Sexualidad y tabú; Bonsignori: que la Iglesia no caiga en el silencio ni en el juicio

Sexualidad y tabú; Bonsignori: que la Iglesia no caiga en el silencio ni en el juicio

Entrevista con el padre Andrea Bonsigniori, director de la Scuola Cottolengo de Turín, después de las palabras del Papa sobre el sexo, que, según Francisco, debe ser reconocido como «don de Dios»

El sexo es un «don de Dios», escribió el Papa Francisco en la exhortación apostólica dedicada a los jóvenes. Y también lo piensa el padre Andrea Bonsigniori, director de la Scuola Cottolengo de Turín: la Iglesia debe ser «un puente entre el hombre y el Señor, no un obstáculo». Los sacerdotes y obispos deben hablar sobre la sexualidad, «darle un sentido y un valor». Y nunca deben caer en el «silencio» ni en el «juicio».

 

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Que la sexualidad no sea un «tabú». ¿Por qué es tan importante que el Papa diga esto, padre Bonsigniori?

 «Es fundamental; el tabú, por su misma definición es algo prohibido. Francisco tiene razón, ¿el gesto más natural de la humanidad es algo prohibido? ¿El sistema que el Creador concibió para vivir físicamente el afecto?».

 

El Pontífice afirma: «En un mundo que enfatiza exclusivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el propio cuerpo y vivir con serenidad las relaciones afectivas». ¿Cuál es el papel de la Iglesia en esta dinámica?

 «La Iglesia debe ser un puente entre el hombre y Dios, no un obstáculo, por ello es importante hablar al respecto, darle un sentido y un valor. Los chicos y las chicas son maravillosos, no acepto que algunos los describan como estúpidos u otras cosas. Somos nosotros los que tenemos que preguntarnos cuánto los ayudamos a descifrar los millones de informaciones que reciben, muchas veces incorrectas. ¿Cómo es posible hacerlo si nosotros mismos perpetuamos censuras seculares? ¿Cómo podemos transmitir serenidad si vivimos un tabú?».

 

La moral sexual a menudo es motivo de «incomprensión y alejamiento de la Iglesia», percibida «como un espacio de juicio y de condena», aunque haya jóvenes que quieren reflexionar sobre estos temas. ¿Usted también ha notado esto?

 «Lo noto y con el peligro más grande: el silencio. Y cuando se deja de hablar, entonces se ha dejado de reflexionar, de expresarse y al final incluso se ha dejado de pedir ayuda. Después, si este silencio se convierte en un juicio… ¿Entonces? ¿Somos los fieles de aquel que dijo “no juzguen”? No podemos proclamar la palabra bíblica “el hombre ve la apariencia, pero el Señor ve el corazón”. ¡El Papa Francisco habla de confrontación! ¡No de silencio!».

 

El padre Andrea Bonsignori

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿La Iglesia está lista para seguir estas indicaciones del Papa Francisco?

 «Por fortuna, la Iglesia siempre es guiada por Dios y, entonces, si una parte más “humana” de la Iglesia y del clero no logran seguir estas indicaciones, la Iglesia sigue a su Pastor. Están listos todos los que quieren, como el Creador, el bien de la humanidad. Están listos los que viven la religión como una profunda experiencia de Dios y del hombre, y no de Juicio divino como atemorizados espectadores. Esta no es la Iglesia que, por lo menos, concibo yo, sino un camino de acogida, de igualdad de corazones que se aman en sus dificultades y diferencias».

 

¿La Iglesia debe replantear una idea cristiana sobre la sexualidad?

 «Siempre he tenido reservas en este tema, ¡tal vez porque predicamos sobre un tema que no debería tocarnos, porque tenemos poca experiencia! Dejando la broma, la Iglesia de la caridad está abierta al amor, no da juicios (reacción humana cuando se teme algo). Hablemos del amor de Dios por el ser humano, de su deseo de hacerlo feliz, de su esperanza de hacer que vivamos en la libertad. La sexualidad es un derecho y es un don que no podemos negar, pienso, por ejemplo, en el tema que siempre ha sido un tabú de la sexualidad para los discapacitados más graves y no tan graves, en todo lo “no dicho” incluso en la vida religiosa que es una renuncia en conciencia, pero que a veces se convierte en una represión peligrosa. Debemos replantear esta idea no porque hayan cambiado sus fundamentos, sino porque estos mismos fundamentos han sido contaminados durante siglos (por ejemplo, en la Edad Media), en las modalidades sociales que hoy, extrañamente, nos cuesta aceptar».

 

Algunos dicen que la Iglesia y los curas están demasiado lejos de la vida cotidiana. ¿Lo que indica el Papa puede ser un paso hacia adelante hacia el diálogo, el inicio de una reflexión abierta?

 «Más que la lejanía de los curas (creo que todos conocemos a hombres y mujeres de la Iglesia mucho más cerca del mundo que muchas otras personas), creo que se necesita un pensamiento valiente de la Iglesia y el Papa Francisco nos anima en esto. Se necesita dar un paso hacia adelante. Compartir la humanidad haciendo propios los esfuerzos, las debilidades, las inclinaciones de la gente y, por lo tanto, las nuestras, nuestros sentimientos, nuestras debilidades».

 

¿Cuáles deben ser las primeras iniciativas a nivel estructural por parte de la Iglesia?

 «Creo que, usando nuevamente la palabra “tabú”, la Iglesia debería tener la valentía para afrontar una modalidad de vida, incluso la de los religiosos y sacerdotes, que ha cambiado profundamente. Hace siglos (si no recuerdo mal) el estudio de una materia “no admitida” preveía sanciones eclesiásticas de cierta severidad. Hoy cualquier religioso que quiera ocuparse de actividades sociales necesita, por lo menos, una licenciatura civil. Sabemos muy bien que en muchas comunidades fuera de nuestro contexto más occidental es difícil aceptar que un pastor pueda serlo en cuanto tal, cuando no tiene una experiencia de familia. Pues bien, ¿cuánto tiempo falta para reflexionar, no digo para decretar, pero por lo menor para reflexionar seriamente sobre las condiciones de muchos religiosos y sacerdotes y para permitir una “licenciatura” humana?».

 

¿Por ejemplo en los seminarios?

 «La misma formación de los sacerdotes debe considerar estos cambios sociales: en un mundo tan sexualizado, ¿es concebible que se formen ministros con seis años de estudios teológicos cuando la cuestión moral se limita a algunos cursos normativos? Y, sobre todo, ¿es concebible que el propio equilibrio y educación sexual (que serán sometidos a mucha presión) de los futuros ministros se limite a la eventual sensibilidad de algunos formadores en algunos seminarios? En conclusión, creo que el Papa Francisco, seguramente entre miles de corrientes incluso adversas, está tratando de hacer comprender que Dios es amor y que este amor (si es sincero) no tiene fronteras ni juicios; la libertad de este amor nos hace libres y generosos, la aceptación de nuestras debilidades nos fortalece, los gestos de caridad y de humanidad nos acercan al Creador que, en el amado o en la amada, nos recuerda su imagen. No tengo miedo de un Papa que se abre a la educación sexual, temo una Iglesia que se cierra a la apariencia para no abrirse al corazón».

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