Los sacerdotes liberados y el secuestro como “retiro espiritual”

Los sacerdotes liberados y el secuestro como “retiro espiritual”

El salesiano Tom Unzhunnalil, liberado después de haber sido secuestrado en Yemen, vuelve a la India. Y en las Filipinas, Teresito Soganub, secuestrado por los yihadistas en Marawi, se prepara para retomar su servicio activo

por PAOLO AFFATATO

 

Llegó a la India para reunirse con los obispos, sus hermanos salesianos y con las autoridades civiles, como el Primer Ministro Narendra Modi y el Ministro del Exterior Sushma Sawaraj, a quienes agradeció personalmente «por su compromiso en su liberación». Concluidos los últimos análisis médicos en el Vaticano, en camino hacia la plena recuperación tanto física como psicológica, el sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil, secuestrado en Yemen en marzo de 2016 y liberado el 12 de septiembre de este año, después de 18 meses, quiso volver a sus orígenes y dentro de poco, como insiste, retomará sus actividades misioneras. 

  

El sacerdote celebrará una misa de acción de gracias en la Catedral de Nueva Delhi, después irá a Bangalore para abrazar a los salesianos de su provincia y, en los próximos días, participará en diferentes encuentros con autoridades civiles y religiosas del estado de Kerala, de donde es originario. Después se pensará en su regreso al servicio pastoral activo. 

  

Pero ya nada será como antes. El masacro de las monjas con las que trabajaba (las cuatro Misioneras de la Caridad asesinadas el 3 de marzo de 2016) y la experiencia del largo secuestro lo han marcado para siempre. «Esos días fueron como un largo retiro espiritual», recordó el salesiano en una conversación con Vatican Insider. «Pude entrar profundamente dentro de mí mismo, pensando en mi vida, en mi vocación, en la misión que el Señor me ha encomendado», dijo. 

  

«En su bondad y en su Providencia –prosiguió Tom Uzhunnalil–, el Señor me ha concedido tener esta experiencia, experimentar la precariedad, el sufrimiento, la privación, la prisión y después volver a ser un hombre libre, poder seguir desempeñando mi misión de bautizado, de sacerdote, de hijo de don Bosco. Agradezco a Dios con todo mí mismo por esta nueva posibilidad», afirmó conmovido. 

  

El salesiano también dijo que había encontrado fuerza, durante el secuestro, gracias a la «comunión espiritual»: «Celebré espiritualmente la misa cada día, recordando de memoria las lecturas y las partes de la liturgia, sin tener ni los textos litúrgicos ni el pan y el vino para celebrar el sacrificio eucarístico». Pero en ese momento, en manos de sus secuestradores que habrían podido acabar co su existencia terrenal, «el sacrificio eucarístico era yo mismo, mi mismo cuerpo era un sacrificio viviente que agradaba a Dios», explicó. 

  

El sacerdote agradece haber vivido el largo calvario que lo acercó «al hombre de los dolores, a aquel que conoce el sufrir, maltratado y rechazado, el Cristo en la Cruz». Y afirma no haber temido la muerte. Muchas veces recordó el episodio del 3 de marzo de 2016, precisamente antes de la masacre: la directora de la Casa de las Misioneras de la Caridad de Aden, viendo la situación tan precaria en la que se encontraban como misioneros en un territorio marcado por conflictos y violencia, dijo: «Sería bello ser martirizados todos juntos por Cristo». Y la más joven de las religiosas, que sobrevivió al ataque, respondió: «Yo quiero vivir por Cristo». 

  

Esa nueva vida ahora es una realidad para el Salesiano que tiene el entusiasmo de un joven religioso y que se dice listo para darse todo con el objetivo de «sembrar el Evangelio y anunciar el Reino de los cielos». 

  

La misma disposición de ánimo se encuentra en otro sacerdote que tuvo la misma experiencia dolorosa de un secuestro. Teresito Soganub (llamado “Chito”), el sacerdote filipino que fue secuestrado el 23 de mayo y liberado tras 117 días por los terroristas del grupo “Maute”, vinculado con el llamado Estado Islámico, que ocupó la ciudad de Marawi en la Isla de Mindanao (en las FIlipinas meridionales). 

  

«Mi secuestro fue voluntad de Dios. Una prueba que Él quiso. Confío en Él. Mi futuro lo veo solo en Marawi los cristianos y los musulmanes somos hermanos y creemos en el único Dios», dijo, después de que el ejército filipino, que está haciendo todo lo posible para derrotar a los yihadistas, lo liberó. 

  

El sacerdote de Marawi, al llegar a Manila, describió los días de su secuestro e indicó que no intentó la fuga, para «compartir hasta el final el destino de los demás rehenes». Soganub agradeció a «todos los que han rezado por nosotros y por nuestra salvación», y dijo que quiere seguir comprometiéndose en la obras del diálogo entre musulmanes y cristianos y de la construcción de la paz. 

  

Un secuestro como “experiencia espiritual”. Hablaba de ello, en 1998, Luciano Benedetti, el misionero del Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero (PIME) que resistió 68 días en manos de los terroristas del grupo Abu Sayyaf, vagando por las selvas de Mindanao: «Fui secuestrado por los hombres, pero también por Dios», dijo cuando lo salvaron. «Ha sido una experiencia más –explicó–, un “extra” para mi vida. Llevo conmigo el recuerdo de haber visto a la muerte a la cara, pero también el descubrimiento de un núcleo de humanidad, es decir de la semilla de Dios presente en mis secuestradores. Para mí es un llamado a dar más espacio a la oración y a la relación personal con Dios». 

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