El Papa pide responder a quienes intimidan la generación de la vida

El Papa pide responder a quienes intimidan la generación de la vida

Lo dijo a la Academia para la Vida: de lo contrario, la historia del hombre no se renovará. No a la negación de la diferencia sexual, a la «utopía del neutro». Los hombres y las mujeres, que ya no deben ser subordinadas, deben aliarse

por DOMENICO AGASSO JR.

 

Los hombres y las mujeres no solo deben «hablarse de amor»: la alianza «entre hombre y mujer está llamada a tomar las riendas de la dirección de la sociedad entera». Lo afirmó el Papa Francisco a la Pontificia Academia para la Vida. Hay que «contrastar las interpretaciones negativas de la diferencia sexual», de quien «quiere cancelar tal diferencia». El Pontífice ataca a la «utopía de lo neutro», que cancela al mismo tiempo tanto la dignidad humana «como la calidad personal de la transmisión que genera la vida». 

 

Dirigiéndose a quienes participaron en la XXIII Asamblea general de los miembros de la Pontificia Academia para la Vida, dirigida por el presidente monseñor Vincenzo Paglia (reunión que se lleva a cabo en el Vaticano del 5 al 6 de octubre de este 2017), el obispo de Roma pidió que «las formas de subordinación que han tristemente caracterizado la historia de las mujeres» sean definitivamente abandonadas. Según el Papa, «hay que escribir un nuevo inicio en el “ethos” de los pueblos, y esto solamente lo puede hacer una renovada cultura de la identidad y de la diferencia». 

 

La cuestión de la dignidad de la mujer, según Francisco, no se sitúa en un nivel «simplemente de igualdad de oportunidades o de reconocimiento recíproco». La verdadera cuestión, explicó, es «un entendimiento entre los hombres y las mujeres sobre el sentido de la vida y sobre el camino de los pueblos». Los hombres y las mujeres no están llamados «solamente a hablarse de amor, sino a hablarse, con amor, de lo que deben hacer para que la convivencia humana se realice a la luz del amor de Dios por cada criatura». Hablarse y aliarse «porque ninguno de los dos, ni el hombre solo, ni la mujer sola, es capaz de asumirse esta responsabilidad».  

 

Los hombres y las mujeres fueron creados juntos, «en su diferencia bendita; juntos han pecado por su presunción de sustituir a Dios; juntos, con la gracia de Cristo, vuelven a la presencia de Dios, para honrar el cuidado del mundo y de la historia que Él les ha encomendado». 

 

Para el Pontífice «es una verdadera revolución cultural la que está en el horizonte de la historia de este tiempo. Y la Iglesia, en primer lugar, debe hacer su parte. En esta perspectiva, se trata, antes que nada, de reconocer honestamente los retrasos y las faltas». 

 

Francisco recordó que «el misterioso vínculo de la Creación del mundo con la generación del Hijo, que se revela» en la encarnación del Hijo en el «vientre de María por amor hacia nosotros, nunca dejará de sorprendernos y conmovernos». Precisamente «esta revelación ilumina definitivamente el misterio del ser y el sentido de la vida». 

 

La alianza «generativa del hombre y de la mujer» es un baluarte «para el humanismo planetario de los hombres y las mujeres, no un “handicap”. Nuestra historia no será renovada si rechazamos esta verdad». El Papa subrayó que, puesto que ha sido recibida «como un don, la vida se exalta en el don: generarla nos regenera, gastarla nos enriquece». Por ello lanzó una advertencia: hay que aceptar el desafío que plantea «la intimidación ejercida en relación con la generación de la vida humana, como si fuera una mortificación de la mujer y una amenaza para el bienestar colectivo». 

 

No es «correcta la hipótesis recientemente propuesta de volver abrir el camino para la dignidad de la persona neutralizando radicalmente la diferencia sexual y, por lo tanto, el entendimiento entre el hombre y la mujer». En lugar de «contrastar las interpretaciones negativas de la diferencia sexual, que mortifican su irreducible valencia para la dignidad humana, se pretende cancelar completamente tal diferencia, proponiendo técnicas y prácticas que la vuelvan irrelevante para el desarrollo de la persona y para las relaciones humanas». 

 

Según Francisco, «la utopía de lo neutro cancela al mismo tiempo tanto la dignidad humana de la constitución sexualmente diferente, como la calidad personal de la transmisión generativa de la vida». 

 

La manipulación «biológica y psíquica de la diferencia sexual, que la tecnología biomédica deja entrever como completamente disponible a la elección de la libertad, mientras que no lo es, corre el peligro de desmantelar la fuente de energía que alimenta la alianza del hombre y de la mujer, y que la hace creativa y fecunda». 

 

El Papa también denunció la «egolatría» y el «desprejuiciado materialismo» de la «alianza entre la economía y la técnica», que propagan la idea de «una vida como recurso que hay que explotar o descartar en función del poder y de las gannacias». 

Francisco explicó, además, que la idea de un «bienestar que se difundiría automáticamente con la ampliación del mercado» va de la mano, por el contrario, con la extensión de los «territorios de la pobreza y del conflicto, del descarte y del abandono». 

 

El Papa recomienda «volver a encontrar sensibilidades para las diferentes edades de la vida, en particular para las de los niños y las de los ancianos. Todo lo que en ellas hay de delicado y frágil, vulnerable y corruptible, no es algo que tenga que ver exclusivamente con la medicina y el bienestar. Están en juego partes del alma y de la sensibilidad humana que piden ser escuchadas y reconocidas, custodiadas y apreciadas, por los individuos como por la comunidad». 

 

Una sociedad «en la que todo esto solo puede ser comprado y vendido, burocráticamente regulado y técnicamente predispuesto es una sociedad que ya ha perdido el sentido de la vida. No lo transmitirá a los hijos pequeños, no lo reconocerá en los padres ancianos. Es por ello que, casi sin darnos cuenta, ya hemos edificado ciudades cada vez más hostiles a los niños y comunidades cada vez más inhóspitas para los ancianos, con muros sin puertas ni ventanas: deberían proteger, pero en realidad sofocan». 

 

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