Los Rohinyá en Myanmar: el Papa pide respetar a “cada grupo étnico”

Los Rohinyá en Myanmar: el Papa pide respetar a “cada grupo étnico”

En el primer discurso frente a Aung San Suu Kyi y a las autoridades del país, Francisco no pronuncia la palabra con las que se llama al grupo étnico de religión musulmana; expresó su deseo de una paz basada en el «estado de derecho» y un orden democrático que permita a todos, sin excluir a nadie, «ofrecer su legítima contribución al bien común»

por ANDREA TORNIELLI

 

No pronunció nunca la palabra “Rohinyá”, el grupo étnico de religión musulmana que vive en Myanmar y que ha sido objeto de discriminaciones y persecución. Pero la alusión en sus palabras fue muy clara. El Papa Francisco habló frente a las autoridades de Myanmar en el gran auditorio del International Convention Centre, en la nueva capital del país, Nay Pyi Taw. Lo estaban escuchando la Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, los miembros del gobierno de Myanmar y el cuerpo diplomático. La Iglesia católica local le pidió al Pontífice que no nombrara a los Rohinyá en su discurso, para no provocar nuevas reacciones violentas en un país con una democracia todavía frágil, en la que los militares todavía tienen una gran influencia. Francisco aceptó la petición, pero no renunció a un claro y firme llamado en defensa de las minorías.  

 

La Consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, pronunció un discurso antes de que el Papa tomara la palabra: «Entre todos los desafíos que nuestro gobierno está afrontando, la situación en el Estado de Rakhine –afirmó, refiriéndose a la situación de la minoría de los Rohinyá– ha capturado con fuerza la atención del mundo. Mientras afrontamos cuestiones de vieja data a nivel social, económico y político, que han afectado la confianza y la comprensión, la armonía y la cooperación entre las diferentes comunidades de Rakhine , el apoyo de nuestro pueblo y de los buenos amigos que desean solamente ver que lo lograremos con nuestros esfuerzos, ha sido inestimable. Su Santidad, los dones de compasión y de aliento que nos trae serán preciosos, mientras atesoramos sus palabras en el mensaje en ocasión de la 50° Jornada Mundial de la Paz, del primero de enero de 2017». 

 

En su discurso el Papa Bergoglio afirmó: «Quisiera también que mi visita pudiera abrazar a la población entera de Myanmar y ofrecer una palabra de aliento a todos los que están trabajando para construir un orden social justo, reconciliado e incluyente». Entonces, después de haber citado la belleza y los recursos naturales del país, recordó que su pueblo «ha sufrido mucho y todavía sufre, debido a conflictos internos y hostilidades que han durado demasiado tiempo y que han creado profundas divisiones». La nación, observó Francisco, «ahora está empeñada» en retomar «la paz», y, por lo tanto «la curación de estas heridas se impone como una prioridad política y espiritual fundamental». El Papa se refirió a los esfuerzos del gobierno y de la Conferencia de Paz de Panglong, que reúne a los representantes de los diferentes grupos que tratan de «poner fin a la violencia, construir la confianza y garantizar el respeto de los derechos de todos los que consideran esta tierra su casa». 

 

Después recordó que la paz y la reconciliación solo pueden avanzar «mediante el compromiso por la justicia y el respeto de los derechos humanos», y que los conflictos deben ser resueltos con el diálogo «y no con el uso de la fuerza». «El futuro de Myanmar –añadió el Papa– debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto de cada grupo étnico y de su identidad, en el respeto del estado de derecho y de un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo (ninguno excluido) ofrecer su legítima contribución al bien común». 

 

Según las Naciones Unidas, los Rohinyá, grupo étnico de religión islámica que vive en Myanmar son una de las minorías religiosas más perseguidas en el mundo: 600.000 de ellos tuvieron que huir del estado de Rakhine al vecino Bangladesh, y en los próximos días, durante una de las citas programadas en la segunda etapa del viaje asiático, Francisco se reunirá con una delegación. Pero en Myanmar viven también 400.000 desplazados internos que pertenecen a las etnias Kachin, Karen, Chin, e Shan; aunque los circuitos de los medios de comunicación internacionales no se fijen demasiado en ellos, también sufren discriminaciones y viven en situaciones de tensión con el ejército. Los 120.000 desplazados Kachin son principalmente cristianos y se encuentran en campos para prófugos desde hace más de 6 años.  

 

«Las diferencias religiosas –explicó Bergoglio hablando a las autoridades de Myanmar– no deben ser fuente de división y desconfianza, sino más bien una fuerza para la unidad, para el perdón, para la tolerancia y para la sabia construcción del país. Las religiones pueden desempeñar un papel significativo en curar las heridas emotivas, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en los años de conflicto». Pero, a pesar de las discriminaciones y las persecuciones por parte de los nacionalistas budistas contra esta minoría musulmana, también hay signos positivos. Según el Papa «es un gran signo de esperanza que los líderes de las diferentes tradiciones religiosas de este país se estén comprometiendo en trabajar juntos, con espíritu de armonía y respeto recíproco, por la paz, para socorrer a los pobres y para educar a los auténticos valores religiosos y humanos». 

 

Para concluir, Francisco recordó la importancia de la formación de los jóvenes, «no solo en los sectores técnicos, sino, sobre todo, en los valores éticos de honestidad, integridad y solidaridad humana, que pueden garantizar la consolidación de la democracia y del crecimiento de la unidad y de la paz a todos los niveles de la sociedad». Y la «justicia intergeneracional» exige también que las generaciones futuras «puedan heredar un ambiente natural incontaminado por la avidez y el saqueo humano». 

 

El primer día de citas públicas en Myanmar, para el Papa que llegó ayer a la que hasta 2015 era la capital, Rangún, comenzó en el Palacio presidencial de Nay Pyi Taw, un enorme complejo construido hace doce años, durante el pasaje a la nueva capital. Se trata de una verdadera fortaleza con muros blancos neoclásicos y rodeada por un foso que se atraviesa gracias a una serie de puentes separados unos de otros para que sea más seguro en el caso de que se verifiquen ataques. Una imagen que describe más que mil palabras la fragilidad de la nueva democracia birmana. 

 

Primero Francisco fue recibido por el presidente de la República de la Unión de Myanmar, Htin Kyaw, hijo de un conocido poeta; después, en la sala del cuerpo diplomático, se encontró con la Consejera de Estado y ministro del Exterior Aung San Suu Kyi, fundadora de la Liga Nacional para la Democracia, inspirada en la no-violencia de Gandhi, y que vivió condenada al arresto domiciliario durante quince años por el régimen militar. 

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