Del santo obispo al cardenalato, Sergio Obeso nuevo cardenal mexicano

Del santo obispo al cardenalato, Sergio Obeso nuevo cardenal mexicano

El Papa anuncia el quinto Consistorio Cardenalicio de su pontificado; 14 nuevos purpurados entre los cuales tres latinoamericanos: un peruano, un boliviano y un mexicano, el principal impulsor de la canonización del primer santo obispo de América Latina: Rafael Guizar y Valencia

Nadie lo esperaba. México tendrá un nuevo cardenal y no será un obispo en activo. El Papa Francisco quiso premiar a un pastor cercano y apreciado, por su “distinguido servicio a la Iglesia”. Se trata de Sergio Obeso Rivera, arzobispo emérito de Xalapa en Veracruz. A sus 86 años, no podrá ingresar en un futuro Cónclave. Pero el suyo será un homenaje al ministerio. Él y otros 13 nuevos purpurados recibirán el capelo cardenalicio el 29 de junio próximo en la Basílica de San Pedro. De la lista, tres son latinoamericanos.  

 

El anuncio se dio este domingo de Pentecostés al término de la bendición con el Regina Coeli pronunciada por el pontífice desde la ventana de su estudio personal y ante miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro. “Su proveniencia expresa la universalidad de la Iglesia que continua a anunciar el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra”, dijo el Papa.  

 

Obeso lleva muchos años retirado, al menos de los puestos eclesiásticos. No del servicio, allá en su Veracruz natal. El 10 de abril de 2007, el Papa Benedicto XVI le aceptó su renuncia al puesto de arzobispo jalapeño. Apenas había sobrepasado los 75 años, la edad de jubilación obligatoria para los pastores. Lo sucedió Hipólito Reyes Larios. 

 

Pocos meses antes, el prelado había hecho realidad uno de sus sueños y sus empeños más intensos: la canonización del primer santo obispo latinoamericano, san Rafael Guizar y Valencia. El 15 de octubre de 2006, Joseph Ratzinger lo elevó al honor de los altares durante una ceremonia multitudinaria en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Un día después, Obeso concelebró con el Papa una misa de acción de gracias. “Ahora me puedo jubilar tranquilo”, comentaba por aquellos días, confesando la importancia que para él tenía aquel acontecimiento. 

 

Las vueltas de la vida. Eran otros tiempos, para México y el Vaticano. Los cardenales de primera línea en la Plaza Vaticana eran Javier Lozano Barragán, Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Iñiguez. José Francisco Robles Ortega, ahora cardenal y presidente del episcopado, era aún obispo. Y entre los invitados de la delegación mexicana destacaban Luis Ernesto Derbez, entonces secretario de Relaciones Exteriores, y nada menos que Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México. Su viaje a Roma se debió a un lejano parentesco de quien, en ese momento, era su esposa, Mónica Pretellini, con el nuevo santo. 

 

La canonización de Guizar y Valencia fue una gran fiesta veracruzana. Y fue también uno de las últimas grandes actividades que encabezó el arzobispo Obeso Rivera. Seis meses después dejaría su puesto, quizás de una forma un tanto precipitada. Estaba bien de salud y en su diócesis era especialmente apreciado por la feligresía. Podría haber permanecido algunos años más. 

 

Nacido en Xalapa el 31 de octubre de 1931, el clérigo mexicano ingresó en el seminario el 23 de enero de 1944. Tras sus estudios de humanidades, se trasladó a Roma donde cursó filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. De la primera de esas disciplinas obtuvo no sólo licenciatura sino también doctorado.  

 

Ordenado sacerdote en la “ciudad eterna” el 31 de octubre de 1954 y regresó a México. Celebró su primera misa en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y pocos meses después comenzó a prestar servicio en el Seminario de Xalapa. Estuvo allí hasta 1971, fungiendo primero como prefecto de filosofía, después como director espiritual y rector.  

 

El 30 de abril de 1971, el entonces Papa Pablo VI lo designó obispo de Papantla, donde permaneció apenas dos años y ocho meses hasta que, en enero de 1974, el mismo pontífice lo nombró obispo coadjutor de la Arquidiócesis de Xalapa con derecho a sucesión. Paasaron más de cinco años hasta que, finalmente el 12 de marzo de 1979, asumió el puesto en sustitución de Emilio Abascal Salmerón.  

 

Rápidamente se convirtió en un protagonista de la Iglesia mexicana, siendo elegido presidente de la Conferencia del Episcopado para el período 1983-1985 y reelecto de 1985 a 1988. Años más tarde, en 1995, volvió a ocupar ese puesto, que mantuvo hasta 1997. Al interior de la propia CEM se desempeñó como responsable de las comisiones Episcopal del Clero y de Pastoral Social por diversos periodos. Entre otras cosas es doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de México. 

 

Con la entrega del birrete colorado al arzobispo emérito de Xalapa, México suma siete cardenales. Los restantes seis son: Carlos Aguiar Retes, Alberto Suárez Inda, José Francisco Robles Ortega, Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Íñiguez y Javier Lozano Barragán.  

 

Aunque desde hace semanas se especulaba con el próximo anuncio de un nuevo Consistorio Cardenalicio, nadie esperaba que este domingo el Papa Francisco hiciese su anuncio. De los 14 nuevos purpurados, 11 son electores (por tener menos de 80 años) y pueden ingresar en un futuro Cónclave. Otros tres, entre ellos Obeso, superan esa edad. Inclusive otro latinoamericano: Toribio Ticona Porco, prelado emérito de Coro Coro en Bolivia.  

 

El otro cardenal mayor es Aquilino Bocos Merino, misionero español de 80 años quien se desempeñó como superior general de la orden de los Claretianos entre 1991 y 2003.  

 

Entre los 11 nuevos purpurados electores, destacan algunos previsibles. Como el jesuita español Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. O Angelo De Donatis, vicario general del Papa para la diócesis de Roma. Ambos puestos tradicionalmente cardenalicios. Se esperaba, también que recibiese el capelo Giovanni Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano y hombre de confianza de Bergoglio.  

 

Para nada esperados eran los cardenalatos de Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico en Vaticano, o Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L’Aquila en Italia. Eligiendo a este último, una vez más el Papa ratificó el principio de los “no automatismos” entre los purpurados, ya que dejó esperando a arquidiócesis tradicionalmente cardenalicias como Turín, Milán o Venecia.  

 

Al mismo tiempo, Francisco concedió capelos a personalidades de países periféricos como Louis Raphaël I Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos, Desiré Tsarahazana, arzobispo de Toamasina en Madagascar; Joseph Coutts, de Karachi en Pakistán y Thomas Aquinas Manyo, de Osaka en Japón. Resultaron también una sorpresa los nombres de Antonio dos Santos Marto, obispo de Leiria, la pequeña población portuguesa que incluye el santuario de la Virgen de Fátima y el clérigo peruano Pedro Barreto. 

 

De hecho, en el próximo Consistorio el Papa creará dos cardenales jesuitas, uno es el mencionado Ladaria y el otro Barreto. El arzobispo de Huancayo mantiene una vieja amistad con Jorge Mario Bergoglio y es uno de los principales impulsores de la REPAM, la Red Eclesial PanAmazónica que dio origen al próximo Sínodo de los Obispos dedicado a la selva sudamericana.

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