Hay que sanar “del miedo que empuja a marginar enfermos y discapacitados”

Hay que sanar “del miedo que empuja a marginar enfermos y discapacitados”

El Papa Francisco durante el Ángelus invitó a no permanecer «sordos y mudos» ante los dolores de las personas que viven enfermedades, marginadas por la «pseudo piedad» o cancelados «como un problema»

Hay que sanar del miedo que empuja a «marginar» a los que sufren y a los discapacitados, tal vez mediante «una pseudo piedad» o con la «eliminación directa del problema». Hay que destruir el muro de sordera y mudez frente a los «dolores» de las personas que viven «enfermedades, angustias y dificultades». Según el Papa Francisco esta es la «sanación» más difícil en la actualidad, mucho más urgente y necesaria que la sanación del sufrimiento físico. Con los fieles reunidos en la Plaza San Pedro, con quienes recitó la oración mariana del Ángelus, Bergoglio reflexionó sobre el Evangelio de este domingo, que narra la curación milagrosa de un sordomudo. Este milagro sucede «lejos de la multitud», porque «Jesús actúa siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, no está en la búsqueda de popularidad o éxito, sino que sólo quiere hacer el bien a las personas», subrayó. 

  

Esta es la primera enseñanza que contiene la narración evangélica de hoy: «el bien debe hacerse sin clamores y sin ostentación», explicó Francisco. La otra es que «el Hijo de Dios es un hombre plenamente integrado en la realidad humana, por lo tanto, puede comprender la condición dolorosa de otro hombre e interviene con un gesto en el que está implicada toda su propia humanidad», aseguró Francisco haciendo hincapié en que, al mismo tiempo, «Jesús quiere hacer entender que el milagro se produce por su unión con el Padre: por esta razón, levantó su mirada al cielo. Luego suspiró y pronunció la palabra resolutiva: “Effatà”, que significa “Ábrete”. Y al instante el hombre fue sanado: sus oídos se abrieron, su lengua se soltó. La sanación era para él una "apertura" a los demás y al mundo». 

  

Pero, recordó el Papa Francisco, el Evangelio de hoy indica la exigencia de una doble sanación: la de la enfermedad y del sufrimiento físico, «aunque este objetivo no es plenamente alcanzable en el horizonte terreno, a pesar de los esfuerzos de la ciencia y la medicina. Pero hay una segunda sanación, quizás más difícil, - dijo el Papa- y es la sanación del miedo que nos empuja a marginar a los enfermos, a los que sufren, a los discapacitados». 

  

El Pontífice argentino advirtió que hay muchas maneras de marginar, incluso a través de una «pseudo piedad» que experimentamos por el otro, o con la directa eliminación del problema: «Nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por enfermedades, la angustias y la dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el sufriente se convierten en un problema, mientras que deberían ser una oportunidad para mostrar la preocupación y la solidaridad de una sociedad hacia los más débiles», añadió. 

  

La Iglesia, por el contrario, exhorta a «abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren, que necesitan ayuda, huyendo del egoísmo y de la cerrazón del corazón. Es precisamente el corazón, es decir el núcleo de la persona, lo que Jesús vino a “abrir”, a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás», reflexionó el obispo de Roma. De esta manera, el hombre, «interiormente sordo y mudo por el pecado», «puede escuchar la voz de Dios» y, a la vez, aprender a «hablar el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de dono de sí». 

  

Al final del Ángelus, el Papa Francisco recordó que ayer en Loreto, en el Pontificio Santuario, se celebró la fiesta de la Natividad con la que comenzó la propuesta de espiritualidad para las familias. «La casa de María, casa de cualquier familia», dijo. Por ello «encomendemos a la Virgen las iniciativas del Santuario y a los que a diferente título participarán en ellas». 

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