El Papa llamó a la Iglesia a no obsesionarse con el poder

El Papa llamó a la Iglesia a no obsesionarse con el poder

En medio del escándalo del VatiLeaks II, visitó Florencia y exhortó al clero italiano a acercarse a los olvidados

Por Elisabetta Piqué

ROMA.- No a una Iglesia obsesionada con el poder. Sí a una Iglesia humilde, cercana a la gente y -especialmente- a los abandonados, los olvidados, los imperfectos. En medio del escándalo VatiLeaks II y de sus revelaciones de despilfarros y gastos exorbitantes de la jerarquía eclesiástica, ése fue el llamado que hizo ayer el Papa durante una visita de nueve horas a Florencia, donde fue aclamado por miles de personas.

"Que Dios proteja a la Iglesia italiana de cualquier sucedáneo de poder, de imagen y de dinero", pidió Francisco en un discurso explosivo, en el que les dio un reto a los obispos italianos, en su mayoría aún descolocados ante su impulso reformista. Ante ellos, reunidos en el V Congreso Nacional Eclesial -un evento clave, que se da cada diez años-, el Papa llamó a un cambio radical.

Bajo la espectacular cúpula de Brunelleschi de la catedral de Santa Maria del Fiore y de sus frescos del "Ecce Homo", Francisco recomendó tres actitudes: humildad, desinterés y bienaventuranzas.

"Evitemos, por favor, encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa protección, en las normas que nos transforman en jueces implacables. Nuestro deber es trabajar para hacer este mundo un lugar mejor y luchar. Nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo", recordó, al citar varias veces la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Es más, pidió que se hiciera una profundización de este documento programático de su pontificado, escrito hace dos años y evidentemente aún no comprendido.

"No debemos estar obsesionados con el poder, aun cuando éste toma el rostro de un poder útil y funcional a la imagen social de la Iglesia", también dijo el Papa.

"Si la Iglesia no asume los sentimientos de Jesús, se desorienta. Los sentimientos de Jesús nos dicen que una Iglesia que piensa en sí misma y en sus intereses sería triste", disparó.

"Ya lo dije: prefiero una Iglesia accidentada, herida, sucia por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro", agregó, lo que desató aplausos en el duomo de Florencia, ciudad cuna del Renacimiento, 300 kilómetros al norte de Roma.

Helicóptero

Hasta allí había llegado en helicóptero a la mañana, después de una escala en la ciudad de Prato, primer distrito textil de Europa, donde viven unos 40.000 chinos (la mitad de ellos sin papeles). Al hablar desde el antiguo púlpito de la catedral de esa ciudad -donde se custodia lo que se cree que fue el cinto de la Virgen María-, Francisco instó a combatir "el cáncer de la corrupción y de la explotación humana y laboral". Y recordó a 7 chinos muertos hace dos años en un incendio en un taller ilegal.

Después, en su largo discurso a la Iglesia italiana -de 49 minutos y diez carillas-, destacó que "ante los males y problemas de la Iglesia es inútil buscar soluciones en conservadurismos y fundamentalismos, en la restauración de conductas y formas superadas".

"La doctrina cristiana no es un sistema cerrado, incapaz de generar preguntas, dudas, interrogativos, sino que es viva, sabe inquietar, animar. La doctrina cristiana tiene un rostro no rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna. La doctrina cristiana se llama Jesucristo", sentenció, con lo que seguramente incomodó a sectores conservadores, convencidos de que la doctrina es inmutable.

Si bien fue un discurso programático, dirigido a la Iglesia italiana, hasta ahora renuente a seguirlo, también representó un mensaje claro para la del resto del mundo, ya que reiteró su visión de Iglesia atenta a la realidad concreta de hoy, que debe reformarse.

Luego de recordar que la Iglesia es "semper reformanda" (siempre debe reformarse) y que "todo será posible con genio y creatividad", Francisco llamó finalmente a la Iglesia italiana a ser inquieta, cercana "a los abandonados, olvidados e imperfectos".

Como siempre en sus visitas pastorales, el Papa reconfortó a un grupo de enfermos y almorzó con 60 personas -la mitad, extranjeros-, en un comedor de Cáritas. Comió en platos de plástico, saludó uno por uno a los comensales y se dejó sacar selfies, con calidez y humor.

En una ciudad colapsada por su presencia, antes de regresar a Roma el papa Francisco celebró misa ante unas 50.000 personas en el estadio Artemio Franchi, de Florencia.

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