La propuesta de Francisco sigue encontrando mucha indiferencia en la Iglesia

Entrevista a Rafael Luciani, profesor de teología en el Boston College de Massachusetts.

Pronto Rafael Luciani publicará su tercer libro, La Teología del Pueblo y el Papa Francisco.

Esta publicación le sorprenderá, además, en medio del primer curso de teología on line (completamente gratuito) que el propio Luciani, doctor en teología por la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma (de donde es, además, profesor titular), dirige en esta oportunidad desde el Boston College, donde es profesor visitante asociado.

A pocos días de iniciar el curso on line sobre los aspectos teológicos y sociales del pontificado del Papa Francisco, y a escasos meses de la publicación del correspondiente libro, hemos querido entrevistarle, con miras a entender cuáles son, precisamente, estas variables determinantes de la pastoral del papa Francisco.

A ratos da la impresión de que, así como san Juan Pablo II hizo hincapié en el “no tener miedo”, Francisco hace lo propio con la misericordia, divina y humana ¿Diría usted que esta es una de las líneas principales del pensamiento teológico del papa Francisco? 

Para Francisco la misericordia no es sólo un tema que corresponda al año jubilar. Se trata, más bien, de un estilo y un talante de ejercer su pontificado, que va desde lo pastoral hasta lo geopolítico, y que surge de la profunda convicción de la necesidad de repensar al cristianismocomo praxis de la misericordia en un mundo indolente.

Él mismo lo reconoce en el discurso que diera al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede a principios de este año, al recordar que la misericordia ha sido el eje conductor de todas sus decisiones.

Francisco trata de ofrecer un discernimiento de los estilos de vida cristianos en esta época global marcada por la desesperanza y la indiferencia. Y lo hace a través de dos criterios fundamentales: “no dar nada ni nadie por perdido”, y “construir puentes mediante el diálogo y el bien común”.

La misericordia significa que siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida, siempre hay una oportunidad nueva para reencontrarnos y comenzar de nuevo. Desde la experiencia de la misericordia se entiende que el diálogo es un “proceso” y no un fin que se agota en sí mismo.

Por una parte, esta representa un mensaje pastoral que llama a ver a cada persona en concreto, sin generalizar ni juzgar.

Pero también es un mensaje sociopolítico, que apuesta por la esperanza y la lucha ante un mundo que privilegia la indolencia y voltea su mirada ante los dramas de las grandes mayorías que son los pobres.

Es una manera, pues, de salir al otro y entender que sin ese otro no me salvo. Que nos necesitamos ambos en este camino para hacernos humanos y sanar la sociedad de su indolencia.

El rol de la Santa Sede ha sido clave en las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, y recientemente Francisco ha accedido a ser mediador en el proceso de diálogo venezolano ¿se atrevería a decir que el rol de Bergoglio en América Latina hoy recuerda al de Wojtyla en la Europa/Eurasia soviética? 

Francisco pide que asumamos la “pluriforme armonía” que existe en el mundo, como lo recordó en laEvangelii Gaudium.

Se trata de entender, por muy duro que esto sea, que los distintos pueblos tienen modos culturales diversos que deben ser reconocidos y defendidos.

En este sentido, él sigue el llamado de la 5ta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, por insertar los esfuerzos de la Iglesia en el marco de la sanapluriculturalidad.

Esto pasa por dos ejes fundamentales: el favorecimiento de todos los procesos y formas democráticas, y la lucha por una mayor participación política. Es lo que Francisco expresó en Bolivia en su segundo encuentro con los movimientos populares.

Si vemos sus intervenciones en América Latina, se han basado en el reclamo a la pobreza, aún existente, favorecida por modelos económicos y políticos que privilegian a las ideologías por encima de las personas. Sean del totalitarismo de estado o del fetichismo del mercado neoliberal.

Y también ha insistido en la necesidad de crear vínculos, fortalecer relaciones entre los países y pensar en el bien común, más allá de cada nación.

Esta visión ya la había expresado en el prólogo que escribiera en el año 2005 para el libro del ensayista uruguayo Guzmán Carriquiry, titulado Una apuesta por América Latina.

Ahí se muestran algunos de los principios de lo que podemos llamar como su geopolítica pastoral al servicio de los pueblos y sus culturas, y entiende que su mayor servicio debe ser el de retomar la senda de la justicia social al privilegiar el trabajo sobre el capital y negar la absolutización del Estado, el partido o el dinero.

¿Cuáles diría usted que son las diferencias sustanciales entre la “teología del pueblo” y la “teología de la liberación”? 

La teología del pueblo es una variante de la teología de la liberación. No podemos hablar de “una” teología de la liberación como si esta constituyese un solo bloque homogéneo.

Lo distintivo de la teología del pueblo es que asume la vía de la mediación sociocultural y no la política ideológica o partidista.

La teología del pueblo entiende que los procesos de transformación son, ante todo, procesos socioculturales, y que éstos preceden a la toma del poder político. De otro modo sólo caeríamos en la imposición de modelos autoritarios y totalitarios que no brotan de la vivencia, los anhelos y la manera de pensar y vivir de los pueblos.

Por ello, para la teología del pueblo es tan importante estudiar el hecho de la religión popular que se distancia completamente de la mentalidad del sujeto ilustrado que vive la religión de forma privada, centrada sólo en torno al templo y la liturgia, y desconectado de la cotidianidad del otro, o de esa fe que ha de permear a los espacios de la vida personal y pública.

En este sentido, la propuesta de la teología del pueblo radica en la inserción del cristiano en los procesos de cambio sociocultural, pero a partir de la vida con y junto al pueblo, asumiéndolo como sujeto del cambio, y no como recipiente del mismo.

Esto es algo que desarrollo en mi próximo libro sobre el “Papa Francisco y la teología del pueblo” que será presentado antes de diciembre.

¿Qué aspectos fundamentales del pontificado de Francisco le parecen más importantes, desde el punto de vista de su incidencia en América Latina?

Creo que muchos estamos conscientes de que la propuesta de Francisco sigue encontrando mucha indiferencia en América Latina, a pesar de sus continuos mensajes a los obispos a través de sus viajes apostólicos o discursos dirigidos en ciertas ocasiones especiales.

Basta recordar su mensaje al episcopado mexicano, o las más recientes declaraciones dirigidas al Celam.

Y es que lo más difícil de su propuesta es que pide romper con la mentalidad clerical que reina hoy en la Iglesia. Lo que Rafael Tello llamaba la “cultura eclesial”. Pastores que no se vinculan con los pobres más allá de la celebración de alguna liturgia en una zona popular, pero no son amigos de los pobres ni conocen vivencialmente de sus dificultades cotidianas. O estructuras eclesiales que privilegian los cargos y posiciones en razón de ser cura u obispo, pero no por la preparación académica y la capacidad pastoral de servicio que tenga una persona.

La Iglesia en América Latina sigue siendo deudora de una inclusión real del laicado en posiciones de decisión y dirección. Esto ha sido una lucha importante que Francisco ha tratado de promover desde Roma, aunque sigue encontrando mucha resistencia.

También está el reto de replantear la formación en los seminarios. Hoy en día América Latina cuenta con un nivel muy bajo de formación teológica y poca creatividad pastoral. Basta con escuchar las homilías de muchos sacerdotes y obispos.

Ya no se invierte en formación continua, en profesorado y estructuras socio-pastorales. La mayoría de los seminarios no están integrados a Universidades y carecen del número de profesores necesarios para poder ofrecer estudios de calidad.

Hace falta una nueva visión de conjunto, menos individualista y limitada a cada diócesis u obispo. Ese esfuerzo por crear una cultura del encuentro pasa también por la colaboración e inclusión en la Iglesia, en sus estructuras y programas, de todos los que hacemos vida en la Iglesia, para poder lograr una mayor unidad en medio de las carencias y dificultades actuales.

En cuanto al curso que ofrece el Boston College ¿qué puede esperar el usuario que se enrola en él? ¿es necesario algún grado de formación teológica o catequética previa? 

La Escuela de Teología y Ministerios del Boston College ha venido apostando por el apoyo a los procesos de cambio que lidera Francisco y lo está haciendo a través de distintos programas que quieran hacer llegar el mensaje de Francisco, y su opción teológico-pastoral, a personas de todos los rincones de Iberoamérica.

Se está lanzando una plataforma internacional de estudios en línea que permitirá, de forma gratuita y avalada por el prestigio de esta universidad de los padres jesuitas, ofrecer cursos de teología, pastoral y espiritualidad, contando con profesores de talla internacional.

Al ser cursos de formación continua en línea, se tiene la facilidad de poder hacerlos al tiempo y la conveniencia de cada persona. Basta una conexión a internet y se podrá ingresar en una plataforma que cuenta con videos y material impreso para profundizar cada tema.

Estamos haciendo una experiencia piloto con la Iglesia en Cuba a pesar de las dificultades que tienen con la conexión al Internet, pero estamos buscando los modos de colaborar con formas alternas para hacerles llegar el material.

Hemos tenido una respuesta inmensa de muchos países de América Latina. Ya contamos con miles de personas que se están inscribiendo en nuestra plataforma.

Por eso los invito a que puedan revisar nuestra página web e inscribirse (antes del 30 de septiembre) en el primer curso que se ofrecerá sobre los “aspectos teológicos y sociales del pontificado de Francisco”. Cualquier persona lo puede hacer.

Es la ocasión para conocer la opción teológica y pastoral de este pontificado, la hoja de ruta del proceso actual de reformas que nos ha traído esta primavera eclesial, y los retos que se nos plantean en esta época globalizada.

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