El Papa: sembremos aceite de esperanza, no vinagre de amargura

El Papa: sembremos aceite de esperanza, no vinagre de amargura

Audiencia general antes de la fiesta Pentecostés, «cumpleaños de la Iglesia»: «Desperdiciemos la esperanza con los más necesitados, los más descartados, todos los que están en necesidades»

Por IACOPO SCARAMUZZI

 

El cristiano «siembra esperanza, aceite de esperanza, perfume de esperanza», no «vinagre de amargura» de desesperanza. Lo dijo el Papa Francisco durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, a pocos días de la fiesta de Pentecostés, el próximo domingo, «cumpleaños de la Iglesia»; Francisco expresó su deseo de que «nos haga “desperdiciar” la esperanza» con «los más necesitados, los más descartados, todos los que están en necesidades». 

 

El Espíritu Santo, dijo Jorge Mario Bergoglio prosiguiendo con el ciclo de catequesis dedicado a la esperanza cristiana, «es el viento que nos impulsa hacia adelante, que nos mantiene en camino, nos hace sentir peregrinos y forasteros», y no permite que nos convirtamos en un «pueblo sedentario». La carta de San Pablo a los hebreos compara la esperanza con un ancla, y el Papa añadió a esta imagen la de la vela: «Si el ancla es lo que da seguridad a la barca y la mantiene “anclada” en la marea del mar, la vela es lo que la hace caminar y avanzar sobre las aguas. La esperanza es verdaderamente como una vela, recoge el viento del Espíritu Santo y lo transforma en fuerza motriz que impulsa a la barca, según los casos, a mar abierto o a la orilla». 

 

Francisco después reflexionó sobre la expresión que utiliza san Pablo en la carta a los Romanos, cuando se refiere al «Dios de la esperanza», y explicó que esta expresión «no quiere decir solamente que Dios es el objeto de nuestra esperanza, sino Aquel a quien esperamos alcanzaron día en la vida eterna; quiere decir también que Dios es Aquel que desde ahora nos hace tener esperanza, es más nos vuelve “felices en la esperanza”; alegres ahora de esperar, y no solo esperar ser felices. Es la alegría de esperar, no esperar tener alegría, hoy. “Hasta que haya vida, hay esperanza”, dice un dicho popular, y —subrayó— es cierto también lo contrario: hasta que haya esperanza, hay vida. Los hombres necesitan la esperanza para vivir y necesitan del Espíritu Santo para esperar». 

 

El Espíritu Santo hace posible «esperar incluso cuando falta todo motivo humano» para esperar, trae una esperanza que «no defrauda, porque está el Espíritu Santo dentro que nos impulsa a seguir adelante, siempre adelante». Además, prosiguió, «el Espíritu Santo no nos vuelve solamente capaces de esperar, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros, como él y gracias a él, “paráclitos”, es decir consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza: un cristiano no puede sembrar amarguras, no puede sembrar perplejidades… esto no es cristiano. Y si tú haces esto, no eres un buen cristiano. Siembra esperanza, aceite de esperanza, perfume de esperanza, y no vinagre de desesperanza». 

  

Francisco concluyó su catequesis citando al beato cardenal Newman, que afirmaba: «Instruidos por nuestro mismo sufrimiento, por nuestro mismo dolor, es más, por nuestros mismos pecados, tendremos la mente y el corazón ejercitados para cualquier obra de amor hacia los que están en necesidades». Según Francisco, «son sobre todo los pobres, los excluidos, los no amados los que necesitan a alguien que se convierta para ellos en “paráclito”, es decir consolador y defensor. Nosotros debemos hacer lo mismo con los más necesitados, los más descartados, los que sufren más, debemos ser defensores y consoladores». Una esperanza alimentada por el Espíritu Santo en toda la Creación: «dice el Apóstol Pablo (parece un poco extraño, pero es cierto) que también la Creación “está pretendida con ardiente espera” hacia la liberación, y “gime y sufre” como los dolores de un parto. También esto nos impulsa a respetar la Creación: no se puede ensuciar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado», recordó Francisco. Y concluyó: «Que la próxima fiesta de Pentecostés, que es el cumpleaños de la Iglesia, nos encuentre concordes en la oración, con María, la Madre de Jesús y nuestra. Y que el don del Espíritu Santo nos haga abundar en la esperanza. Aún más: que nos haga desperdiciar esperanza con todos aquellos que tienen más necesidades, los más descartados». 

 

Al principio de la Audiencia, el Papa se hizo acompañar por cinco niños para dar su acostumbrada vuelta entre los peregrinos de la Plaza San Pedro en el jeep blanco. 

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