“No somos tan giles”, le dijo Aguer al Intendente

“No somos tan giles”, le dijo Aguer al Intendente

En términos muy duros, el Arzobispo expresó indignación en una carta a Garro.

El enojo y la queja ciudadana por el descontrol nocturno en Plaza Moreno sumó, otra vez, la voz del arzobispo platense, monseñor Héctor Aguer, en su condición de vecino del lugar. En una carta dirigida al Intendente -cuyo contenido trascendió ayer-, el Arzobispo expresa en duros términos un reproche por la ausencia de medidas frente al ruido nocturno en la plaza principal de la Ciudad.

La carta, dirigida al “estimado señor Intendente”, empieza con un detalle inusual. No sólo está encabezada con la fecha en la que fue escrita (viernes 20 de enero de 2017) sino también la hora: “2:30 de la madrugada”.

“Escribo esta carta a deshora, durante el insomnio que me han provocado las picadas automovilísticas de los burguesitos y las explosiones de los descerebrados motoqueros. No es la primera vez que le hablo sobre el tema. Hace un tiempo publiqué en el diario EL DIA un artículo llamado `La plaza del ruido`, que censuraba asimismo la manía municipal de emplear el espacio central de la Ciudad para festivales de rock y de cumbia, que duran prácticamente todo el día, con los gritos desaforados del presentador. ¿No advierte Ud. que la tradición cultural de La Plata está preparada para cosas mejores? Este populismo galopante de los sucesivos gobiernos desconcierta. ¿Por qué no lleva Ud. los cuerpos estables -orquesta y coro del Teatro Argentino- para poner al alcance del vecino sencillo lo mejor de la música de todos los tiempos? Paso de la música al ruido nocturno que es más o menos lo mismo, porque se unifican en un solo sufrimiento”. Así empieza la carta enviada por Aguer a Garro, a la que EL DIA tuvo acceso.

“Seguramente Ud. habrá leído la reciente carta de lectores de vecinos hastiados. Son los mismos que en varias oportunidades han solicitado mi intervención. Usted duerme tranquilo en su country; nosotros no”, le dice el Arzobispo al Intendente en el mismo texto epistolar.

En otro párrafo, Aguer le hace una referencia filosófica: “Varios siglos antes de Cristo, Aristóteles sentenciaba que la misión de los políticos es asegurar la felicidad de los ciudadanos; no la de ellos, los políticos mismos, lo que sucede en la desdichada Argentina desde hace tanto tiempo, cualquiera sea el partido en el poder, militares incluidos”.

La carta termina así: “Una última palabra, con todo respeto: los ciudadanos no somos tan giles, y la paciencia tiene un límite”.

El contenido de la misiva trascendió en medio de un creciente malestar vecinal -reflejado por EL DIA en su edición del domingo pasado- por el descontrol en Plaza Moreno. Como se ha descripto, en las madrugadas, y no sólo de los fines de semana, la Plaza se convierte en una suerte de boliche a cielo abierto, con autos que se instalan con parlantes a todo volumen y alcohol que circula sin limitaciones. Arriba de la Plaza se monta una pista de picadas de motos con escape libre que provocan estruendos ensordecedores.

“Usted duerme tranquilo en su country; nosotros no”, le dice el Arzobispo al Intendente en una carta sobre la situación en Plaza Moreno

Esta semana, como se sabe, ese descontrol se cobró la vida de una chica de 20 años. Iba como acompañante en una de esas motos, que se estrelló contra la Piedra Fundamental en el centro mismo de la Plaza. El joven que conducía, también de 20 años, sufrió graves heridas y se encuentra internado en estado crítico.

La carta del arzobispo Aguer no sería la primera que envían vecinos de la zona a las autoridades municipales por este mismo tema.

Aguer, como se sabe, vive en la sede del Arzobispado, ubicada justo en la esquina de 14 y 53.

Alrededor de la Plaza hay varios edificios de departamentos (sobre 50 y sobre 54), aunque la situación también afecta a vecinos que viven a lo largo de las avenidas 51 y 53, tanto del lado de la Municipalidad como del de la Catedral.

Más allá del impacto en la calidad de vida del barrio, los excesos y el descontrol provocaron una tragedia anunciada, además de generar una especie de zona liberada en el corazón mismo del casco urbano.

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