El poder de la religión, a las urnas

El poder de la religión, a las urnas

Católicos y evangelistas dieron una señal de poder, pero no se conforman con ello y apuestan a más. El dedo de Dios, en las boletas del 2019. El modelo latinoamericano llega al país.

Muchas fueron las lecturas que surgieron luego del histórico debate por el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en el Congreso de la Nación. Claro, la vorágine por la discusión, que se prolongó desde el inicio del año y creció tras la aprobación de la Cámara de Diputados y la desaprobación por parte del Senado, lejos está de apagarse. Algunos dirigentes, como el propio jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, Federico Salvai, destacaron que la controversia llegó para quedarse. Similar postura tomaron quienes promovieron la normativa y lanzaron consignas como “esto recién empieza” y “será ley”.

No obstante, desde el sector antagónico, que movió las piezas necesarias para asegurar una victoria para su rebaño en el debate que se dio en la Cámara Alta, el análisis de lo ocurrido en el recinto fue bastante diferente.

Tanto católicos como evangelistas, las principales religiones que intercedieron, movilizaron y apuntalaron voluntades de la dirigencia política, tomaron nota y proyectaron la votación negativa al proyecto como una demostración de poder. La importante victoria en el mundillo político fue el puntapié inicial para un desembarco pleno con intenciones electoralistas. Así, el lobby dejaría de estar a la orden del día para ceder su lugar a una acción directa desde las cámaras.

Sí, el poder de las iglesias Católica y Evangelista busca desembarcar en el sistema partidario histórico argentino para meter el dedo de Dios en la discusión ante las urnas.

Claro está, no sólo se presenta el interés de sentar posición en la puja de poderes, sino que apuntan a establecer un escenario que profundice la relación del Estado con la Iglesia. No es casualidad que, tras años de mantener relaciones con el poder, se busque dar un salto. Es que la proyección del espacio se da cuando en las grandes ciudades -generalmente con educación superior pública- comienza a fogonearse un Estado laico en plenitud.

Sin embargo, la decisión de lo que por el momento se autodenomina “movimiento celeste”, claramente envalentonado por la votación contra la IVE, no es presentar candidatos propios, como si lo harán en disputas menores que las funciones públicas. El objetivo central pasa por la ubicación de referentes. Es decir, asegurar que sus apadrinados sean parte de la contienda e integren puestos de privilegio que no los mantengan marginados a la hora de contabilizar escaños.

Igualmente, la vara es doble. Por un lado buscan promover nombres para posibles candidaturas, y por el otro ser un punto de consulta de las fuerzas, que la política tome nota del peso demostrado.

De esta manera, además de dar el visto bueno a los precandidatos, asegurarían que, en caso de inclinar la balanza en las negociaciones e imponer su postura, los dirigentes con el apoyo del clero logren ser parte de la función pública y se prolongue en la actividad legislativa la fuerza de la religión ante un escenario que, para ellos, busca dividir las aguas al impulsar un pleno Estado laico.

Hasta el momento, en el país no había surgido la voluntad de las dos iglesias más poderosas (en cuanto a financiamiento y convocatoria) para dar el salto a la disputa política y sólo mantenían el lobby. Ahora, la historia cambia, y el temor al fin de ciertos privilegios, más la demostración de poder, los lanza a la lucha electoral para anotarse porotos de su riñón que sean sus portavoces.

Como si el camino a los comicios de 2019 no tuviera demasiados condimentos, entre aportes truchos para el oficialismo, los cuadernos de la corrupción del kirchnerismo, más la postura del Peronismo Federal, se suma el poder de la Iglesia. Los celestes tomaron carrera, y ahora van por todo.

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