También la geopolítica pasa por Asís

También la geopolítica pasa por Asís

Hace treinta años surgió la polémica sobre los peligros de «sincretismo» y cubrió el valor geopolítico de la Jornada interreligiosa que convocó Juan Pablo II. Ahora vuelve a surgir, con otros objetivos y otros criterios, en el tiempo de la «guerra en pedazos»

GIANNI VALENTE

Jefes y representantes de las comunidades religiosas se reúnen nuevamente en Asís para pedir en la oración el don de la paz. Y también esta vez hay algunos que tratan de volver a esgrimir las desgastadas acusaciones sobre el peligro de «sincretismo» durante el evento interreligioso que se está llevando a cabo en la ciudad de San Francisco. La misma polémica surgió hace treinta años con la primera jornada de oración por la paz convocada en Asís por San Juan Pablo II. Desde entonces pretendía desviar la atención colectiva y oscurecer la razón principal por la que el Papa polaco convocó la cumbre inédita entre líderes religiosos: su valor geopolítico.

En los balances que comparten los historiadores, Juan Pablo II durante sus primeros años de Pontificado, con gestos y solidaridad concretos contribuyó a abrir las primeras grietas en el muro comunista, y a poner en marcha el proceso que diez años después llevaría al colapso de todo el sistema. En la época de la “Reagan revolution”, la relación entre la Casa y la Santa Sede era descrita por los medios como «Santa alianza» en contra del «Imperio del mal». Y en ese contexto, el mismo encuentro interreligioso de oración por la paz, convocado en Asís el 27 de octubre de 1986, representa también una operación geopolítica de alto nivel. El objetivo, no proclamado, era el de arrebatar al mundo comunista el léxico pacifista monopolizado durante décadas por la propaganda soviética, reivindicando para la “internacional de las religiones” el compromiso por la paz. «No hemos rezado en vano en Asís», dijo Juan Pablo II después de 1989, refiriéndose a los eventos de aquel año en los cuales, según su opinión, «Deus vicit», venció Dios. Palabras que aparecen citadas en la biografía de Wojtyla que escribió el historiador Andrea Riccardi, fundador de la Comunità di Sant’Egidio que se habría encargado de mantener vivo en sus encuentros interreligiosos anuales el «espíritu de Asís». Según Riccardi, el evento «de Asís en 1986 revela el primado moral asumido por el Pontificado romano con Wojtyla». Con aquel gesto, Juan Pablo II reivindicaba «el carácter religioso del compromiso por la paz», porque creía en la eficacia de la oración y en el «“vínculo intrínseco que une una auténtica actitud religiosa y el gran bien de la paz”».

Las intenciones geopolíticas del encuentro interreligioso de Asís fueron confirmadas también por el cardenal Stanislao Dziwisz, que fue secretario personal del Papa polaco, en una entrevista con el periódico italiano «La Stampa», del 4 de septiembre de 2006: «Había mucha ideología en el pacifismo tal y como creció en los países del este», dijo en esa ocasión el cardenal polaco, y añadió que justamente la primera jornada de oración de Asís «le quitó la ideología a la paz y puso a la paz en el centro de las prioridades del mundo».

Durante las décadas siguientes, la simpatía con los sujetos religiosos y las comunidades de fe (redescubierta por la Iglesia católica sin caer en sincretismos, y, por lo menos en parte, alimentada por el discernimiento que surgió con el último Concilio) se declinó de diferentes maneras, en las circunstancias y en los cambios de los escenarios globales. En la Conferencia de la ONU de El Cairo sobre la población y el desarrollo (de septiembre de 1994) y en la de Pekín sobre la mujer (septiembre de 1995), la Santa Sede hizo un frente común con muchos países islámicos en relación con cuestiones de bioética y moral, y entró en colisión con la línea de Clinton. Frente a la Guerra del Golfo de George Bush papá (1990-1991) y a las nuevas intervenciones estadounidenses en Medio Oriente desencadenadas tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Iglesia católica guiada por Juan Pablo II y después por Benedicto XVI se alejó de las presiones de los círculos de Occidente que querían enrolarla en una clave anti-islámica.

Treinta años después de Asís ’86, el Encuentro Interreligioso de Asís 2016 tiene como motor la preocupación compartida por un mundo que vive convulsiones de guerra y oscuras enfermedades, en donde desde hace décadas no hay conflictos o actos de terror (desde Sarajevo hasta Baghdad, pasando por Nigeria, Filipinas, Afganistán e Indonesia) que no abreven en los sectarismo étnicos y religiosos. Los líderes religiosos de hoy ya no deben afrontar en común el comunismo ateo o el secularismo relativista. Tampoco se trata de reivindicar una presunta y desmentida «pureza» de la esfera de la religión frente a las miserias de la política y de los intereses económicos o de poder mundanos. El frente de la «guerra en pedazos», citada constantemente por Papa Francisco, no contrapone a las diferentes religiones. La línea del frente pasa trasversalmente por todas las sociedades y comunidades de fe. En cada familia religiosa distingue entre el pueblo de los creyentes que encomiendan el deseo de paz a Dios y las tropas selectas de los «facilitadores del Apocalipsis». Demuestra que la guerra es entre el mundo y los que quieren “acelerar” el fin del mundo, sin descuidar las ganancias que aumentan con el tráfico de armas. Papa Francisco repite que una vía de esparce para salir de la espiral del auto-aniquilamiento promovida por las agencias del terror solo se puede buscar junto y no «contra» los demás. Y va contracorriente también con respecto a las estrategias que pretenden intimidar, humillas y aislar indiscriminadamente a la multitud orante del islam. «Papa Francisco», dijo el domingo pasado en Asís Mohammed Sammak, consejero político del Gran muftí de Líbano, «se ha propuesto como líder espiritual para toda la humanidad cuando dijo que no hay ninguna religión criminal, sino que hay criminales en todas las religiones».

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