La sombra del fracaso sobre el diálogo entre Maduro y la oposición

La sombra del fracaso sobre el diálogo entre Maduro y la oposición

El dilema de los obispos venezolanos: para ellos, el diálogo ya fracasó, pero no hay ninguna otra vía. Entonces, ¿qué hacer? Bloquear el referéndum revocatorio fue el principio de este fracaso.

LUIS BADILLA - FRANCESCO GAGLIANO

El viernes 13, en Venezuela, si mantienen su palabra, dada hace poco más de un mes, el gobierno del Presidente Nicolás Maduro y la oposición reunida en la Mesa para la Unidad Democrática (MUD) deberían encontrarse para proseguir con el diálogo nacional que comenzó a finales de octubre, con la intermediación de la Unión de Naciones de Sudamérica (Unasur). Esta cita inminente, la tercera después de las de octubre y noviembre pasados, en realidad habría debido llevarse a cabo el pasado 6 de diciembre, pero fue anulada debido a la ausencia de la oposición. Al final, los mediadores de Unasur y el enviado pontificio para el diálogo, mons. Claudio Maria Celli, lograron fijar otra fecha, evitando una ruptura abiertamente esperada por muchas partes, tanto entre las filas del gobierno como entre las de las numerosas organizaciones políticas de la oposición.

La situación actual no solo está enmarañada, sino también muy tensa, y la guerra mediática está cobrando un protagonismo cada vez mayor. Las voces sensatas, equilibradas y que verdaderamente desean seguir la vía del diálogo son pocas y cada vez se les escucha menos, cuando no son insultadas. La verborrea venezolana, agresiva, ofensiva e irresponsable ha alcanzado límites insostenibles. Faltan, principalmente, honestidad y sinceridad, y todos, sin excepciones, hacen doble juego y se ha llegado a una situación en la que el país ya no parece rehén de un grave conflicto político y social, sino más bien un territorio contendido en una guerra entre bandas para las cuales cualquier medio es legítimo.

A pesar de todos los llamados a las partes para que creen un clima de acuerdo y de encuentro (los últimos, por ejemplo, han sido de Papa Francisco en su mensaje Urbi et Orbi de Navidad y en el discurso que pronunció ante el Cuerpo diplomático), con tal de evitar comportamientos y actitudes dañinas para el diálogo, y a pesar de las autorizadas exhortaciones a respetar los acuerdos alcanzados, por mínimos y preliminares que sean, en estas últimas dos semanas las cosas no han mejorado; es más, en algunos momentos la tensión ha vuelto a estar por los cielos. Por este motivo, no pocos analistas temen que tampoco el próximo 13 de enero se llevará a cabo el encuentro. Los mismos observadores consideran que una nueva suspensión o postergación sería, en realidad, el fracaso definitivo de este diálogo. Otros expertos piensan que al final la táctica del tira y afloja acabará cediendo el paso a la razón, sobre todo porque la alternativa al diálogo es una sola: la guerra civil, y no es una posibilidad que pueda ser excluida por completo. Por ello, son importantes las palabras que pronunció el Nuncio en Caracas, monseñor Aldo Giordano, durante la apertura de la Plenaria episcopal del sábado pasado: «La historia demuestra que los pueblos, antes o después, dialogan. Mejor antes que después de miles de muertos».

El análisis del Episcopado: «el diálogo ha fracasado», pero…

En la apertura de la plenaria episcopal venezolana en curso, el presidente del Episcopado, monseñor Diego Padrón, arzobispo metropolitano de Cumaná, indicó que la Mesa para el diálogo no ha funcionado no solo porque la metodología elegida hubiera impedido que se verificaran resultados tangibles, sino también porque prevalecieron los discursos y las promesas sobre los hechos concretos. Fue, según el religioso, «una conjunción maligna de factores» la que minó este diálogo urgente e indispensable. Entre estos factores, monseñor Padrón subrayó principalmente tres: las partes no han tenido una voluntad sincera para dialogar, faltaron procedimientos imparciales necesarios para la evaluación de los consensos alcanzados y también fueron tanto insuficientes como inadecuados los instrumentos para definir con precisión los objetivos y la aplicación de los acuerdos.

El presidente de los obispos de Venezuela dijo textualmente: «La culpa del fracaso no fue del diálogo en sí, como mecanismo, ni de los facilitadores del proceso, en el que todos tuvieron una cuota, desigual, pero real, de preocupación, trabajo y responsabilidad, en particular, sino de las partes sentadas en la Mesa». El gobierno y la oposición, dijo el presidente del Episcopado, «no asumieron el diálogo en función del país, sino que lo consideraron más bien como una simple estrategia política, útil, no para dirimir los grandes conflictos que afectan a todos por igual, sino para fines particulares, incluso subalternos».

El arzobispo Padrón añadió: «A la vista de lo ocurrido, me atrevo a concluir que para el Partido oficial y el Gobierno, el diálogo fue más bien un instrumento para ganar tiempo y frenar la presión interna y externa, y en concreto, el Referéndum Revocatorio del mandato del Presidente de la República. Para los sectores opositores, e incluso algunos ex militantes del primer oficialismo y como también simpatizantes de los llamados "ni-ni", fue ocasión para exhibir las innumerables deficiencias, principalmente del Poder Ejecutivo, pero también de los otros Poderes afines o dependientes de él, en materia de Derechos Humanos, economía, respeto a la autonomía de los Poderes del Estado, en particular del Poder Legislativo, y transparencia en sus ejecutorias».

En relación con la oposición, el arzobispo de Cumaná observó: «por honestidad y deber de justicia, los Jefes de algunos partidos políticos de la Oposición deberían admitir que en los días del Diálogo no se comportaron a la altura de las circunstancias. No quisieron "retratarse" hablando con un gobierno que nunca ha dado garantías reales de cumplir lo que promete. Prefirieron preservar sus candidaturas personales de todo riesgo político-electoral. Pero este comportamiento táctico no los libra de su responsabilidad frente al pueblo».

El bloqueo del referéndum revocatorio, que se dio por vías jurídica y administrativa, según monseñor Padrón es la fuente del fracaso del diálogo, puesto que ha impedido la mejor vía, y la única, para resolver un conflicto tan grave: es decir dar la posibilidad al pueblo para que se exprese. Esta decisión gubernamental ha sido una herida terrible para la democracia venezolana y no será fácil de curar. En este contexto, el religioso rechazó con desdén las críticas contra el diálogo, contra los mediadores, contra la Santa Sede y su enviado y contra el mismo Episcopado, acusados de haber favorecido la desmovilización popular. Tales críticos habían acusado al diálogo de haber anulado el impulso social que, en su opinión, habría logrado imponer el referéndum revocatorio. El obispo se opuso con vigor a estos ataques capciosos: el diálogo nunca ha pretendido entorpecer un saludable y fructuoso proceso democrático quitándole al pueblo la facultad de expresarse; en este caso el único culpable se llama Nicolás Maduro, indicó, « responsable primero y principal».

El presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela concluyó su análisis con estas dos consideraciones: a) Al diálogo, sobre todo en sus fases más delicadas, le faltó «el apoyo decidido y oportuno, de la ciudadanía y, más aún, de la Sociedad Civil organizada»; y b) «denigrar del diálogo en sí, como procedimiento de solución de conflictos, es un error político, histórico, sociológico, filosófico, estratégico, pero antes y aún más, es una falta de comprensión de lo que es el ser del hombre, una negación del sentido y valor de la relación humana fundamentada en la palabra compartida, pues los seres humanos somos constituidos humanos por la palabra», vehículo de «comunicación y comunión».

Monseñor Padrón se declaró convencido de que «más temprano que tarde los líderes políticos, para sacar a este país de la crisis que lo está destruyendo, invocando la democracia, tendrán que recurrir, en nombre de la democracia, al diálogo, la negociación y los acuerdos, únicos antídotos frente a la irracionalidad de la fuerza, la corrupción y la violencia, símbolos por excelencia de los peores males de esta sociedad» venezolana.

Las novedades: Tareck El Aissami y Julio Borges

Como sea, al próximo encuentro ambas partes deberían presentarse con novedades relevantes, que seguramente tendrán influencia en el diálogo, si es que continúa. El gobierno del presidente Maduro se presenta con un nuevo vicepresidente, recién nombrado, el venezolano de origen sirio Tareck El Aissami. Las oposiciones, que tienen el control del Parlamento, eligieron hace pocos días a un nuevo y prestigioso Presidente de la Asamblea: el socialdemócrata líder del partido Primero Justicia, Julio Borges.

Se trata de dos figuras de gran relieve y que, de alguna manera, pueden ser asociadas con los frentes más duros e intransigentes de ambas facciones.

Tareck El Aissami, abogado de 43 años y ex-ministro del Poder con Hugo Chávez, fue gobernador del estado de Aragua hasta su nombramiento como vicepresidente; debido al cargo que ahora ocupa debería, eventualmente, concluir «ad interim» (2019) el mandato de Nicolás Maduro si este fuera destituido por la oposición. Es un político que se ha visto involucrado en una avalancha de escándalos y acusaciones, como recuerda el retrato que de él hizo el «Wall Street Journal» en mayo de 2015. En sus experiencias políticas del pasado nunca demostró ser un hombre de diálogo y en más de una ocasión, dentro del «chavismo», fue marginado porque se le consideraba «polémico y poco dúctil».

Julio Borges, de 1969, también abogado y coordinador del partido Primero Justicia, es parlamentario desde el año 2000; su compromiso político nació en las aulas de la Universidad Católica Andrés Bello. Fue el creador e inspirador de la petición para llevar a cabo el referéndum revocatorio y también fue el primero de los líderes políticos que se movilizó para reunir las firmas necesarias. Se dice que es duro e intransigente, y hace algunos días, cuando juró como presidente de la Asamblea Nacional, pronunció frases amenazadoras para el futuro del gobierno de Maduro. Su prestigio y su autoridad en materias jurídicas y constitucionales podrían representar un problema para él. Algunos de sus actuales aliados, como Enrique Capriles o Jesús Alberto Torrealba, por citar algunos, no ven con buenos ojos el liderazgo de Borges.

Monseñor Claudio Maria Celli: ¿misión imposible?

La delicada y difícil misión del enviado de Papa Francisco para favorecer el diálogo nacional venezolano, monseñor Claudio Maria Celli, ha sido desde el comienzo muy complicada porque a menudo se ha visto envuelto en peticiones incompatibles con la naturaleza de su papel de «facilitador». Hasta ahora, monseñor Celli ha sabido moverse y actuar con discreción, eficacia y autoridad, y muchos momentos positivos de estos meses se deben a su habilidad de diplomático y hombre de diálogo. Pero ahora esta misión que le encomendó el Papa entra en una fase decisiva llena de incógnitas y algunas de ellas arrojan sombras preocupantes sobre el futuro del diálogo.

El viernes pasado, el invitado del Papa se reunió en el Vaticano con Delcy Rodríguez, ministra del Exterior de Venezuela, quien iba en compañía de su hermano, Jorge Rodríguez, encargado de la delegación gubernamental en las reuniones de octubre y noviembre. El único contenido que se ha filtrado del coloquio fue un «tuit» de la ministra, con el que tranquilizó: «El diálogo es el único camino en democracia». El Santo Padre «mantiene su compromiso a favor de este diálogo en Venezuela».

El lunes 2 de enero, monseñor Celli, siempre prudente y moderado, insistió, en el programa de la televisión italiana «El diario de Papa Francisco», de Tv2000, en tres conceptos: la situación del país es muy delicada, no hay alternativa al diálogo y es necesario que todos sean sinceros y respeten el bien común de todos los venezolanos. El religioso reconoció que, a pesar de los progresos, «Venezuela está frente a cuestiones decisivas. Es un pueblo valiente que a pesar de los problemas alimenta esperanza. La pregunta siempre es la misma para todos: ¿cuál es el país que las actuales generaciones quieren dejar a sus hijos? Cuatro ex presidentes y yo mismo como enviado del Papa desempeñamos un papel de acompañamiento para que las partes sean protagonistas de este diálogo. Muchos, en ambas partes, están desconfiados, pero todos deben comprender que no hay otro camino. El diálogo es la única vía. No hay otro sendero». Según monseñor Celli es necesario un gran compromiso de todos; un compromiso que llama a la responsabilidad a todos. «Tal responsabilidad se expresa también en el respeto de la seriedad de los empeños suscritos en las reuniones. Se habla no solo para platicar. Aquí se habla para encontrar soluciones a problemas urgentes que afectan a un pueblo que sufre desde hace demasiado tiempo».

En relación con la famosa frase del Papa «una tercera guerra mundial en pedacitos», monseñor Celli reflexionó sobre los diferentes intereses que actúan en el tablero internacional y que determinan diferentes y numerosas situaciones de conflicto en las que Venezuela podría verse involucrada en caso de que fracasaran las negociaciones. Añadió con firmeza: «Pienso, sobre todo, en Venezuela y digo que, si en este país fracasa el diálogo, no queda más que la violencia, y esto es inadmisible. Entonces, el esfuerzo que todos debemos hacer es sostener seriamente el diálogo necesario y el encuentro urgente. La violencia provoca más violencia, y en el escenario latinoamericano esto podría ser muy peligroso». Monseñor Celli, al final, indicó que era positiva la liberación de algunos presos de la oposición y observó: «es un gesto que demuestra que el diálogo es eficaz».

Venezuela sin presidente

Hace pocas horas, la Asamblea Nacional tomó, con una resolución que contó con 106 votos favorables (se necesitaban solo 84), una postura política y constitucional muy duras y que obviamente vuelve a empeorar la situación, llevándola al estado en el que estaba cuando comenzó la crisis, cerrando cualquier posibilidad al diálogo: el presidente Nicolás Maduro, en los hechos, según sus opositores, actúa fuera de la Constitución, por lo que «ha abandonado sus responsabilidades». En sustancia, la resolución declara vacante la presidencia de la república y, en teoría, debería comenzar a funcionar el mecanismo de la sucesión: un gobernador «ad interim» durante un breve periodo para llegar a nuevas elecciones. Este mecanismo, que se encuentra en la Constitución (artículo 232 de la Constitución de Hugo Chávez, de 1999), se aplica en los últimos dos años del mandato presidencial y para Maduro justamente en estas horas comienza a llegar el final de su presidencia.

La estrategia de la oposición, guiada por el abogado Julio Borges, estudiada y preparada la ocasión con habilidad y precisión, jurídicamente deja a Venezuela sin presidente, por lo que el diálogo ya no tiene a uno de los interlocutores. Por esta razón lo que debería suceder ahora, pero difícilmente sucederá, es decir la creación de un gobierno «ad interim» (Tareck El Aissami), no tendría las facultades para desarrollar ningún tipo de negociaciones. Su misión debería limitarse a la normal administración de los asuntos públicos y a convocar nuevas elecciones presidenciales. Mientras tanto, en el país reina un gran nerviosismo y todos están esperando la respuesta de Maduro, que, por ahora, calla. Se espera que pronuncie un discurso en las próximas horas. Algunos de sus colaboradores anticipan: «Si quieren la guerra, ¡entonces habrá guerra!».

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