Rotary Avellaneda homenajeó a la Patrona de nuestro partido, la Virgen de la Asunción

Rotary Avellaneda homenajeó a la Patrona de nuestro partido, la Virgen de la Asunción

Lo celebró con un encuentro de camaradería en el cual tuvo como invitado especial al Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Oscar Frassia, quien transmitió su mensaje de Fe con motivo de tan sensible celebración.

Rotary Club de Avellaneda, homenajeó el pasado jueves 11 a la Patrona de nuestro partido, la Virgen de la Asunción, con un encuentro de camaradería en el cual tuvo como invitado especial al Obispo de la Diócesis de Avellaneda y Lanús, Rubén Oscar Frassia, quien transmitió su mensaje de Fe con motivo tan sensible celebración. 

El encuentro se llevó a cabo en la sede del Centro Gallego, ubicada en la avenida Mitre 780 de nuestra ciudad, y asistieron a la celebración el presbítero, Raúl Rodríguez Rancati, párroco de la Catedral de nuestra ciudad y el presidente del Comité de Festejos Juan Quetglas, representantes de los clubes rotarios de Domínico, Lanús, Valentín Alsina, Villa Industriales y Wilde e invitados especiales.

 Alfredo Redondo, presidente del Rotary Avellaneda, fue el encargado de dar la bienvenida a los invitados y le dio la palabra a Monseñor Frassia para que brindara su mensaje pastoral con motivo de celebrarse un nuevo aniversario de la Patrona de Avellaneda, Nuestra Señora de la Asunción.

La cena se desarrolló en un grato clima de camaradería y finalizó con un brindis.

Mensaje de Monseñor Frassia

Sr. Presidente Alfredo Redondo

Estimados miembros, invitados; amigos todos

Es una alegría, una vez más, encontrarnos en esta noche para honrar a nuestra Patrona, la Virgen de la Asunción. Gracias por la invitación, que este encuentro sea un momento para fortalecer el trato fraterno, entre nosotros y enriquecer el espíritu, sustento de toda actividad humana. 

María es la mujer privilegiada. Es privilegiada, porque su vida siempre estuvo abierta al «don» y por lo tanto a la comunicación: con Dios y el prójimo. Por eso, este don, no es ninguna arrogancia, sino que la transforma en modelo, tiene una ejemplaridad sorprendente. La mujer creyente. Ella creyó, vivió y entregó todo su amor acompañando a su Hijo en el sacrificio redentor. Es la obra cumbre del Espíritu Santo. Ella intercede desde el cielo por todos nosotros, sus hijos, y continúa siendo vehículo del don, que es Dios mismo. 

En este tiempo, estamos celebrando el Año Jubilar de la Misericordia, sabiendo que Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Aquél Padre que tuvo compasión del hombre y a través del Hijo, lo envolvió en su misericordia para salvarlo, dice el Papa Francisco y nos invita a cada uno de nosotros a recibir con humildad y alegría el consuelo de su cercanía. ¡No estamos solos! Él, con su presencia, ha irrumpido en nuestra solitaria existencia, quitando el peso del pecado, vuelve a dar el consuelo ante tantas tristezas y fragilidades; orienta y da luz, ante tantas dificultades y desorientaciones; da sentido a la vida, ante tantas perplejidades y superficialidades. El ser humano no puede vivir encerrado en sí mismo. Es un ser relacional y fundamentalmente abierto a la Trascendencia, así se explica a sí mismo. Por eso María es modelo de comunicación de apertura a Dios y al otro. Dios es el equilibrio permanente, si lo quitamos o lo dejamos de lado, inevitablemente entraremos en la inestabilidad de las relaciones humanas, familiares y sociales. Sin un Dios persona, con un designio de amor para cada uno y para toda la humanidad, es difícil fundamentar la moral, el buen obrar y la renuncia, que la construcción de toda sociedad nos exige, si somos responsables. 

No podemos olvidar que la sociedad con su cultura reinante quiere imponer modelos de vida sin Dios, sin Trascendencia. La fe, no debe quedar en la sola intimidad, separada de todo alcance e incidencia en lo vital. La palabra cierta expresa la convicción y no lo que «me conviene» egoístamente. Fe y vida, ambas deben estar integradas. Para ello se debe tener coraje y audacia, para saber exponer y testimoniar los valores, las creencias, la pertenencia y la misma identidad. No se puede vivir con miedo. Recordemos, «Ánimo, soy yo, no teman» El creyente está llamado a no tener miedo y a manifestar la fe con rostro descubierto ante este mundo líquido que se nos quiere imponer. Un sociólogo, filósofo y ensayista contemporáneo: Bauman, explica que en la modernidad líquida el único valor heterorreferenciado es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las distintas mutaciones que el sujeto ha de enfrentar a lo largo de su vida. La identidad se configura como una responsabilidad reflexiva que busca la autonomía del resto y la constante autorrealización y que, además, está abocada a la constante inconclusión debido a la falta de un telos (fin) en la modernidad tardía[1]. No podemos vivir sin memoria del pasado, sin identidad cultural-religiosa, sin valores y sin apertura a los demás, sin un fin (un para qué). 

Estamos en el marco del Bicentenario de nuestra Patria, en aquel 1816 las dificultades, los problemas, los criterios y las presiones no eran pocas. Pero hubo hombres que supieron, más allá de las diferencias y de las particularidades, pensar en Nación. Hoy más que nunca, nosotros debemos imitar y tomar esos ejemplos, si es que queremos una Nación que tenga pasión por la verdad, como dice la oración de los Obispos por la Patria. Una nación que tiene raíces cristianas-católicas y que no podemos adulterar o negar sin consecuencias para nuestro obrar, como personas de bien.

 

Como dice el Santo Padre a los Obispos, a las Autoridades Nacionales y a todo el Pueblo Argentino: «que esta Celebración nos haga más fuertes en el camino emprendido por nuestros mayores hace ya doscientos años. Con tales augurios expreso a todos los argentinos mi cercanía y la seguridad de mi oración, quiero estar cerca de los que más sufren, los enfermos, los que viven en la indigencia, los presos, los que se sientes solos, los que no tienen trabajo y pasan todo tipo de necesidad, los que son o fueron víctimas de la trata, del comercio humano y la explotación de personas, los menores víctimas de abuso y tantos jóvenes que sufren el flagelo de la droga… Son los hijos más llagados de la Patria». Tenemos que integrar en nuestro ser nación a todos los individuos. Esa comunicación que María ejerce en el cielo, la ejerció en la tierra y es nuestra tarea de hoy. 

Que esta Celebración nos de fuerza y esperanza a todos nosotros para saber implementar nuestra misión, como creyentes, como ciudadanos y como argentinos. Solo con un horizonte de Trascendencia tenderemos un «fin» que nos motive y empuje, para que todos, como los del Rotary lo saben bien, estemos al servicio de la humanidad. El momento histórico y la consabida respuesta nos esperan a todos. Que la Virgen Nuestra Señora de la Asunción nos ayude a vivir en la madurez de nuestra existencia, y en esa comunicación que la abrió a Dios y al prójimo. No hay mejor respuesta.

Muchas gracias.

Mons. Rubén O. Frassia

Obispo de Avellaneda-Lanús

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