El Papa: no a la necedad de quien no escucha a Dios y se corrompe

El Papa: no a la necedad de quien no escucha a Dios y se corrompe

Francisco en Santa Marta: el «necio» tiene una «sordera» que lo lleva a elegir «apariencias, ídolos o ideologías»

por DOMENICO AGASSO JR.

 

Quien se vuelve necio tiene una «sordera» que «lleva a la corrupción». Por ello, no hay que caer en la necedad, que significa ser incapaz de escuchar a Dios. Lo dijo el Papa Francisco durante la homilía de la misa matutina de hoy, 17 de octubre de 2017, en la capilla de la Casa Santa Marta. 

 

El Pontífice, según refirió la Radio Vaticana, recordó que Cristo llora con nostalgia cuando el pueblo amado se va debido a la necedad, eligiendo apariencias, ídolos o ideologías. La predicación del obispo de Roma se basó en la palabra «necios», que aparece dos veces en la Liturgia de hoy: Jesús la pronuncia ante los fariseos y san Pablo cuando se refiere a los paganos. Pero el Apóstol de los Gentiles también a los Gálatas les había dicho «necios» porque se habían dejado engañar por las «nuevas ideas». Y esta palabra «más que una condena, es una recomendación», explicó el Papa, porque hace ver el camino de la necedad que conduce a la corrupción. «Estos tres grupos de necios son corruptos», dijo Francisco. 

 

A los Doctores de la Ley, Jesús les había dicho que se parecían a sepulcros blanqueados: se volvían corruptos porque se preocupaban por hacer que «la parte externa de las cosas» apareciera bella, pero no les interesaba lo que había adentro, donde estaba la corrupción. Por lo tanto, estaban «corruptos por la vanidad, por el aparecer, por la belleza exterior, por la justicia exterior». Los paganos, en cambio, tienen la corrupción de la idolatría: se volvieron corruptos porque confundieron la gloria de Dios – que habrían podido conocer a través de la razón – con los ídolos. A la vez que destacó que también hoy hay idolatrías, como el consumismo o como buscar «un dios cómodo». 

 

En fin, también aludió a aquellos cristianos que se han dejado corromper por las ideologías, es decir, que han dejado de ser cristianos para ser «ideólogos del cristianismo». Estos tres grupos, a causa de la necedad, dijo Francisco, «terminan en la corrupción». Además, explicó en qué consiste esta necedad: «La necedad es un no escuchar. Literalmente se puede decir un ‘necio’, ‘no sé’, no escuchar. La incapacidad de escuchar la Palabra: cuando la Palabra no entra, no la dejo entrar porque no la escucho. El necio no escucha. Él cree que escucha, pero no escucha. Hace la suya, siempre. Y por esto la Palabra de Dios no puede entrar en el corazón, y no hay lugar para el amor. Y si entra, entra destilada, transformada por mi concepción de la realidad. Los necios no saben escuchar. Y esta sordera los conduce a esta corrupción. No entra la Palabra de Dios, no hay lugar para el amor y, al final, no hay lugar para la libertad». 

 

Y añadió que se vuelven esclavos porque confunden «la verdad de Dios con la mentira» y adoran a las criaturas en lugar de al Creador: «No son libres, y no escuchar, esta sordera no deja lugar al amor y ni siquiera a la libertad: nos conduce siempre a una esclavitud. ¿Yo escucho la Palabra de Dios? ¿Y la dejo entrar? Esta Palabra, que hemos oído cantando el Aleluya, es la Palabra de Dios viva, es eficaz, discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. Corta, va dentro. ¿Dejo entrar esta Palabra? ¿O a esta Palabra soy sordo? ¿Y la transformo en pertenencia, la transformo en idolatría, hábitos idólatras, o la transformo en ideología? Y no entra… Ésta es la necedad de los cristianos». 

 

Al concluir su reflexión, Jorge Mario Bergoglio exhortó a mirar los «iconos de los necios de hoy»: «Hay cristianos necios y también pastores necios». «San Agustín – recordó – los aporrea bien, con fuerza», porque «la necedad de los pastores hace mal al rebaño». Se refirió a la «necedad del pastor corrupto», a la «necedad del pastor satisfecho de sí mismo y pagano», y a la «necedad del pastor ideólogo». «Veamos el icono de los cristianos necios – exhortó el Papa –, y junto a esta necedad miremos al Señor que siempre está a la puerta», llama y espera. Mientras terminó invitando a pensar en la nostalgia del Señor por nosotros. 

 

«Y si caemos en esta necedad —destacó—, nos alejamos de Él y Él experimenta esta nostalgia. Nostalgia de nosotros. Y Jesús con esta nostalgia lloró, lloró por Jerusalén: era precisamente la nostalgia de un pueblo que había elegido, había amado pero que se había alejado por necedad, que había preferido las apariencias, los ídolos o las ideologías». 

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