo silencioso, pero constante y firme, con proyectos claros y previsibles, que exigen continuidad y compromiso, abiertos al pensamiento distinto, con alegría y ternura, con pasión por la verdad y tirando todos para el mismo lado, unidos y reconciliados entre todos los argentinos. Bicentenario tiempo de reflexión de proyectos, afrontando los desafíos presentes con aquél espíritu y entrega de los Congresales de Tucumán, gestando hoy nuevos estilos de liderazgo, centrados siempre, en el bien común y el servicio al prójimo”.

Mons. Rodolfo Uriona (Villa de la Concepción del Río Cuarto): “Ahora nos toca a nosotros, los que vivimos en este siglo XXI, asumir el compromiso como ciudadanos de seguir forjando esta noble Nación… De manera particular en estos tiempos experimentamos algunos desafíos que nos interpelan profundamente. Percibimos con claridad que ‘el principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos. También experimentamos dolorosamente una corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente’. Si queremos construir esta casa común, tenemos que compartir las alegrías y tristezas, esperanzas y angustias de nuestros hermanos, trabajando y luchando denodadamente contra todo lo que afecta a los valores sociales y a la vida íntegra de cada argentino”.

Mons. Juan Rubén Martínez: “Necesitamos tener un corazón magnanime. Necesitamos en nuestra Patria que podamos tener grandeza. Donde el bien común este por encima de nuestros intereses. Construir la patria con más trabajo, pensando en los jóvenes, ya que somos una provincia con muchos jóvenes, tenemos muchos jóvenes. Ver a estos jóvenes, no como un problema, pero si como un desafío. Esto nos permitirá crecer, y ojala ellos estén especialmente en nuestros horizontes y para que tengan la riqueza de la independencia. Por último tener un corazón humilde que busque construir una patria inclusiva para todos. Rezar por la independencia, para que sea verdadera, real y concreta”. 

Mons. Luis Collazuol (Concordia): “¡Cuánto debemos recoger hoy de la sabiduría popular! ¡Cómo nos debilitamos cuando la abandonamos! Pero pedimos también la Sabiduría divina como guía en nuestro camino de Nación. La lectura bíblica del libro de los Proverbios que hemos proclamado nos presenta poéticamente a la Sabiduría personificada, como la primera creatura de Dios, y hablándonos para que nos hagamos partícipes de la Sabiduría divina. Ella sale a los cruces de los caminos para anunciar su mensaje, llama a la prudencia y a la sensatez, se presenta unida a la sagacidad y a la reflexión, profiere la verdad, propone la justicia en medio de las sendas de la equidad, como valores más altos que el oro y la plata. Detesta la soberbia, el orgullo, la mala conducta y la boca perversa, invita a los soberanos a gobernar y decretar justicia guiados por ella”.

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