El Papa y Mattarella: compromiso por los migrantes, el trabajo y contra el terrorismo

El Papa y Mattarella: compromiso por los migrantes, el trabajo y contra el terrorismo

Francisco visitó el Quirinale; el abrazo con 200 niños de las zonas afectadas por los terremotos. «Se necesitan iniciativas en contra del desempleo, no especulaciones. Políticas para la familia». Es «indispensable una cooperación internacional» para ayudar a los prófugos

Por SALVATORE CERNUZIO

 

Desempleo, baja natalidad, migrantes, terrorismo. Es una Italia con graves problemas nacionales e internacionales la que se presenta ante la mirada del Papa Francisco, quien, a pesar de todo, ve al país con mucha «esperanza», como afirmó en el largo discurso que pronunció durante su visita al presidente italiano Sergio Mattarella, hoy por la mañana, en el Quirinale. Una visita que llega como respuesta protocolaria a la que hizo el apenas elegido presidente italiano al Vaticano, el 18 de junio de 2015. 

 

Francisco llegó poco antes de las 11 de la mañana, a bordo de un Ford Focus azul, después de haber recorrido las calles del centro de la capital italiana. La primera etapa fue en el Patio de Honor, en donde había 200 niños de las zonas afectadas por el terremoto que sacudió el centro de Italia. Todos ellos recibieron a Francisco agitando banderillas tricolores y con los colores (blanco y amarillo) del Vaticano. 

 

Mattarella recibió al Obispo de Roma con unas pocas y simples palabras: «Gracias, Santidad». Están lejos los tiempos de las sólidas amistades entre un Papa y un presidente italiano, como la que había entre Ciampi y Wojtila, pero entre el argentino Bergoglio y el católico Mattarella hay una buena sintonía. 

 

El encuentro duró 20 minutos. Después se llevó a cabo el intercambio de regalos en la Sala degli Arazzi (el Papa le regaló un ícono ruso de los santos Pedro y Pablo), la presentación de las dos delegaciones y una breve parada en la capilla de la Anunciación, una de las joyas del Palacio del Quirinale, que custodia una Virgen de Guido Reni, restaurada hace algunos años. El Papa y el Presidente italiano se detienen allí para rezar durante unos instantes y después se persignan. En el Salone dei Corazzieri pronunciaron sus discursos. 

 

Mattarella habló sobre la «elevada responsabilidad» de quienes están llamados a trabajar en las instituciones públicas, sobre las políticas de crecimiento para los jóvenes, sobre el drama del trabajo, sobre el compromiso común por los migrantes y por el ambiente, a la luz de la «Laudato si’». 

 

El Papa Francisco respondió hablando de «esperanza» arraigada en la «memoria grata hacia los padres y abuelos» que, explicó, «también son los míos, porque mis raíces están en este país», y en la memoria grata «hacia las generaciones que nos han precedido y que, con la ayuda de Dios, sacaron adelante los valores fundamentales: la dignidad de la persona, la familia, el trabajo…». El Pontífice no dejó de denunciar las emergencias que deben afrontar tanto el país como todo el Viejo continente en la actualidad: «Sin embargo, vivimos en un tiempo en el que Italia y el conjunto de Europa están llamadas a confrontarse con problemas y riesgos de diferente naturaleza, como el terrorismo internacional, que encuentra alimento en el fundamentalismo; el fenómeno migratorio, que ha aumentado por las guerras y graves y persistentes desequilibrios sociales y económicos en muchas zonas del mundo; y la dificultad de las jóvenes generaciones de acceder a un trabajo estable y digno, que contribuye a aumentar la desconfianza en el futuro y no favorece el nacimiento de nuevas familias y de hijos». 

 

Pero el Papa también tiene esperanza, porque «Italia, mediante la operosa generosidad de sus ciudadanos y el compromiso de sus instituciones (y aprovechando sus abundantes recursos espirituales) ha trabajado para transformar estos desafíos en ocasiones de crecimiento y en nuevas oportunidades». Prueba de ello son «la acogida de numerosos prófugos que desembarcan en sus costas, la obra de primeros auxilios que garantizan sus naves en el Mediterráneo y el compromiso de filas de voluntarios, entre los que se distinguen las asociaciones y entes eclesiales, además de la red capilar de las parroquias». Prueba de ello también es, según Francisco, el compromiso en Italia a nivel «internacional a favor de la paz, de la seguridad y de la cooperación entre los Estados», así como todos los ejemplos de «proficua colaboración entre la comunidad eclesial y la comunidad civil» para asistir a las poblaciones del centro de Italia afectadas por el terremoto. 

 

Justamente este esfuerzo, y todas las actividades para afrontar la crisis migratoria, son, según Francisco, «expresión de sentimientos y de actitudes que encuentran su fuente más genuina en la fe cristiana, que ha plasmado el carácter de los italianos», en particular en relación con el complejo fenómeno migratorio, «está claro —afirmó el Papa— que pocas naciones no pueden encargarse de él por entero, garantizando una ordenada integración de los recién llegados en el propio tejido social. Por esta razón, es indispensable y urgente que se desarrolle una amplia e incluyente cooperación internacional». 

 

Y también es urgente la cuestión del trabajo, de la que se tienen que ocupar en primer lugar los poderes públicos, los empresarios y los sindicatos. Bergoglio recordó su reciente visita a la acerería de Génova Ilva, en donde pudo estar, «no teóricamente, sino en contacto directo con la gente» y la plaga del desempleo. Insistió en el llamado que había hecho en esa ocasión a «generar y acompañar procesos que den lugar a nuevas oportunidades de trabajo digno». Los problemas que deben afrontar los jóvenes, «los cinturones de pobreza, la dificultad que tienen los jóvenes para formar una familia y traer hijos al mundo encuentran un común denominador en la insuficiencia de la oferta de trabajo, a veces tan precario o tan poco retribuido que no permite» proyectos serios», dijo. Por este motivo, afirmó, se necesita «una alianza de sinergías e iniciativas» para que los recursos «financieros estén al servicio de este objetivo de gran aliento y valor social», en lugar de que sean desperdiciados en «inversiones principalmente especulativas, que demuestran la falta de un plan a largo plazo, la insuficiencia consideración del verdadero papel de quienes hacen empresa y, en última instancia, debilidad e instinto de fuga frente a los desafíos de nuestro tiempo». Por ello pidió: «trabajo estable» y «una política comprometida a favor de la familia», porque de esta manera se sientan las bases para «un auténtico desarrollo sostenible» y para un «crecimiento armonioso de la sociedad».  

 

«Señor Presidente —concluyó el Papa— estoy seguro de que, si Italia logra valerse de todos sus recursos espirituales y materiales en espíritu de colaboración entre sus diferentes elementos civiles, encontrará la vía adecuada para un desarrollo ordenado y para gobernar de la manera más apropiada los fenómenos y las problemáticas que tenemos frente a nosotros». Italia «encontrará en la Iglesia siempre el mejor aliado para el crecimiento de la sociedad, para su concordia y para su verdadero progreso», insistió. «¡Que Dios —pidió— proteja y bendiga a Italia!». 

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