El Papa pide ayudar a los Rohinyá y a todos los perseguidos del mundo

El Papa pide ayudar a los Rohinyá y a todos los perseguidos del mundo

Durante la Audiencia general Francisco recordó su viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh: el futuro de Asia no es de quien construye armas, sino de quien siembra fraternidad.

El Papa quiso expresar su solidaridad a Bangladesh «en su compromiso por socorrer a los prófugos Rohinyá, que confluyeron en masa a su territorio, en donde la densidad de población ya es una de las más elevadas del mundo». Lo recordó durante la Audiencia general de hoy, 6 de diciembre de 2017, en el Aula Pablo VI. Fue la ocasión para recordar su reciente viaje a Asia (del 26 de noviembre al 2 de diciembre). En Myanmar, de donde proviene esta minoría musulmana perseguida, Francisco dijo haber animado a las autoridades locales en los «esfuerzos de pacificación del país», mientras que la etapa de Bangladesh «marcó un paso más a favor del respeto y del diálogo entre el cristianismo y el islam». En cuanto a todo el continente asiático, su futuro, dijo entre aplausos Bergoglio, refiriéndose a los jóvenes con los que se reunió, «será no de quien construya armas, sino de quien siembre fraternidad». 

 

La población de Bangladesh, segunda etapa del viaje asiático, «es en gran parte de religión musulmana, y, por lo tanto, mi visita (siguiendo las huellas de las del beato Pablo VI y de san Juan Pablo II) marcó un paso más a favor del respeto y del diálogo entre el cristianismo y el islam», dijo el Papa. «A las autoridades del país recordé que la Santa Sede ha apoyado desde el inicio la voluntad del pueblo bangladesí de constituirse como nación independiente, así como la exigencia de que en ella siempre sea tutelada la libertad religiosa. En particular, quise expresar solidaridad a Bangladesh en su compromiso por socorrer a los prófugos Rohingyá, que confluyeron en masa a su territorio, en donde la densidad de población ya es una de las más elevadas del mundo». 

 

El Papa volvió a hablar sobre el argumento durante los saludos a los diferentes grupos lingüísticos de fieles que estaban presentes en el Aula Pablo VI. En particular, a los fieles de lengua árabe dijo que «quien no sufre con el hermano sufriente, aunque sea diferente por raza, por religión, por lengua o por cultura, debe interrogarse sobre la sinceridad de su fe y sobre su humanidad. Me conmovió mucho el encuentro con los refugiados Rohinyá y les pedí que nos perdonaran por nuestras faltas y por nuestro silencio, pidiendo a la comunidad internacional que ayude y socorra a todos los grupos oprimidos y perseguidos presentes en el mundo». 

 

En Myanmar, a donde un sucesor de Pedro nunca había ido tras la formalización de las relaciones diplomáticas entre el país y la Santa Sede, Francisco dijo que se había reunido con las autoridades locales, «animando los esfuerzos de pacificación del país y esperando que todos los diferentes elementos de la nación, sin exclusión, puedan cooperar en este proceso en el respeto recíproco». Con este mismo espíritu, el Pontífice argentino también se reunió con los representantes de las diferentes comunidades religiosas y, en particular, con el Supremo Consejo de los monjes budistas, al cual, dijo, «manifesté el aprecio de la Iglesia por su antigua tradición espiritual, y la confianza en que los cristianos y los budistas puedan ayudar juntos a las personas y amar a Dios y al prójimo, rechazando cualquier tipo de violencia y oponiéndose al mal con el bien». En general, el Papa quiso «expresar la cercanía de Cristo y de la Iglesia a un pueblo que ha sufrido debido a conflictos y represiones, y que ahora está caminando lentamente hacia una nueva condición de libertad y de paz». 

 

Jorge Mario Bergoglio subrayó la vitalidad de la Iglesia católica en ambos países. El Papa recordó que confirmó en la fe a la Iglesia «viva y ferviente» de la ex Birmania, «pequeña grey y levadura del Reino de Dios» en un país de mayoría budista. Después Francisco recordó que en Dhaka visitó la Casa Madre Teresa, en donde la santa se quedaba cuando se encontraba en esa ciudad, y que acoge a muchísimos huérfanos y a personas con discapacidades. «Allá, según su carisma, las monjas viven cada día la oración de adoración y el servicio a Cristo pobre y sufriente, y nunca falta la sonrisa en sus labios: monjas que rezan tanto, que sirven a los que sufren y siguen con la sonrisa: es un testimonio bello, agradezco mucho a estas monjas». En cuanto a los jóvenes de Myanmar, en sus rostros, dijo el Papa entre los aplausos de los fieles que estaban en la Audiencia general, «llenos de alegría, vi el futuro de Asia: un futuro que será no de quien construya armas, sino de quien siembre fraternidad». En Bangladesh, el último evento «fue con los jóvenes bangladesíes, lleno de testimonios, cantos y danzas. ¡Pero qué bien bailan estos bangladesíes! Una fiesta que manifestó la alegría del Evangelio acogido por esa cultura; una alegría fecundada por los sacrificios de muchos misioneros, de muchos catequistas y padres cristianos. En el encuentro también estaban presentes jóvenes musulmanes y de otras religiones: un signo de esperanza para Bangladesh, para Asia y para el mundo entero». 

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