El peronismo dispuso el fin de la era de la cooperación

El peronismo dispuso el fin de la era de la cooperación

La aprobación del presupuesto marcó un punto de inflexión: ahora todo será más difícil para el Gobierno; sin embargo, hay cuatro posturas distintas sobre cómo avanzar en la reconstrucción

La señal para el Gobierno fue inequívoca: se terminó la era de la cooperación y se inició el tiempo de la campaña. El punto de inflexión fue la sanción del presupuesto, para los peronistas dialoguistas, el último gesto concreto de apoyo al oficialismo. Menos de 24 horas después, el propio Miguel Ángel Pichetto, artífice de una trabajosa mayoría para aprobar las cuentas ajustadas de 2019, articuló en el Senado los apoyos para volver al Consejo de la Magistratura. Así Cambiemos, a pesar de tener la bancada más numerosa, quedó en minoría ante la unión de las partes opositoras. Lo mismo ocurrió al día siguiente en Diputados, en un movimiento aún más osado. Incluso los amigables gobernadores Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti, Gustavo Bordet y Domingo Peppo se unieron a Sergio Massa y al kirchnerismo para birlarle a Cambiemos una banca en el órgano encargado de designar y desplazar jueces. Fue una derrota imprevista para Cambiemos. Los gobernadores arreglaron sus cuentas con la Casa Rosada y después les mandaron la factura.

El viernes en el oficialismo no salían del desconcierto y cruzaban acusaciones de descuido e ingenuidad entre la cúpula legislativa de Emilio Monzó y Nicolás Massot, el ministro Rogelio Frigerio y el equipo judicial de Germán Garavano, José Torello y Fabián "Pepín" Simón. Esa noche era mejor no hablar con Mario Negri, que fue quien perdió su lugar. Hubo recriminaciones mutuas por haberse relajado en los laureles del presupuesto sin percibir la reacción de despegue que preparaban enfrente.

La consecuencia no solo es que Cambiemos dejó pasar una oportunidad única para contar con los dos tercios en el Consejo de la Magistratura, algo que ninguna otra fuerza había logrado antes. El problema es que también deberá enfrentar una oposición fortalecida con la presencia de figuras como Pichetto, Graciela Camaño y Eduardo "Wado" De Pedro, que tienen una espesura diferente de la de Mario Pais o Rodolfo Tailhade. El Consejo tendrá el año próximo una dinámica mucho más intensa. Se cerró el statu quo funcional al oficialismo que reinaba hasta ahora. Algo similar a lo que pasó en la Corte Suprema con la cristalización del eje Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Horacio Maqueda, según el Gobierno, la nueva "mayoría peronista".

Todavía domina una profunda dispersión en el heterogéneo mapa del PJ. El inicio de un cuarto año en la oposición (el mayor período desde los 80), sumado a la falta de un liderazgo unificado, contribuye al desorden y a la multiplicidad de fórmulas para resolver la angustia de poder. Pero por debajo de esas corrientes superficiales empezó a circular la convicción común de que hay una oportunidad para derrotar al macrismo. Las alianzas tácticas por el Consejo de la Magistratura exhiben esa expectativa. Es una mirada realista que reemplaza al pesimismo resignado de principios de año (el 2019 está perdido, apuntemos a 2023) y al impulso exitista de plena crisis cambiaria (el Gobierno no llega y hay que pensar contingencias).

Esa perspectiva se basa en un giro conceptual clave: el principal vector ordenador del mapa político es Mauricio Macri y no Cristina Kirchner. El peronismo empezó a posicionarse más en referencia al Gobierno que en relación con la expresidenta. Cada vez más busca definirse como oposición a las políticas económicas que como K o anti-K. La cuestión identitaria es el primer requisito de cualquier agrupación. La crisis económica logró esa amalgama frágil.

Sin embargo, las coincidencias terminan en el diagnóstico. En la mirada prospectiva las diferencias todavía están vigentes, aunque ya no hay dos bandos nítidos a favor o en contra de Cristina Kirchner. Internamente en las últimas semanas se produjeron un desflecamiento y un progresivo esfumado de las líneas divisorias. Todos hablan con todos y se percibe un estado de desordenada excitación.

En todo caso, en un esfuerzo de clasificación, habría que hablar de "los cuatro peronismos", parafraseando el concepto del historiador Alejandro Horowicz. El primero sería el "institucionalista renovador", que tiene a Urtubey, Pichetto y Schiaretti como referentes. Es el sector que habla más claramente de no acordar con el kirchnerismo y que rescata ciertos modos republicanos de Macri. El gobernador salteño, el de mayores aspiraciones en ese grupo, expone una lógica parecida a la de Marcos Peña y Jaime Durán Barba. "El sistema de representación política está en crisis y por eso la demanda de la gente va a ordenar la oferta electoral, no al revés. Se acabó el verticalismo, el mundo es mucho menos autoritario", reflexiona Urtubey. En su entorno exhiben una encuesta de Isonomía según la cual Macri mide 31 puntos, Cristina 22, Massa 14 y él 9. Según ellos, estos números marcarían que hay vida detrás de la polarización.

El dato más significativo es el sutil despegue de Massa, quien adoptó un discurso abiertamente opositor basado en una premisa básica que le aporta el consultor Hugo Haime: el 70% está en contra del Gobierno. Por eso en las últimas semanas se cuida más de no embestir contra el kirchnerismo, porque piensa que en algún momento puede ser un electorado a cautivar. Para evitar suspicacias de alianzas, esta semana ensayaba una frase que repetirá desde ahora: "Cuando yo enfrenté a Cristina, los que hoy gobiernan estaban debajo de la cama". Sin embargo, Urtubey y Pichetto tomaron nota de su diferenciación y arman un nuevo encuentro para el miércoles, donde además de los cuatro "alternativos" estarán invitados Bordet, Peppo, Rosanna Bertone, Mario Arcioni y Hugo Passalacqua, entre otros gobernadores. Massa aseguró presencia, aunque entiende que no debe quedarse atado a ese grupo. Como señala el consultor Federico Aurelio, "los pocos esfuerzos de diferenciación del PJ alternativo no tuvieron resultado en las encuestas. Macri y Cristina dominan la escena más por la negativa al otro que por la positiva. Las otras opciones están en la nebulosa. Massa sigue siendo el tercero, pero aún lejos". Por eso el tigrense no quiere quedarse encapsulado.

El tercer y el cuarto peronismo pertenecen al hemisferio filokirchnerista. Uno, el "unionismo revisionista", plantea una mirada aperturista hacia otras fracciones, pero desde el reconocimiento del liderazgo político de Cristina. Orbitan allí figuras como Agustín Rossi y Felipe Solá, que están expectantes para saber si la expresidenta finalmente será candidata. Conversan mucho con el massismo, pero no tienen para ofrecerles un acuerdo tentador, excepto que Cristina se baje. También está cerca Alberto Fernández, que se ha transformado en un puente con protagonistas que habían sido apartados del círculo áulico, como el caso de Guillermo Nielsen, quien se reunió hace pocos días con Cristina para darle su opinión económica. Reina en estos encuentros cierto jà vu del nestorismo original. "Cristina tomó nota de lo que le pasó; sabe que no puede encerrarse, escucha mucho más", asegura uno de sus interlocutores. Para ellos, la clave está en encontrar una propuesta superadora del pasado. "El peor escenario para el electorado es que tengan que elegir entre los que están ahora y los que estaban antes. No podemos ganar por defecto. Debemos tener una mirada de futuro", propone Rossi, quien ve una discusión electoral basada en la dicotomía economía versus corrupción. En este sector están dispuestos a condenar los bolsos de José López, pero no a admitir los cuadernos de Oscar Centeno. El tema judicial es divisivo.

Pero en el entorno de Cristina sigue teniendo peso el "kirchnerismo puro", el núcleo de La Cámpora y Nuevo Encuentro que hace pocas semanas emitió un documento en el que propuso una reforma constitucional y una "democracia participativa". Impera allí una voluntad de retomar y profundizar el camino de los últimos años de Cristina, los más radicalizados. Curiosamente, no está Máximo tan convencido de este camino, pero deja hacer para mantener latente la militancia.

En medio de todas estas vertientes, los gobernadores e intendentes con responsabilidad de administración y con necesidad de revalidar el año próximo, oscilan y especulan. Cada uno mira su territorio. Allí abajo hay cientos de peronismos distintos.

 

 

En una charla informal hace un mes, Macri les dijo a sus interlocutores: "No es mi tarea ser responsable de que el PJ construya una alternativa. Bastante tengo con Cambiemos". Es cierto. Pero quizá deberá interpretar que el modo de relación con el peronismo acaba de cambiar. Hay un nuevo escenario que no le será indiferente.

 

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