Para el padre César, el rock puede ser parte de la religión

La música y su tarea pastoral son igual de importantes para el padre César Scicchitano, que cumple su labor espiritual enfocado en la ayuda a los necesitados, mientras que con su banda canaliza su pasión por el rock.

Hay mundos que parecen inconciliables, pero la realidad indica que son perfectamente compatibles si hay un convencimiento en la integración de ambos. Quien puede dar cuenta de esto es César Scicchitano, a quien muchos conocen como "el padre rockero", quien trata de cumplir desde su canto y sus teclados una misión tan importante como la que tiene desde su actividad pastoral a partir de los 30 años.

El padre César tiene 53 años, y nació en pleno Floresta, en Páez entre Concordia y Campana. Asegura que "me crié en la calle, ella fue mi lugar, y donde aprendí lo esencial de la vida e hice mis primeros amigos". Sin ser un fanático del fútbol, se declara simpatizante de Boca, y un poco también de Ferro, club en el que solía pasar las Vacaciones Alegres en su infancia.

Pero César asegura que su vida pegó un cimbronazo cuando a los 7 años muere su padre, que trabajaba en el Trust Joyero, a metros del Obelisco. "Me llené de mucha rabia con Dios, porque me decían que era el más bueno, pero a mí me había quitado a mi viejo. Poco después tomé la comunión, pero aún no tenía mucha fe, ya que me duraba el dolor que tenía por la falta de mi papá, algo que pude ir resolviendo años más tarde con ayuda de terapia".

Contrariamente a lo que se puede suponer, César fue a colegios públicos (el Mariano Moreno y el Urquiza), y recuerda que "recién poco antes de los 20 años empiezo a sentir algo parecido a la fe".

Poco después. César considera que hubo un hecho que lo iluminó, cuando un amigo lo lleva a la iglesia de San Ramón Nonato, en Villa Luro. "Allí me di cuenta del trabajo de muchos curas para la gente más pobre, haciendo una tarea importante, y sentí que era tiempo de pasar a los hechos".

El padre César - que todavía no lo era- sentía que la música era un camino que lo apasionaba, aunque reconoce que "llego a la música por una chica que me gustaba y no me daba bola. Así, una tarde, tocando un piano que había en casa, me puse a sacar con un dedo una parte de "A los jóvenes de ayer" y ahí me dije que tenía que armar una banda, y me largué a componer".

Para entonces, César era un gran admirador del rock nacional y de músicos como León Gieco, Charly García, Spinetta, Vox Dei, Manal, Pajarito Zaguri y Litto Nebbia, y comenta que "sus letras me remitían al consuelo de lo que me pasaba, hablaban de muchas cosas, eran bofetadas que me despabilaban, y fue como el despertar de la conciencia.

Lo que no sabía César era que años después, compartiría discos y escenarios, y hasta sería amigo, de alguno de sus admirados artistas, entre ellos el mismo Gieco, Vox Dei, Rolo Sartorio (La Beriso), Soledad Pastorutti, Alejandro Lerner, Katie Viqueira y Raúl Lavié, entre otros. O que su compañero de banda, el 'Tucán' Angel Stalo, hubiera sido compinche de adolescencia del mismo Pappo, a quien César le rezó un responso cuando falleció.

A los 20 años César se planteó un cambio en su vida, que vendría por el lado religioso, "la llama sacerdotal", como lo define él, y entró al seminario para iniciar un camino fundamental en su vida.

"Yo sentía que a mi vida le faltaban otras cosas, y de algún modo yo elegí pero también me eligieron para ese camino" y reflexiona que "Dios es tocar una fibra de misterio de todo, hacer algo para alguien que no se ve. A Dios no se lo ve, no tiene voz, es tirarte a la pileta, y es fascinante eso de descubrir a Dios". Reconoce que "descubrir a Dios no es fácil, claro que hay dudas, pero porque hay dudas hay fe, y no tengo dudas de que en todo lo que me pasó estaba Dios siguiéndome".

23 discos con su grupo Los Pecadores

El padre César se ordenó como cura a los 30 años, pero un tiempo antes se encontró con otro padre de apellido Delfino, que lo recordaba con campera de cuero y pelo largo, y le dijo que él le había hecho las luces de un recital. A partir de ahí, le recomendó que fuera a ver al padre Segade, que había sido arreglador de la Misa Criolla. "Tuve una charla con él, y me vino el alma al cuerpo, me mandó a estudiar piano, me llevó al coro, me hizo conocer obras de los clásicos, y fue el maestro que me dio una apertura tremenda".

César, que cumple desde hace muchos años funciones en la parroquia Sacratísimo Corazón de Jesús, en Floresta, y también emprendió misiones de ayuda en Tilcara y Añatuya, no solo puede conciliar ambas vocaciones sino que se da un tiempo para grabar junto a su grupo Los Pecadores, con quienes mantiene una hermandad desde hace casi 20 años, y con quienes editó 23 discos, muchos de ellos con canciones propias y otros rescatando con un sonido más cercano al rock temas emblemáticos del repertorio religioso.

Recibió nada menos que el apoyo de Bergoglio

Quien le dio un gran apoyo en lo musical al padre César fue nada menos que Jorge Bergoglio, a quien había ido a ver tiempo antes de ordenarse porque el cura de su parroquia no estaba de acuerdo con su espíritu "rebelde". Al plantearle que amaba la misión pastoral pero también se sentía músico, el futuro Papa le dio todo su apoyo, lo cambió de parroquia, y hasta le firmó autorizaciones para hacer giras.

"También me encargó que hiciera una canción por la trata de personas y las prostitutas, en 1999, e hice "Amor Abandonado", que tenía una mirada piadosa y no condenatoria".

Pero César tuvo una nueva ocasión de encontrarse con su benefactor, cuando, ya en su Papado, se organiza un partido por la Paz, y César compone una canción llamada "Siembra paz, cosecha vida" con la idea de presentarla en el Vaticano.

"Cuando íbamos a viajar para allá con un cantante sirio, otro judío y otro evangelista, el sirio no puede hacerlo por un tema legal y no lo dejan salir de Ezeiza. Entonces se nos presentó un problema, porque el pacto era cantar todos juntos. Pero Dios también allí nos ayudó, ya que caminando por Roma a la noche nos topamos con una pizzería, que atendía un hindú, que era musulmán. Nos dijo que rezaba y cantaba, le dijimos si quería conocer al Papa, y le encantó la idea. Así que lo llevamos, reemplazó al sirio y al rato estaba sacándose fotos con todos. Se lo cuento a Bergoglio, y se reía. Nosotros fuimos el primer grupo en tocar rock en el Vaticano".

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