“Las personas más solas e indefensas son protegidas por Dios”

“Las personas más solas e indefensas son protegidas por Dios”

El Papa explicó en el Ángelus que «amar y ser amados es el sueño» del Señor «para el hombre». Después recordó las «legítimas expectativas y esperanzas» de Venezuela y Togo

por GIACOMO GALEAZZI

 

«Fuimos creados para amar y ser amados», explicó el Papa en el Ángelus. Jesús vivió su vida predicando y operando lo que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir el amor. «El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin el amor, tanto la vida como la fe» se quedan estériles. 

 

Después Francisco indicó a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro un ejemplo proclamado por el beato Juan Schiavo, sacerdote de los Josefinos del Murialdo, sobre la coherencia cristiana. «Ayer, en Caixas do Sul, en Brasil, fue proclamado beato Juan Schiavo, sacerdote de los Josefinos del Murialdo —recordó el Papa. Nació en las colinas vicentinas a principios del siglo XX, fue enviado como joven sacerdote a Brasil, en donde trabajó con celo al servicio del pueblo de Dios y de la formación de los religiosos y de las religiosas. Que su ejemplo nos ayude a viven en plenitud nuestra adhesión a Cristo y al Evangelio». 

 

De hecho «solo el amor da el impulso y nos hace fecundos, no hay fe sin amor por los pobres y los indefensos». Después, el Papa invocó a «la Virgen Santa», para que «nos ayude a acoger en nuestra vida el gran mandamiento del amor de Dios y del prójimo: aunque lo conozcamos desde que éramos niños, nunca acabaremos de convertirnos a él y de ponerlo en práctica en las diferentes situaciones en las que nos encontramos». 

 

Introduciendo la oración mariana, el Pontífice recordó que en este domingo la liturgia «nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante». El Evangelista Mateo narra que los fariseos se reúnen para poner a prueba a Jesús. Uno de ellos, un doctor de la Ley, le hace esta pregunta: «“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Es una pregunta insidiosa – afirmó el Pontífice – porque en la Ley de Moisés son mencionados más de seiscientos preceptos. ¿Cómo distinguir, entre todos estos preceptos el mandamiento más grande?». 

 

Pero Jesús, prosiguió el Papa, no tiene ninguna duda: «“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. Y agrega: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta respuesta de Jesús nos recuerda que los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, eran la condición del pacto de alianza con el pueblo. Con esta respuesta, agregó, Jesús quiere hacer entender que sin el amor a Dios y al prójimo no existe verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor». Según Francisco, esta respuesta de Jesús «no es descontada», porque «entre todos los preceptos de la ley hebraica, los más importantes eran los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, como condición del pacto de alianza con el pueblo». 

 

Pero Jesús, añadió el Pontífice, «quiere hacer comprender que sin el amor por Dios y por el prójimo no hay verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor». Lo confirma, puntualizó el Papa, «otro texto del Libro del Éxodo, llamado “código de la alianza”, en el que se dice que no se puede estar en una alianza con el Señor y maltratar a los que gozan de su protección: la viuda, el huérfano y el extranjero, es decir las personas más solas e indefensas». Y, «al responder a esos fariseos que lo habían interrogado, Jesús trata incluso de ayudarlos a ordenar su religiosidad, a restablecer lo que verdaderamente cuenta y lo que es menos importante». 

 

Dijo: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». Por ello, recordó el Papa, «lo que Jesús propone en esta página evangélica es n ideal estupendo que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón: Dios, que es amor, nos ha creado para volvernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las demás personas». 

 

Esto, advirtió el Papa, es lo que suena Dios para el hombre y «para realizarlo necesitamos su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo». Por ello, «Jesús se nos ofrece en la Eucaristía precisamente por esto: en ella nosotros recibimos su Cuerpo y su Sangre, es decir recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre por nuestra salvación». 

 

Después del Ángelus, el Papa saludo a las diferentes comunidades de peregrinos de los diferentes países, como a la comunidades de Togo y Venezuela en Italia, con la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la “Chinita”: a la Virgen encomendemos las esperanzas y las legítimas expectativas de estas dos naciones». A todos deseó un buen almuerzo y pidió que no se olvidaran de rezar por él, como acostumbre. 

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