Las presuntas “novedades” del Papa y las contraposiciones ideológicas en torno a la eutanasia

Las presuntas “novedades” del Papa y las contraposiciones ideológicas en torno a la eutanasia

Por qué las palabras con las que Francisco dijo "no" al ensañamiento terapéutico fueron consideradas por muchos como una apertura o un parteaguas

por ANDREA TORNIELLI

 

Habría que preguntarse por qué un «no» a la eutanasia y al abandono de los enfermos terminales tan claramente expresado y un convencido «no» al ensañamiento terapéutico sonó tan novedoso para algunos. En el mensaje enviado por el Papa Francisco el pasado jueves 16 de noviembre al encuentro regional europeo de la World Medical Association, organizado en colaboración con la Pontificia Academia para la Vida, los fundamentos doctrinales eran Pío XII, de hace sesenta años, la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1980 y el Catecismo de la Iglesia católica. 

 

No es ninguna novedad que la Iglesia, al insistir en su «no» al suicidio asistido, también diga «no» al ensañamiento terapéutico, es decir esas curas que han ido adquiriendo dimensiones desproporcionadas y que tal vez mantienen con vida al organismo humano, pero no tienen en cuenta el «bien integral de la persona». No es ninguna novedad recordar que hay casos en los que es lícito abstenerse de suministrar cuidados y tratamientos, que podrían extender un poco la vida de un paciente terminal. 

 

Sin embargo, hay que plantearse algunas preguntas si las palabras del Pontífice son interpretadas por una parte de la opinión pública y por los medios de comunicación como «una novedad» o «una apertura». La cuestión no puede ser reducida solo a algunas citas interesadas de quienes voluntaria o involuntariamente acaban instrumentalizando las declaraciones del Papa para llevar agua al molino de las propias opiniones. Hay algo más. Legítimamente uno se podría preguntar si este efecto «novedad» no es también el resultado de décadas de contraposiciones ideológicas sobre los temas éticos más sensibles. Contraposiciones a menudo expresadas a gritos y que han creado un clima de incomunicabilidad. 

 

Esa falta de comunicación que se aprecia en ciertos ataques contra todos los que promueven el diálogo y la confrontación, sin olvidar la enseñanza de la Iglesia sobre estos temas, pero tampoco sin cerrar a priori todas las puertas. Los programas «aperturistas» impuestos mediante colonizaciones ideológicas (con todo y su guarnición mediática) han provocado incluso reacciones descompuestas o que rozan el paroxismo. Y así ha parecido que para ciertos católicos ningún caso puede formar parte de los cánones del ensañamiento terapéutico. 

 

Es por ello que las palabras del Papa pueden contribuir a regular los equilibrios de la situación favoreciendo espacios de diálogo, así como al redescubrimiento de las páginas del magisterio que han quedado (un poco) en el olvido.

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