Pascua: Esperanza del mundo...

Pascua: Esperanza del mundo...

Dios es amor. Nos ama inmensamente. Ofrece lo más valioso, lo más sagrado, para darnos esperanza, para seguir caminando junto a nosotros. 

 

El mensaje y el legado de ese Dios que se hizo hombre, hace más de 2000 años, sigue siendo renovador, único, revolucionario, actual. Es un amor abrazador, en perpetuo tiempo presente.

Más de 1660 millones de personas en el mundo, no encontramos un mensaje más fuerte, más nuevo, más impactante, más radical, que ese amor de Cristo: En su gran enseñanza, en esa invitación a amarnos recíprocamente, en ese dar la vida por los amigos, y por los enemigos también, está encerrada la llama de nuestra fe. Y abrazamos ese misterio y tratamos de hacerlo carne y ejemplo en nuestra vida cotidiana.

No siempre lo logramos. No siempre lo logra el mundo. Todos estamos llamados a la esperanza y la unidad. También a vivir la libertad, de tomar diferentes caminos. Y allí sigue Dios esperando, amando incondicionalmente, siempre abierto al perdón, y a recomenzar.

El Papa Francisco ha querido en este camino previo a la Fiesta de la Pascua de Resurrección invitarnos a transitar ese camino inevitablemente doloroso de Cristo, hoy reflejado en millones de hermanos que sufren la pobreza, el abandono, la persecución por abrazar esta fe, el individualismo, el relativismo, la corrupción, el culto al dios dinero, el consumismo, la banalidad, el egoísmo expresado en la explotación del hombre por el hombre.

Francisco sale a abrazar a esos lobos de la violencia cotidiana. Se hace uno con los inmigrantes en Lampedusa, grita su dolor a una Europa temerosa, individualista, que se cierra en totalitarismos. El Papa pone en actos su convicción que América Latina es el continente de la esperanza, arrancando  su pontificado en Brasil con los jóvenes y confirmando próximos viajes a Bolivia, Paraguay y Colombia. Nos enseña el valor del diálogo, convocando permanentemente a líderes de otras religiones para seguir luchando por la paz. Y todo esto lo hace, para transmitirnos también estas llamas de diálogo, unidad, opción por los pobres, convicciones, para que nosotros las apliquemos en lo cotidiano, en nuestras vidas. Eso es cambiar el mundo. Ser pequeños agentes de cambio en cada casa, en cada familia, en cada comunidad.

Francisco nos dice en esta Pascua: 

Miremos con predilección a los abandonados de la sociedad. No olvidemos nunca ese Padre Misericordioso que siempre está.Recemos hoy por aquellos que son decapitados por su fe, como si el horror del Coliseo Romano de hace 2000 años hoy cobrara una dramática vigencia.Salgamos de nuestro silencio cómplice para denunciar, criticar y evitar injusticias.No nos dejemos engañar por la corrupción y la mundanidad.Tengamos presentes en esta Pascua a los mártires del presente, en todos los órdenes y de todas las religiones. Las víctimas de la violencia de ISIS o los jóvenes asesinados en EEUU solo por ser musulmanes. Francisco insiste, en ese rostro de oración profunda, de abrazar el dolor del mundo, de sentir en su alma el grito de los desesperados y abandonados, insiste y repite: El Padre nunca se cansa de perdonar, de perdonarnos para que pasemos por el umbral de esa puerta siempre abierta para abrazarnos con Él, como ese padre que siempre confía y espera.

En esta Pascua Dios sigue confiando, creyendo, esperanzado en nosotros. Es una gran responsabilidad, un gran desafío, que siempre vale la pena.

Pascua, y en particular el Viernes Santo,  no es solo para cristianos o judíos. Pascua es también paso, invitación, esperanza  y ofrenda para el que no cree. Escribe el periodista italiano Alberto Barlocci:

"La del viernes santo no es sólo una ceremonia de los cristianos, sino un momento que abarca a toda la humanidad comenzando por aquellos que no creen en una religión. Desde la cruz hay un grito desgarrador: por qué me has abandonado? Es el grito de todo dolor, de toda injusticia, es el grito del inocente, del que es condenado injustamente. Es también el grito de quien se siente alejado de Dios por sus propios errores y de quien advierte como Jesús que ese Dios no responde... El grito de la inmensa soledad que mira cara a cara el Dolor. Es el grito que en un momento u otro de nuestra vida (o en varios) lanzamos, a veces sin saber si habrá una respuesta. Es un grito profundamente humano, nuestro, mío, tuyo. Es en las llagas que nos encontramos todos unidos, solidarios, doloridos. El verdadero coraje es entonces seguir creyendo en la esperanza, pese a gritar: ¿por qué me has abandonado?"

Pascua es también un ejercicio para toda la Iglesia. Reafirmar su fe, pero también mirarse hacia adentro, auscultarse el alma toda, ver lo que se ha hecho mal, o no se ha hecho, rectificar actitudes y caminos erróneos, todo bajo la guía de cada paso, cada estación y cada acto, de aquel Hombre-Dios llamado Jesús, que enseñaba en el acto y el ejemplo, en la llama abrazadora de su palabra, para dejarnos el tesoro del amor, la esperanza y la unidad. 

Es un tesoro muy grande para guardarlo, para no mostrárselo al mundo, para con compartirlo. Esa es hoy la tarea...

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