El Papa: serenidad para las víctimas de calamidades y conflictos

El Papa: serenidad para las víctimas de calamidades y conflictos

Francisco durante el Ángelus de la Asunción: María da capacidad de perdón y apoyo recíproco. «El humilde es potente, porque es humilde, no porque sea fuerte»

Por DOMENICO AGASSO JR.

 

«A María Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria del Paraíso, le quisiera encomendar, una vez más, las angustias y los dolores de las poblaciones que, en tantas partes del mundo, sufren debido a calamidades naturales, tensiones sociales o conflictos». Lo afirmó hoy, solemnidad de la Asunción de María, el Papa Francisco al final del Ángelus en la Plaza San Pedro. «¡Que nuestra Madre celeste obtenga para todos consolación y un futuro de serenidad y de concordia!», añadió. Y subrayó también que la Madre de Jesús da la capacidad del perdón y del apoyo recíprocos. EL pontífice exclamó, pensando en la humildad de María: «El humilde es potente, porque es humilde, no porque sea fuerte». 

 

Asomado desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano, ante los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro, el Pontífice recordó que «hoy, solemnidad de la Asunción de la Beata Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret que, habiendo recibido el anuncio del Ángel, parte de prisa para estar cerca de Isabel, en los últimos meses de su prodigioso embarazo». Cuando llega a su casa de su prima, «María escucha de su boca las palabras que entraron a formar la oración del “Ave María”: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”». El obispo de Roma observó que, «de hecho, el don más grande que María lleva a Isabel (y al mundo entero) es Jesús, que ya vive en ella; y vive no solo por la fe y por la espera, como en muchas mujeres del Antiguo Testamento: de la Virgen Jesús tomó la carne humana, para su misión de salvación». 

 

En la habitación de Isabel y de su esposo, Zacarías, «en donde primero reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora está la alegría de un niño que está por llegar: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, precursor del Mesías»; y cuando llega la Virgen «la alegría se derrama y prorrumpe de los corazones, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo de sentido: la vida, la familia, la salvación del pueblo… ¡Todo!». 

Esta alegría «plena se expresa con la voz de María en la estupenda oración que el Evangelio de Lucas nos ha transmitido y que, desde la primera palabra latina, se llama “Magnificat”». Se trata de «un canto de alabanza a Dios que opera cosas grandes a través de las personas humildes, desconocidas al mundo, como es María misma, como es su esposo José, y también como es el lugar en el que viven: Nazaret». 

 

El Papa, al reflexionar sobre la humildad, sin leer el texto que había escrito para la ocasión, añadió: «¡Las grandes cosas que Dos ha hecho con las personas humildes! ¡Las grandes cosas que el Señor hace con los humildes en el mundo! Porque la humildad es como un vacío que deja sitio a Dios. El humilde es potente porque es humilde, no porque sea fuerte. Y esta es la grandeza del humilde y dela humildad». Después dirigió una pregunta a los fieles: «a cada uno: ¿cómo va mi humildad? Pero no respondan en voz alta». 

 

Bergoglio retomó su reflexión indicando que «el Magnificat canta al Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los pequeños y los pobres, con los que tienen fe en Él, que confían en su Palabra, como María. He aquí la exclamación de Isabel: “Beata tú que has creído”». 

 

Francisco indicó que espera que «todo esto nos gustaría que sucediera también hoy en nuestras casas. Al celebrar a María Santísima Asunta en el Cielo, quisiéramos que Ella, una vez más, nos trajera, a nuestras familias, a nuestras comunidades, ese don inmenso, esa gracia única que siempre debemos pedir antes y por encima de las demás gracias que nos importan: ¡la gracia que es Jesucristo!» 

 

Hacia el final de su reflexión el Santo Padre dijo que María, al traer a Jesús, también nos trae una alegría nueva, llena de significado, una nueva capacidad de franquear, con fe, los momentos más dolorosos y difíciles. En una palabra: nos trae la capacidad de misericordia, para que nos perdonemos, comprendamos y sostengamos recíprocamente. 

 

Después de la oración mariana, Francisco encomendó a «María Reina de la Paz, que contemplamos hoy en la gloria del Paraíso, las ansias y los dolores de las poblaciones que en muchas partes del mundo sufren debido a calamidades naturales, tensiones sociales o conflictos. ¡Que nuestra Madre celeste obtenga para todos consolación y un futuro de serenidad y de concordia!».  

 

Al final el Papa Francisco, agradeció a los fieles por su presencia en la Plaza San Pedro, deseó a todos buena fiesta de la Asunción y pidió, como acostumbra, oraciones por él. 

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