El Papa: la única respuesta a las migraciones es la solidaridad

El Papa: la única respuesta a las migraciones es la solidaridad

En la misa en San Pedro con los refugiados y quienes les asisten, en el quinto aniversario de su viaje a Lampedusa, Francisco denunció las constantes muertes en el Mediterráneo, hizo un llamado a una justa división de las responsabilidades y pidió que no se construyan muros

«¡Cuántos pobres hoy son pisoteados! ¡Cuántos pequeños son exterminados!». A cinco años de la visita a Lampedusa (del 8 de julio de 2013), primer viaje absoluto del Pontificado, el Papa Francisco celebró la misa en San Pedro con 200 refugiados, sobrevivientes de los viajes hacia Europa, personas que les asisten y socorristas del Mediterráneo (a los que expresó su agradecimiento, como ejemplo actual del Buen Samaritano, además de representantes de las organizaciones de ayuda. Francisco subrayó que las respuestas al llamado que hizo entonces, «aunque han sido generosas, no han sido suficientes, y nos encontramos hoy llorando miles de muertes». 

  

Según Jorge Mario Bergoglio, que denunció el «silencio (a veces cómplice) de muchos», y «la hipocresía estéril de quien no quiere “ensuciarse las manos”», frente a los desafíos de la migración de hoy «la única respuesta sensata es la de la solidaridad y de la misericordia». También se requiere una justa «división de las responsabilidades» y una gestión inteligente del fenómeno, y no «la cerrazón en relación con todos los que tienen derecho, como nosotros, a la seguridad y a una condición de vida digna, y que construye muros, reales o imaginarios, en lugar de puentes». 

  

« “Ustedes pisan al pobre y exterminan a los humildes. Pues llegarán los días en los que mandaré el hambre al país; hambre de escuchar las palabras del Señor”: la advertencia del profeta Amos resulta todavía hoy de ardiente actualidad», comenzó el Papa en la misa que fue transmitida en vivo por Tv2000, en colaboración con Vatican Media. «¡Cuántos pobres hoy son pisoteados! ¡Cuántos pequeños son exterminados! Todos son víctimas de esa cultura del descarte que en varias ocasiones ha sido denunciada. Y entre ellos no puedo no incluir a los migrantes y a los refugiados, que siguen tocando a las puertas de las naciones que gozan de mayor bienestar». 

  

Bergoglio recordó que hace cinco años, durante su visita a Lampedusa, «al recordar a las víctimas de los naufragios», retomó el «perenne llamado a la humana responsabilidad», pero «desgraciadamente las respuestas a este llamado, aunque han sido generosas, no han sido suficientes, y nos encontramos hoy llorando miles de muertes». 

  

Dios, prosiguió el Papa citando el Evangelio de hoy, «alivio y liberación a todos los oprimidos del mundo, pero necesita de nosotros para hacer eficaz su promesa. Necesita nuestros ojos para ver las necesidades de los hermanos y de las hermanas. Necesita nuestras manos para socorrer. Necesita nuestra voz para denunciar las injusticias cometidas en el silencio (a veces cómplice) de muchos. Efectivamente, debería hablar de muchos silencios: el silencio del sentido común, el silencio del “siempre se ha hecho así”, el silencio del “nosotros” siempre opuesto al “ustedes”. Sobre todo, necesita nuestro corazón para manifestar el amor misericordioso de Dios hacia los últimos, los marginados, los abandonados, los descartados». 

 

Jorge Mario Bergoglio concluyó su homilía con un doble mensaje de agradecimiento: «Quería celebrar el quinto aniversario de mi visita a Lampedusa con ustedes, que representan a los socorristas y a los que han sido salvados en el Mar Mediterráneo. A los primeros quiero expresar mi gratitud por encarnar hoy día la parábola del Buen Samaritano, que se detuvo a salvar la vida del pobre hombre asaltado por los bandidos, sin preguntar quién era, de dónde venía, las razones del viaje o los documentos… simplemente decidió hacerse cargo y salvarle la vida». «A las personas salvadas –prosiguió– deseo insistir mi solidaridad y mi aliento, porque conozco bien las tragedias de los que escapan. Les pido que continúen siendo testigos de esperanza en un mundo que está cada vez más preocupado por el propio presente, con muy poca visión del futuro y que no sabe compartir, y con su respeto por la cultura y las leyes del país que los acoge, elaborar juntos el camino de integración». 

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